Hay incendios por todas partes y los expertos dicen que la naturaleza, de algún modo, tiene mecanismos para neutralizarlos y que el problema empieza cuando ... estos sobrepasan lo natural, es decir los que provoca el hombre. Los políticos aplican medidas cortoplacistas cuyo brillo alcanza los cuatro años que dura el mandato. Pero el campo, la naturaleza, los montes no registran los éxitos o fracasos, tienen esa jodida eternidad que pone las vergüenzas al aire y las leyes 'verdes' que eliminan el pastoreo, o privatizan los medios de extinción, además de la poca inversión, no pueden evitar lo que está pasando en estas últimas semanas.
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Las llamas, al resto de los mortales, nos quitan el sueño, el apetito y esa calma tan costosa de conseguir. Al personal, aunque lo niegue con la boca pequeña, digámoslo, le gustan las tragedias. Las audiencias se disparan cuando en un programa de televisión preguntan a una mujer sin palabras su opinión sobre el incendio, ella, trata de ordenar su tragedia, de recomponer una síntesis de su infierno para entregarla al público sin parecer una paleta que no sabe hablar. La cámara la enfoca al anochecer, al fondo un destello rojo y mucho humo. Balbucea, empieza una frase, quiere aliviarse, pero el llanto la ahoga y no puede seguir. Ha perdido a su perro, su casa y tiene años, los precisos para que la tristeza le llegue hasta el final.
Doblando el mapa, en una playa donde da pereza hasta soñar, las llamas y el humo alborotan el mes de agosto. Los bañistas calculan si cuando se metan a darse un chapuzón el fuego habrá devorado esa construcción que los privilegiados se han edificado en la ladera del monte. Ven cómo los helicópteros cargan agua a unos metros de ellos y los niños dejan el rastrillo para mirar el cielo perplejos y preguntan si se llevarán también peces en esas cestas inmensas.
Las tragedias son locales y tienen ese tinte azaroso tan justificador de la incompetencia. Las temperaturas, los rayos de las tormentas secas y esos sinvergüenzas que se convierten en pirómanos mantienen a miles de personas evacuadas y provocan ya varios muertos en los pueblos en llamas. Los fuegos traspasan las fronteras autonómicas arrasando hectáreas de monte que no sabe que pertenece a nadie.
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Como de costumbre, la colaboración es indispensable y de nada sirve echarse en cara la pertenencia de un fuego. El año que viene ya está encima y la coordinación urge, pero hemos llegado a un punto en el que cualquier debate se vuelve un chapoteo.
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