Mattin

Marruecos, en la cuerda floja

El Foco ·

Desde 2011, el país juega con fuego. La disfuncionalidad entre una monarquía de formas casi absolutas y una sociedad civil que desea una transición a la democracia es cada vez mayor

Daniel Reboredo

Historiador y analista de política internacional

Domingo, 26 de octubre 2025, 00:01

Gran parte del mundo actual se está convulsionando con movimientos sociales, protestas y manifestaciones encarnadas por la que se denomina en los medios Generación Z. ... Vinculada y reducida interesadamente por la domesticada sociología a la tecnología, internet, redes sociales, etcétera, se intenta esconder y minimizar que son iniciativas de indignación y rebeldía contra situaciones de injusticia social, pobreza y desigualdad en las que participan personas no vinculadas a esa generación y que integran también el espectro social.

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Como ampliar las capas de población no interesa a quienes intentan definirlas como juveniles e inmaduras y a quienes manipulan y desinforman en esta cuestión, como en tantas otras, la información que nos llega desvirtúa el mensaje originario quitando valor a las reclamaciones cuando no las pueden silenciar y negar. Ecuador, Grecia, Madagascar, Nepal, Perú, Serbia y ahora Marruecos presentan reivindicaciones sensatas y justas ante situaciones de vida insoportables.

En el país alauí la población se ha manifestado para exigir hospitales en lugar de estadios para un Mundial, el de 2030, en el que se están empleando ingentes recursos económicos que, obviamente, no van destinados a otras necesidades de los ciudadanos. La muerte de ocho mujeres embarazadas en un hospital de Agadir fue el detonante de la explosión, pero inmediatamente se ha incluido en las peticiones la crítica contra la millonaria casta política y militar del país, contra la corrupción endémica del mismo (que se lo pregunten a su primer ministro, Aziz Ajanuch), contra la precariedad, la pobreza y las desigualdades.

Que los ciudadanos marroquíes insten a su monarca a que genere, acorde al artículo 47 de la Constitución, un cambio de gobierno, la rendición de cuentas y la liberación de los detenidos por las protestas es una situación inédita en una monarquía parlamentaria con profundos tintes totalitarios. De cara a la galería, Mohamed VI ha iniciado un proceso de reflexión, y de «acción»» en el discurso de apertura del año legislativo del pasado día 10, para que los diferentes estratos administrativos del país planteen medidas que den respuesta a las demandas ciudadanas que algunos reducen al movimiento GenZ 212.

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Las manifestaciones que han sacudido el reino alauí desde el pasado 27 de septiembre, las de la precariedad económica y social, las de los jóvenes sin empleo que han utilizado la plataforma Discord para convocarlas, las que anhelan más servicios públicos básicos educativos y sanitarios, las de quienes miran con rabia hacia las élites corruptas, las continuadoras del Movimiento 20 de febrero que nació en 2011 y del Hirak del Rif, las que igual que las del citado Movimiento fueron acusadas por las autoridades de «servir a intereses extranjeros» o de «abogar por el separatismo», las que han dejado muy claro que no están en contra de la monarquía aunque desean que sea parlamentaria de hecho, han encontrado como respuesta, una vez más, la represión y buenas palabras.

Como señalábamos con anterioridad, las reivindicaciones del movimiento no son exclusivas de esta generación y reflejan preocupaciones compartidas por todos los marroquíes víctimas de un régimen que les roba el sustento, la voz y el futuro y los emplea como arma política contra Argelia, contra España, contra Europa y contra cualquiera que pueda utilizar para disimular el nacionalismo vacío y la corrupción que lo empapa y el fracaso que los expulsa del país si quieren mejorar sus condiciones de vida.

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Diez años de medidas antisociales, la degradación de las infraestructuras educativas y sanitarias, las enormes desigualdades sociales y demás situaciones de esta índole generadas por un largo e impopular proceso de toma de decisiones de una clase política, de unos partidos, de un Parlamento y de los diferentes gobiernos han llevado a los ciudadanos, muchos de ellos de la clase media urbana, a un callejón sin más salida que la protesta en la calle.

Las reformas posteriores a los sucesos de 2011, sobre todo la nueva Constitución, aplacaron los ánimos, pero no respondieron a las expectativas estructurales de transformación del sistema político y económico. Casi tres lustros después, se vuelve a solicitar lo mismo que entonces, ya que los problemas no solo siguen ahí, sino que se han incrementado.

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Ninguna de las ocho monarquías árabes actuales (Arabia Saudí, Bahréin, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Kuwait, Omán y Marruecos) se libra de la corrupción estructural. Si a ello unimos que el «desarrollo» en el que se encuentra inmerso el país alauí, con numerosos y grandes proyectos, no se refleja en las condiciones de vida de los ciudadanos, podemos entender la naturaleza profunda de las protestas.

Sorprende, en cierta medida, este escaso reparto de la riqueza, aunque la avaricia no tenga fondo, viendo la proyección del país después de la ruptura de las cadenas de suministro mundiales en la última década. Tras dicha ruptura, la Unión Europea, sin ir más lejos, se ha «ligado económicamente» a Marruecos al convertirse este país en uno de sus principales exportadores de productos esenciales (aviones, productos agrícolas, vehículos, entre otros).

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Desde 2011 Marruecos juega con fuego manteniéndose perennemente en la cuerda floja. A pesar del poder omnímodo del monarca, la radicalidad está ahí y los conflictos que han afectado a sus vecinos pueden tomar forma en cualquier momento. La disfuncionalidad entre una monarquía de formas casi absolutas y una sociedad civil que desea una transición hacia la democracia real cada vez es mayor y la coexistencia entre ambas puede quebrarse sin remedio. Si la Casa Real alauí sigue con los artificios, los enredos y los engaños es muy probable que su subsistencia tenga fecha de caducidad.

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