Cómo aquella niña de la película 'Poltergeist' cuya voz angelical avisaba de la presencia de entes del más allá, en Extremadura, desde este fin de ... semana, ya podemos sentir que han llegado. Debemos prepararnos para, queramos o no, asistir en los días próximos a fenómenos, un tanto paranormales, que, por partida doble, han de transportarnos a un mundo de ilusión, fantasía y prodigios extraordinarios.
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Y es que, si Vigo se ha apropiado del inicio de la Navidad, aquí, además del boato navideño, nos hemos erigido en precursores del ciclo electoral. Es decir, que a la explosión de felicidad impuesta que se nos reclama cada año en estas fechas va a unirse un desparrame de promesas y bienaventuranzas electorales, demandando un ejercicio de fe mayor que el de creer en un niño Jesús blanquito y rubio, cual sueco, en la Palestina del año cero.
Prepárense para un atracón de beatitud y buenos propósitos maridado con propuestas de brillantina y políticos revestidos en espumillón. Para caravanas electorales cuyos camellos transportarán cientos de paquetes de brilli-brilli que, llegado el momento, comprobaremos vacíos.
Si Vigo se ha apropiado de la Navidad, aquí, nos hemos erigido en precursores del ciclo electoral
Allá donde haya que montar un belén estarán los candidatos –una María (Guardiola) peinándose entre cortina y cortina y un M. Ángel (Gallardo) anunciando el Advenimiento– ofreciendo, oro, incienso, mirra y progreso. Puede que hasta nos juren que ellos mismos han instalado, más allá de Badajoz, una estrella que guíe al AVE por toda Extremadura.
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No sé si seremos capaces de soportar tanto ajetreo. Las deslumbrantes bombillas invadiendo nuestras calles y las rutilantes apariciones de tanto iluminado –a veces con más sombras que luces– llenando nuestros pabellones. Bisbal, machacando con el burrito sabanero, compitiendo con el griterío de promesas trufadas de improperios. El barullo consumista junto a la maraña de ofertas electorales. Los anuncios de colonias con el tufo politicastro. Figuritas y figurantes, mulas, bueyes y cabestros; cuñados en cenas y cuñadismo televisivo; niños besados por Herodes y brillantinas y oropeles tan falsos como los ríos de papel de plata.
Burbujas y efervescencia que pronto perderán el gas. El champán del domingo solapado por el azar del lunes lotero y el conformismo del martes.
Tiempo de Adviento con mucho viento que concluirá cuando nuestros políticos recojan el ornamento y todo vuelva a ser, como siempre, deslustrado, pero real.
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Quizás el veintiuno haya familias que conviertan el día en un momento especial de ilusión y requerimientos. Y que vayan, primero, hasta un buzón donde los niños depositen la carta a los Reyes, con sus peticiones y sueños y se acerquen, después, al colegio electoral para, allí, los mayores, en un gesto similar, introducir en la urna unas papeletas con demandas que, a la postre, también serían regalos para esos niños. Y ojalá que el tiempo y la barahúnda no nos hubiesen arrebatado dicha ilusión y todavía confiásemos en que sus majestades los políticos, en lugar del carbón y los insultos, iban, de verdad, a regalarnos aquello que soñábamos en esas papeletas.
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