Visitantes, la inevitable amenaza de los pueblos
Pequeñas localidades extremeñas saben que recibirán más veraneantes que nunca, lo que ha despertado el recelo en sus habitantes más mayores por temor a rebrotes de coronavirus
Cuentan varios alcaldes de pequeños pueblos de la región que en las últimas semanas cada vez que aparecía un coche nuevo daban la alerta. Más que un visitante lo consideraban un contagiador en potencia. No es nuevo que los propios vecinos se hayan convertido en policías de la salud de sus paisanos. La cuestión es que en cuanto empiece el verano muchas de estas poblaciones multiplicarán sus habitantes con personas llegadas de fuera, la mayoría de ellas de Madrid. No es una intuición, el consejero de Sanidad, José María Vergeles, avanzó el sábado que la región espera entre 300.000 y 500.000 personas este verano. Y añadió que le preocupa que muchas piscinas no estén abiertas.
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José María Hernández es alcalde de Cuacos de Yuste, una pequeña localidad de La Vera de 860 habitantes. «El pueblo vive con incertidumbre y miedo desde hace tiempo. Ven a un forastero y ya me están llamando. Les tengo que explicar que ya se puede hacer casi de todo. Y si en verano suele venir más gente, este año habrá todavía más afluencia, lo cual nos ha hecho repensar algunas actividades, por ejemplo la apertura de la piscina municipal porque sería ilegal aceptar solo a los empadronados. Soy reacio a abrirla. En los festejos taurinos, que son el 16 y 17 de agosto, hay mucha aglomeración de gente, así que mi idea es suspenderlos».
También en el norte de Cáceres, en este caso en la Sierra de Gata, el alcalde de Acebo (600 habitantes), Javier Alviz, prácticamente descarta que este verano haya fiestas en la Plaza Mayor. «Noto que la gente del pueblo está muy escéptica. Si pudieran, la mayoría preferiría que no viniera nadie. A otros en cambio sí les gustaría que viniera la familia a verlos. Pero existe el recelo de qué nos puede traer el que venga. El problema está en los asintomáticos y hay que tener en cuenta que en los pueblos de esta sierra la población está muy envejecida. Ahora la gente está un poco más relajada, pero en las reuniones que hemos tenido los alcaldes de la mancomunidad esa era la gran preocupación de cara al verano, los asintomáticos que vienen de fuera», decía el regidor de una localidad que tiene en sus piscinas naturales uno de sus grandes atractivos.
«No sabemos si la abriremos, la verdad. Depende de Sanidad, de Turismo y de la Confederación Hidrográfica del Tajo. De momento, hasta el 1 de julio, el baño no está autorizado», avisa Alviz.
«Hay recelo en la gente del pueblo, si pudieran, la mayoría preferiría que no viniera nadie»
Javier Alviz | Alcalde de Acebo
Nadie con cargo público lo manifiesta abiertamente, pero en la mayoría de pueblos hay temor a que una avalancha de madrileños comprometa la salud de los demás vecinos. Porque, según cuentan los alcaldes, la mayoría de visitantes que llegan a los pueblos extremeños procede de la capital.
Lo sabe Saturnino Alcázar, alcalde de la localidad pacense de Herrera del Duque (3.500 habitantes), enclavada en La Siberia extremeña. «Este verano se prevé que venga mucha gente de fuera, la mayoría de Madrid, y los vecinos saben que el gran foco del coronavirus ha estado allí y nosotros lo tenemos a dos horas y media. Somos conscientes además de que este verano vendrán más turistas que nunca», decía a este diario el miércoles pasado.
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En su caso, cree que en el futuro el ambiente será más llevadero. «Al principio, en los momentos más duros, sí había tensión. La gente censuraba estas visitas. Ahora los vecinos están más relajados, pero es que al final muchos son primos y hermanos de gente que vive aquí, es normal que vengan al pueblo». Según Alcázar, ahora mismo la única alternativa es reforzar las medidas de contención de contagios, por eso avanza que en la playa natural de Peloche, que sabe que será muy visitada en los próximos meses, se tomará la temperatura antes de entrar, se parcelarán los espacios y habrá normas de entrada y salida para controlar el aforo y que no se produzcan aglomeraciones.
