«¿Qué se te ha perdido ahí?»
El viaje de Krasznahorkai. El Nobel que vino a Extremadura a pesar de los avisos en contra
Dos libros editados por la fundación Godofredo Ortega Muñoz: 'El último lobo', del escritor László Krasznahorkai (Gyula, Hungría, 1954), y 'El reino de fortuna', del ... filósofo Peter Sloterdijk (Karlsruhe, Alemania, 1947). El primero acaba de conseguir el premio Nobel de literatura y el segundo ha escrito 'Crítica de la razón cínica', la obra de filosofía más vendida en Alemania desde la II Guerra Mundial.
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'El último lobo' (2009) y 'El reino de fortuna' (2013) son el resultado literario de sendos viajes de estos escritores por Extremadura financiados por la fundación Godofredo Ortega Muñoz. Peter Sloterdijk nos visitó entre el 26 de octubre y el 2 de noviembre de 2008 y el premio Nobel estuvo aquí un poco antes: 12 días entre febrero y marzo del mismo año. Leyendo ambos libros, sorprende que su visión de Extremadura tuviera tantas coincidencias.
Cuando László Krasznahorkai contó a su traductor y a su editor, los únicos españoles con los que había tenido relación, que una fundación que no conocía lo había invitado a una región española que tampoco conocía, ellos le manifestaron su asombro: «¿Qué se te ha perdido a ti en Extremadura?». Y avisaron al futuro premio Nobel con letras mayúsculas: «ALLÍ NO HAY NADA, es un territorio enorme, despiadado, desierto, llano (…), sin apenas gente porque la vida es allí durísima, profunda miseria y árido vacío». Es más, le proponen cambiar de destino: «Mejor ven a Barcelona con nosotros, aquí se está bien».
Pero Krasznahorkai vino a Extremadura y de su libro, escrito sin un solo punto y convertido hoy en una joya que busca todo el mundo, nos interesa sobre todo la percepción que tuvo de la región un futuro premio Nobel.
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Escribe sobre su viaje por una valle maravilloso célebre por sus cerezos en flor, reconoce que Extremadura posee un encanto especial y le bastan dos días aquí para comprobar que «la naturaleza es espléndida». Le gusta «sobre todo la dehesa, cuya esencia es que los árboles se alzan de forma dispersa». Concluye que «Extremadura es fascinante y no solo me parece magnífico su paisaje, sino también su gente», a la que define como hombres buenos.
Y entonces aparece el temor en su libro: «Extremadura se halla todavía fuera del mundo, tanto la naturaleza como las personas, pero no se da cuenta del peligro que supone la amenazante proximidad del mundo». El Nobel vio fotografías de la Extremadura de los tiempos de miseria horrible a la que había que poner fin, «y ya se acabó con ella, pero lo terrible es que no hay otro instrumento para eso que dejar entrar el mundo (centros comerciales y autopistas a diestro y siniestro) porque eso condena todo, también el paisaje y la gente de Extremadura». Y concluye: «No son conscientes de lo que les espera».
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Ese miedo al progreso mal entendido o entendido como una única dirección obligatoria y sin escape aparece también en la visión que Sloterdijk tuvo de Extremadura, una tierra donde escuchó los ecos de una precariedad secular y de una necesidad de cambiar de vida. Al igual que Krasznahorkai, percibe el sosiego de la naturaleza y la humanización de sus gentes y, al igual que el Nobel, sugiere que saboteemos el destino. Como escribe el filósofo Isidoro Reguera en el ensayo incluido en el libro 'extremeño' de Sloterdijk, debemos renovelar Extremadura sin dejar entrar el mundo prescrito por el progreso oficial, manteniéndola como el oasis de naturaleza y humanidad de Europa.
Sloterdijk y Krasznahorkai son grandes escritores, grandes pensadores, reconocidos y premiados, pero una cosa es leerlos y otra que les hagamos caso.
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