Suena el despertador. No buscas a ciegas el reloj en la mesilla, sino tu 'smartphone'. La esfera numerada también ha sido fagocitada y sustituida por ... una aplicación móvil. De inmediato, la pantalla muestra las notificaciones que has recibido y te encuentras con el 'storytelling' de la jornada. Notificaciones en tus redes sociales, anuncios en la bandeja de entrada de tu correo electrónico y el video viral que ha sido compartido un millón de veces. Comienza el día.
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A partir de ese momento y sin que seamos conscientes, empieza a librarse la batalla por capturar nuestro tiempo y especialmente, nuestra atención, que se ha convertido en un recurso más que valioso para la economía actual. La llegada de internet, coincidiendo con el nuevo siglo, ha cambiado de forma radical los modelos tradicionales de comunicación, donde unos pocos se dirigían al gran público porque eran los únicos capaces de generar contenidos. Eso ya es historia. Hoy, es más fácil que un escritor novel cuelgue en un blog su novela y sea leída por miles de personas, que llamar a las puertas de una editorial con la esperanza de que sea publicada. Un título impactante, una selección correcta de redes y anuncios atractivos, se convierten en el gancho definitivo. Y gratis.
El problema y por tanto, el reto para las empresas, consiste en lograr diferenciarse ante la sobredosis de información y de canales, que dispersan nuestro interés en una sociedad que no para ni un segundo. Las grandes compañías recurren a los datos, el petróleo actual, para conseguir clientela a base de algoritmos sofisticados. Analizan patrones para recomendarte su producto o servicio de forma personalizada y atractiva para ti. Solo para tí. Por su parte, las más pequeñas buscan estrategias de marketing basadas en la creatividad, con el objetivo de alcanzar viralidad, y tratan de crear comunidades virtuales que favorezcan la interacción entre las personas usuarias, generando compromiso y fidelidad con la plataforma. En ambos casos, la experiencia puede ser satisfactoria para los consumidores.
Además, unas y otras se comportan de forma lícita. Las cartas están encima de la mesa y se juega para ganar. Sin embargo, la economía de la atención también tiene implicaciones éticas muy importantes que deben regularse más pronto que tarde. El efecto que pueden tener en los hábitos de consumo y en particular, en nuestra salud mental, no es discutible. El 'ciberanzuelo' que en ocasiones se utiliza, consiste en publicar imágenes y titulares con el fin de que se haga clic a toda costa, y olvida que la presión por cumplir los ideales que venden, puede afectar a la autoestima y generar patologías como la depresión, trastornos de la conducta alimentaria y otros muchos.
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Esta compleja realidad es la que debe afrontarse con responsabilidad y tratar de poner la creatividad al servicio de una sociedad que promueva el valor de la autoaceptación y la diversidad. Sencillamente porque somos diferentes. De lo contrario, el precio a pagar puede ser demasiado alto.
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