La lista de regalos era interminable, pero lo más sorprendente de todo, es que no presentaba apenas novedades. Todo lo que en ella se recogía, ... ya había pasado por las manos del niño. En esa suerte de catálogo de la felicidad, se recogían versiones mejoradas de objetos con los que ya había sido obsequiado. Era realmente complicado ofrecerle algo diferente y que le gustara.
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Nadie recuerda exactamente a qué celebración correspondía este inventario. Tal vez, su cumpleaños, su fiesta de graduación o el recibimiento de la comunión. Su vida era muy parecida a la del resto, regalo arriba, regalo abajo. Había nacido rodeado de cariño y protección, recibiendo todo lo que necesita un ser humano para crecer sano y fuerte. Tampoco vamos a caer en el engaño de pensar que no existían los que recibían poco o nada, pero en el peor de los casos, al menos en su país, no les faltaba lo esencial.
Sin embargo, este niño, pasados unos años, decidió lanzarse al mar en una pequeña embarcación, atestada de personas, sin permiso ni papeles. Dejarlo todo para irse a vivir a otro continente, incluidos seres queridos y cualquier tipo de recurso. No sabía qué encontraría al otro lado. Desconocía el idioma, el carácter y la cultura de la gente que lo esperaba en su nuevo destino. Pero asumió todos estos riesgos, con la única intención de marcharse de su casa, de todo lo conocido, persiguiendo el sueño de disfrutar de mayores comodidades y lujos.
¿Qué parte de esta historia es falsa? Esta pregunta retórica está cargada de ironía. Y de doble intención.
En estos momentos, en Canarias y Ceuta, hay más de 4.500 menores no acompañados, viviendo en centros de acogida que están absolutamente desbordados. Amnistía Internacional, en su último informe, recoge la saturación y las denuncias por malos tratos y castigos excesivos. La falta de personal cualificado es la causa de que muchas conductas se castiguen con aislamientos y con lo más cruel que puede hacerse a un niño o niña en esta situación precaria: retrasar la tramitación de sus papeles y permisos.
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El traslado y reparto de estos menores por distintas regiones sigue bloqueado, mientras la clase política prioriza posibles alianzas y votos a la firma de un acuerdo que les permita vivir dignamente, echar raíces y contar con mayores oportunidades. Evitar la concentración y la masificación es una cuestión de pura lógica. Ninguna comunidad está preparada para tanta gente que necesita ayuda y tutorización y además, la distribución equilibrada dificulta la aparición de guetos que les condenen a la falta de integración social, favoreciendo el intercambio cultural.
Huelga contestar a quien piensa que estos menores no vienen huyendo de la miseria, la guerra o la falta de apoyos, de las que no son responsables. Nadie con esa edad, dejaría su hogar si no lo considerara su única salida.
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España abandera la lucha por los derechos humanos, pero enseña descaradamente sus vergüenzas cuando abandona, por motivos espurios, a los más desprotegidos.
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