La universidad alemana alucina con el chozo extremeño
Estudiantes de Arquitectura conviven doce días con pastores de Cabeza del Buey para aprender técnicas sostenibles de construcción y acaban creando un chozo desmontable para llevárselo a Sttutgart
Johannes y Vroni son estudiantes de Arquitectura y Javier, Julián y Fidel son pastores de ovejas. Pertenecen a países diferentes y generaciones distintas, pero estos ... días han aprendido mucho unos de otros, sobre todo los jóvenes de los mayores. Han coincidido en Cabeza del Buey, un pueblo que se ha animado en los últimos días y no ha sido solo por la romería del pasado fin de semana.
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Treinta alemanes pulularon por el pueblo desde el 25 de septiembre hasta el pasado viernes en esta localidad de 1.160 habitantes situada en el extremo Este de la provincia de Badajoz. Pertenecen a la Universidad de Stuttgart y en estos doce días se dedicaron a estudiar la arquitectura tradicional de esta zona y su relación con el paisaje y la economía local. El remate de la experiencia fue la construcción de dos chozos con material vegetal a escala real, a lo cual se dedicaron la mitad de ellos.
El otro grupo de estudiantes estudió la casa tradicional de colada, con su puerta de acceso en el centro, pasillo y patio al final, habitaciones a los lados y doblado, mientras que y en el exterior estaba el lanero, establo y corral una tipología que se está perdiendo con reformas y demoliciones y que desde el punto de vista de la eficiencia climática es muy interesante para los expertos.
«Rogamos que abráis las puertas de vuestras casas a los que estudian la casa de colada para que puedan documentar esta tipología tan importante de la arquitectura popular española», fue el mensaje que se dirigió a los vecinos a finales del mes pasado desde el Ayuntamiento.
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La acogida fue increíble, según los participantes, de entre 20 y 27 años. «Al final, no sólo habremos ampliado nuestros conocimientos técnicos, sino que volveremos a casa con un buen recuerdo del lugar y de nuestros anfitriones», decía el joven Johannes Pfaff. «Este conocimiento sobre los chozos tiene mucho valor», añadía Vroni Geiselbrechtinger.
Volcados con ellos en el pueblo
Además de contar con expertos locales y externos, el equipo docente fueron seis personas, entre ellas Alba Balmaseda, artífice de la idea. Es arquitecta, profesora en Stuttgart y su bisabuela procede de Cabeza del Buey. Aunque antes de mudarse a Alemania en 2018 vivía en Madrid, seguía conectada al pueblo extremeño de sus antepasados gracias a su abuela o su prima.
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«En la universidad donde enseño queríamos hacer un taller a escala 1:1, me pidieron ideas en pensé en el chozo de los pastores que veía de pequeña. Es una construcción preciosa, sostenible desde el punto de vista de los materiales y además permitiría poner en contacto con los pastores a estos jóvenes que viven en lugares muy industrializados. Presenté el proyecto a la fundación Sto-Stiftung, que se dedica a la innovación en la educación, después hablamos con la alcaldesa, Ana María Valls, y se ha volcado, igual que la gente del pueblo», cuenta Balmaseda como punto de partida de la experiencia.
Adelfa, enea, caña, cuerda,...
En el proyecto participa una empresa local de bioconstrucciones que ha dado el soporte técnico, si bien lo interesante de la actividad ejecutada por los jóvenes alemanes fue entender cómo antaño, cuando el campo no estaba tan parcelado y la trashumancia era un motor económico en la España rural, los propios pastores hacían acopio de los materiales de sus viviendas en las riberas de los ríos. Así, con adelfa, enea, caña y cuerda de esparto ponían en pie sus viviendas para esas larga travesías acompañando al ganado.
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Además, la satisfacción ha sido tal que a mitad de la primera semana variaron el plan con el fin de llevarse uno de los chozos a Alemania para exponerlo a en este mes de diciembre. «Esto nos ha obligado a innovar haciéndolo desmontable para podérnoslo llevar», explicó.
«Una mirada externa puede dar valor a algo que estamos acostumbrados a ver»
Alba Balmaseda
Arquitecta y promotora
Lógicamente, no todo se ha quedado en los detalles técnicos. «Ha habido mucha curiosidad por ambos lados. En el caso de los pastores tratando de entender por qué quieren venir desde tan lejos a aprender algo que para ellos es normal, lo cual les ha llebado de orgullo. De hecho, les han enseñado sus cencerros, sus silbidos, han tejido con ellos la enea y han pastoreado (...). Hay que tener en cuenta que los estudiantes vienen de un país muy industrializado donde la ganadería no es algo que no exista, pero se considera un trabajo secundario, normalmente la gente vive de otra cosa». Los participantes tampoco han desaprovechado la oportunidad de vivir de cerca una romería, a la que llegaron el fin de semana montados en carros y tractores, cuenta Balmaseda, que ha hecho de traductora, aunque con el inglés que saben muchos jóvenes del pueblo más el español de algunos de los alumnos han conseguido entenderse estos días.
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Según cuenta la arquitecta que ha promovido la iniciativa, «una mirada externa puede dar valor a algo a lo que estamos muy acostumbrados a ver», decía a este diario.
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