Durante 80 años hemos seguido el sufrimiento del pueblo judío, hemos convivido con él en libros y en películas. Hemos contemplado la Soah. Ese sufrimiento ... tuvo lugar aquí, en occidente, en pisos solitarios y en inimaginables campos de exterminio. Hemos sentido una piedad que nos ha hecho humanos, porque una nación que representaba la cultura europea mató a seis millones de personas entre las cuales hubo muchas que aportaron lo más avanzado de esa cultura. Hemos sentido tristeza y vergüenza por Irène Némirovsky, por Karel Kapek, por Hélène Berr, por Bruno Schulz, Walter Benjamin, Milena Jesenská, Primo Levi y otros muchos que murieron de una forma tan absurda (y además lo expresaron) que somos incapaces de concebirla, ni aun sabiendo lo que originó la 'solución final'. La historia del pueblo judío ha sido una historia de sufrimiento. Nos la han explicado desde Flavio Josefo hasta Fleuchtwanger, Klemperer, Friedländer y miles más, incluido Sebastian Haffner, que fue un alemán que tampoco entendió el silencio de sus contemporáneos ante el nazismo. Israel ha pormenorizado los nombres de los que murieron en docenas de muros, y ha mantenido en pie la contradictoria definición de hombre que hemos tenido que soportar hasta el momento.
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Pero Israel ha optado por reescribir la historia. Lo que está ocurriendo en Gaza no es defenderse del terrorismo de Hamás; es una limpieza étnica, un genocidio ejercido con las mismas justificaciones que el que sufrieron los judíos. ¿Defensa o venganza? ¿Venganza o simple imitación? Atacar colas de gente que busca comida invalida la historia desconsolada del pueblo judío, porque ahora está utilizando, igual que lo utilizó entonces el Tercer Reich, el silencio cobarde del resto del mundo. Israel debe defenderse de quien secuestre y mate a su gente, pero no a costa de exterminar a cuarenta mil gazatíes desarmados, veinte mil de ellos niños. El gobierno israelí ha invalidado el derecho internacional y todos los derechos del hombre. A partir de este momento no puede avalar con su historia la posición que ha conseguido en el mundo, porque está profanando su propia aflicción. Haber sufrido no es razón para someter a los palestinos a un sufrimiento idéntico. El absurdo por el que pasaron no les sirve para matar, pues matan para librarse de quienes vivían en lugares que ahora transforman en asentamientos, matan por territorios. Quizá se trate de la locura de Netanyahu, pero Netanyahu representa a una sociedad que está haciendo lo mismo que los alemanes a partir de 1933. No es posible reescribir la historia de esta forma, porque este mandatario está haciéndolo contra quienes murieron por ser judíos.
¿Qué podremos ver, a partir de ahora, en figuras como Ana Frank y otros muchos que intentaron sin fortuna salvar la vida, defenderse, o que murieron en campos de exterminio? ¿Pueden seguir dándonos el mismo mensaje? Los pensadores judíos, que han construido nuestra cultura y creado el horizonte donde nos miramos, se están quedando sin voz. El gobierno israelí se la está quitando, está respondiendo a ese desconsuelo con una atrocidad. Está borrando lo que Ana Frank describió en su diario. La justicia con que se está combatiendo a los terroristas se parece más a una desalmada impotencia. Ana Frank vuelve a ser arrestada. Volverá a morir en Bergen-Belsen, esta vez con el rostro de un niño palestino.
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