«La palabra es miedo y para un alcalde es difícil gestionar todo esto»
Ramón Díaz Farias | Alcalde de Villanueva del Fresno
La otra cara de la moneda es que estos alcaldes saben que la llegada de gente reactiva la economía local. «El turismo para nosotros es fundamental», dice el regidor de Herrera del Duque. Por su parte, el de Cuacos de Yuste sabe que si finalmente no abre la piscina son siete empleos menos más una familia que vive del chiringuito, entre otros afectados.
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Incluso con los más cercanos
Pero no solo hay desconfianza hacia los madrileños. En Villanueva el Fresno, por ejemplo, tienen mucha relación con Portugal. Al principio de la pandemia todo iba bien con el país vecino y lamentaban que se hubiera cerrado la frontera directa que tenían hacia Mourao. Ahora que se han detectado brotes en municipios portugueses, en este pueblo pacense de la Raya andan más nerviosos, reconoce su alcalde, Ramón Díaz Farias. «Algunos vecinos hacen de policías porque hay pánico y ahora ya causa recelo todo aquel que venga de otro lugar, por ejemplo de Badajoz cuando ha habido algún funeral o un enfermo grave. Después en verano se duplicará la población como es habitual con emigrantes que retornan de Barcelona, Bilbao o Madrid principalmente».
Según explica, por temor al contagio y a un rebrote de coronavirus no habrá fiestas mayores ni piscina. «La palabra es miedo y la verdad es que para un alcalde es complicado gestionar todo esto». En su opinión, hay intereses contrapuestos, por un lado el ocio y por otro la salud, además de la economía local porque el supermercado en vez de vender para 3.500 personas, dice este alcalde, en verano lo hace para 7.000. Según Díaz Farias, «ahora mismo las tensiones se acallan porque hay poca gente y nos conocemos todos, pero dentro de un tiempo no sabemos cómo se va a reaccionar, espero que con sentido común».
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«Hay que cambiar el chip»
Pero no solo los madrileños o cualquier forastero extremeño que llegue a un pueblo generan desconfianza. También inquietan los paisanos de la localidad que han retornado, que ahora no son bien mirados. El caso de Salvatierra de los Barros podría ser uno de tantos. Allí hay personas que trabajan en Mallorca en el sector del turismo y lo habitual es que fuera de temporada, entre octubre y diciembre, vuelvan a su pueblo. Este 2020 ha sido especial y ha habido vecinos que han venido en primavera al estar los hoteles cerrados. Han regresado a sus propias casas e incluso esto ha generado comentarios negativos o de temor.
«Creemos –dice el alcalde de Salvatierra, Francisco Saavedra– que no hay que mirar a todos los que vengan al pueblo como apestados porque ahora mismo la autoridad sanitaria permite la movilidad. Creo que más que miedo, al virus hay que tenerle respeto. Además, muchos de los que vendrán serán familiares».
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«Hace tiempo que hay incertidumbre y miedo. Ven a un forastero y ya me están llamando»
José María Hernández | Alcalde de Cuacos de Yuste
Según el primer edil de esta localidad pacense de 1.700 habitantes, el noventa por ciento de la gente que ha ido a su pueblo lo ha hecho dentro de los supuestos permitidos. Y subraya que ahora lo que hay que hacer es mantener las medidas higiénicas y de distancia.
Además, cree que el riesgo lo tienen todos porque hay mucha gente de Salvatierra que trabaja fuera y comerciales que tienen que ir al pueblo. Como alcalde, Saavedra habla de «cambiar el chip respecto a la vida que llevábamos». Y añade que «si queremos reactivar el turismo y la economía de los pueblos no tiene sentido tener tantos recelos. Yo espero que cuando llegue la nueva normalidad se rebaje la tensión».
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