En política, a menudo el conservadurismo se confunde con la moderación. Sin embargo, el primero es la doctrina o el movimiento favorable a conservar o ... restaurar tradiciones, valores y principios establecidos frente a las innovaciones. En cambio, la segunda, según el diccionario de la RAE, significa «cordura, sensatez, templanza en las palabras o acciones». Así, se puede decir que el conservadurismo es una actitud política o ideológica y la moderación es un talante, un modo o manera de hacer las cosas. Por tanto, podemos encontrar personas moderadas en todo el espectro político, en la izquierda y la derecha.
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No obstante, en estos tiempos de crispación social, de auge de los populismos, la moderación es un valor que cotiza a la baja en el cada vez más polarizado mercado político patrio, donde los moderados son 'rara avis' en peligro de extinción o exterminio. El socialista Eduardo Madina y el popular Borja Sémper, que estuvieron el pasado jueves en la Asamblea de Extremadura en un acto organizado en el Aula de Cultura HOY, son dos de esas 'rara avis', aunque terminaron defenestrados por los aparatos de sus partidos. Partidos en los que, parafraseando al presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, al final solo hay un jefe y los demás están de monaguillos.
Otras 'rara avis' moderadas son Alberto Núñez Feijóo, Yolanda Díaz o Inés Arrimadas, que veremos si no corren similar suerte que Madina y Sémper.
A Feijóo los suyos le han confiado el timón por aclamación para centrar el rumbo de un PP que navegaba a la deriva de la mano del estridente Pablo Casado. Su mayor obstáculo es externo, y no es el PSOE, sino Vox. De cómo lidie este morlaco bizco del derecho, dependerá de que salga por la puerta grande de la Moncloa o corneado.
Díaz y Arrimadas tienen a su peor enemigo dentro, en el seno de sus formaciones, donde se topan con la contumaz resistencia de los más radicales y dogmáticos. Sus formaciones han envejecido prematuramente y están en la UCI. Pero si el estado de Unidas Podemos es grave, el de Ciudadanos es crítico y va camino de acabar en la misma tumba que UCD, CDS y UPyD. Y es que, como dice José Antonio Marina en una entrevista en 'Ethic', «los partidos de centro son necesarios y, al mismo tiempo, casi imposibles». La razón, según el filósofo toledano, es que «no tienen ideología, solo moderación, y la moderación no es una ideología». Para Marina, un partido de centro puede ser aristotélico o hegeliano. Si es de los primeros, defiende que «en el centro está la virtud». La postura hegeliana, la acertada para el también pedagogo, «defiende que cuando hay dos fuerzas (tesis y antítesis) no se trata de hacer un cóctel con las dos, sino de ver si se me ocurre una solución lo suficientemente potente para que supere a las dos sin destruirlas (síntesis)».
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En cierta manera, los moderados de cualquier partido buscan esa síntesis pero lo tienen complicado en un ecosistema en el que, como sostiene Marina, la oposición amigo-enemigo –considerada la esencia de lo político por el jurista y politólogo nazi Carl Schmitt– es consustancial a la política española. En ese ecosistema los populismos y nacionalismos se mueven como tiburones en el agua, porque son depredadores especialistas en buscar un enemigo, una presa contra la que lanzar a la población aguijoneando sus emociones. Malos tiempos para los moderados.
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