El «Rey Franco» y el Sáhara
Las férreas dictaduras que gobernaban en todos los países implicados permitieron que las negociaciones, a menudo abruptas, se mantuvieran en un secreto tenso
El futuro del Sahara Occidental, la última colonia del imperio español, llevaba bastante tiempo ya en litigio cuando hace cincuenta años en estos días, el ... rey de Marruecos, Hassan II, movilizó a muchas miles de personas para conquistarla a pecho descubierto y sin disparos, pero con graves riesgos. Las férreas dictaduras que gobernaban en todos los países implicados permitieron que las negociaciones, a menudo abruptas, se mantuvieran en un secreto tenso.
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Marruecos, Argelia y Mauritania, que aspiraban al control o reparto del territorio, maniobraban juntas y por separado para conseguir que España, una dictadura entregada a los países árabes, cediese a sus pretensiones sobre aquel territorio desértico y despoblado, aunque rico en fosfatos y pesca marítima. España, por su parte, se resistía a ceder las dos provincias artificiales creadas para demostrar que se trataba de un territorio tan español como Madrid o Cuenca. El almirante Carrero Blanco aspiraba a concederle una independencia ficticia, con su bandera en la ONU y la Guardia Civil manteniendo el control en el Aiun y Villa Cisneros.
Aquella Navidad desafié a la suerte y conseguí uno de los principales objetivos que a la sazón teníamos los reporteros especializados en conflictos: entrar en Uganda y entrevistar al presidente africano más cruel y esperpéntico del Continente -y quizás del mundo- Idi Amín Dada, 140 kilos, asesino de vocación y boxeador de oficio. Llegar hasta él y entrevistarle requería un largo relato de peripecias que necesitaría una hora para contar con detalles. Era la primera entrevista y tengo que reconocerlo, sentía miedo. Se prolongó cerca de dos horas y fue grabada para TVE y emitida en directo por la televisión ugandesa.
La realidad fue que al final Amín resultó cordial. Me reservé algunas cuestiones espinosas, como la suerte que había corrido la princesa de Toro, exministra de Exteriores, lo cual despertaba todo tipo de especulaciones, y me acabó asegurando que la había destituido cuando se enteró de que «había tenido sexo con un blanco en el aeropuerto de Orly».
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Cuando terminamos, ya amigados, me cogió del brazo y me condujo a su despacho donde me concedió el honor de sentarme al lado de una fotografía de Pablo VI, en su visita al país, y en la butaca desde la que él había dado el golpe de Estado contra su predecesor, Milton Obote.
Tras las primeras palabras, me espetó: «Sé que usted es amigo del 'Rey Franco' y quiero pedirle que le transmita un mensaje de Estado importante. Sé que tienen ustedes problemas con el Sahara y soy amigo del rey Hassan II de Marruecos, de los presidentes Boumediene de Argelia y Ould Daddah de Mauritania y puede hablar con ellos y resolverle el problema a España. Mándeme un mapa para ver de que se trata y una vez resuelto, ustedes se comprometan a enviar coches españoles a Uganda para practicar un rally que demuestre a los ingleses que nuestras carreteras son buenas».
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Era una joya profesional. Cuando la estábamos editando recibí una orden urgente de trasladarme al Ministerio de Exteriores donde enseguida me pasaron al despecho del ministro Pedro Cortina Maudi, quien de forma casi diría que agresiva me recriminó haber actuado sin permiso del Gobierno. Yo estaba anonado, cuando el ministro, aflautando la voz simulando la de Franco, me espetó: «Esta mañana, a primera hora me despierta el Caudillo y me dice: 'Ministro, he recibido una carta de ese presidente africano que fue boxeador y me dice que estuvieron allí los de la tele y que lo del Sahara lo puede arreglar él'.
Al llegar a este punto, el ministro gritó: «y nosotros sin saber nada, es intolerable, ese reportaje hay que verlo y censurarlo. Usted aténgase a las consecuencias». Hace medio siglo y aún siento temblores recordando. Un alto cargo del ministerio lo revisó duraba una hora y lo dejó en 30 minutos escasos. Nadie pudo verlo en España completo, pero el embajador de acreditación múltiple en la zona si le llevó una copia a Amín, vendiéndole el éxito mientras los servicios comerciales del ente lo vendían entero y a buen precio a televisiones de otros países.
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