Bloque C: el derribo de un fracaso
El edificio recién demolido en Aldea Moret no solo simbolizaba la marginalidad, sino también los errores cometidos en política social
La calle Ródano de Aldea Moret, y dentro de ella el Bloque C, han resonado durante décadas en el imaginario colectivo de Cáceres como el ... sitio a evitar, el punto donde se concentraba todo lo que no queremos ser como sociedad. Ocupación ilegal de viviendas, tráfico de drogas, incivismo a niveles delirantes, peleas, apuñalamientos y hasta un asesinato jalonan la historia de un edificio que no solo era el gran símbolo cacereño la de marginalidad, como se ha repetido de manera recurrente en las últimas semanas, sino también de los errores cometidos en política social durante los años ochenta y noventa, cuando se crearon en las principales ciudades extremeñas grandes masas de viviendas sociales concentradas en barrios del extrarradio, rápidamente convertidas en guetos que en muchos casos se mantienen hoy en día y que han desvirtuado la naturaleza de barriadas que, como Aldea Moret, había sido habitadas tradicionalmente por familias obreras, muchas de las cuales siguen viviendo allí y que ahora son las que más sufren los problemas generados por la concentración de la marginalidad en zonas concretas de su barrio de toda la vida.
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El Bloque C era el paradigma del fracaso de esas políticas, una gran mole de ladrillo rojo donde, entrados los años 2000, la convivencia se llegó a deteriorar hasta el punto de que la entonces alcaldesa socialista, Carmen Heras, decidió ponerle fin y acordó con la Junta de Extremadura, propietaria del edificio, proceder al desalojo definitivo. Desde entonces había permanecido vacío y fue otro alcalde socialista, Luis Salaya, quien puso en marcha el procedimiento para el derribo que ha culminado esta semana. «La reconversión del bloque sería un símbolo de la victoria de lo público, de lo común sobre la violencia, la marginalidad y la ocupación ilegítima del espacio público», escribe Salaya en un artículo publicado en HOY este viernes. Esa reconversión tendrá que ser acometida por el PP de Rafael Mateos, que ha heredado el derribo del bloque y ahora tiene la responsabilidad de decidir qué hacer con el solar, para lo cual ha iniciado una ronda de conversaciones con los colectivos del barrio.
La demolición del Bloque C es un símbolo, pero no acaba con los problemas de Aldea Moret, cuya raíz es mucho más profunda que la existencia o no de un determinado edificio de viviendas. Hay una verdad incómoda que en Cáceres casi nadie admite en público, pero que creo necesario poner sobre la mesa, y es que una mayoría de los cacereños, al menos de los que no viven en Aldea Moret (insisto en que el problema se da solo en una parte del barrio), se sienten cómodos con la existencia del gueto, en el sentido de que les reconforta saber que esa esquina de la ciudad de la que no quieren saber nada, y que en el fondo les da miedo, está allá a lo lejos, separada del resto por la frontera física que marcan las vías del ferrocarril. Lo que no se ve no existe, y por lo tanto se puede seguir con la vida normal, aunque en el fondo sepamos que la calle Ródano también es Cáceres y que lo honesto sería afrontar el problema. Averiguar cómo hacerlo es lo difícil.
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