De Llerena a Nueva York, un viaje con científicas extremeñas

Cuatro extremeñas relatan cómo ha sido su camino para hacerse un hueco en un mundo que aún sigue liderado por hombres

Domingo, 7 de marzo 2021, 08:42

En Llerena, Inmaculada Espárrago enseña experimentos en el Centro Interactivo de Ciencia; en Barcelona, Bárbara Rivera investiga sobre el cáncer hereditario; en Berlín, ... Elisa Palacino se mueve entre química y óptica molecular, y en la Facultad de Medicina del hospital Monte Sinaí de Nueva York, Ana Fernández-Sesma lidera un grupo que investiga sobre diferentes virus. Ahora, como no podía ser de otro modo al estar en uno de los centros más prestigiosos del mundo, también lo hace sobre la covid.

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Todas son extremeñas que trabajan en ciencia, un mundo que en pleno siglo XXI sigue estando liderado por hombres. Un 'viaje' con ellas, justo antes de conmemorarse el Día de la Mujer (8M), es suficiente para darse cuenta del esfuerzo que han realizado para llegar a los puestos que ocupan.

En su ámbito hay datos que ponen de manifiesto la desigualdad. Son más las que estudian y menos las que lideran, dirigen, coordinan o llegan a lo más alto. Un ejemplo de ello es la Universidad de Extremadura, donde nunca ha habido una rectora. En la Facultad de Ciencias, donde se estudian carreras como Biología, Biotecnología, Química o Matemáticas, entre otras, se matricularon en el último curso 866 mujeres y 789 hombres. En el cómputo total de la universidad, ellas fueron 10.567 y ellos 8.155, según el portal de transparencia de la institución universitaria.

Es cierto que cada vez son más las mujeres con la categoría de profesor titular. Son el 41%, pero a medida que se sube en el escalafón la diferencia es mayor. En ese ascenso también influye que la UEx se creó en la década de los setenta y sus aulas estaban ocupadas en su gran mayoría por hombres. Aún así, la diferencia es más que evidente. Actualmente hay 39 catedráticas frente a 196 hombres con esa categoría.

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En los grupos de investigación sucede lo mismo. Hay 668 mujeres y 1.043 hombres. En ellos hay 47 coordinadoras y el triple de hombres al frente (154).

En cuanto al personal científico investigador hay 60 mujeres y 91 hombres, y en los institutos de investigación ellos son 355 y ellas 213. Los dirigen cuatro directoras y diez directores.

Además, es llamativo que en el desglose del personal docente investigador solo son más mujeres que hombres en las categorías de ayudante, profesor colaborador, personal con contrato predoctoral, profesor sustituto y profesor de ciencias de la salud, un ámbito que siempre ha estado relacionado con el cuidado.

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Poco a poco las cifras van cambiando y mujeres como Bárbara, Inmaculada, Ana y Elisa demuestran que la ciencia al más alto nivel también es cosa de ellas.

Bárbara Rivera

«En la mayoría de los laboratorios casi todos los jefes son hombres»

Bárbara Rivera investiga sobre el cáncer hereditario. HOY

Bárbara Rivera (Montijo, 1983) estudió Biología y Bioquímica en la Universidad de Salamanca, hizo un doctorado en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas en Madrid, en el área de genética humana, y siguió con un posdoctorado en Canadá. Fue profesora en la Universidad McGill (Montreal) en el departamento de oncología y allí estuvo hasta diciembre de 2019. Ahora trabaja en el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), en Barcelona. Ese es el currículum a grandes rasgos de Rivera, que está lleno de países, proyectos, centros prestigiosos y sobre todo mucho esfuerzo.

Investiga principalmente sobre tumores hereditarios raros, un ámbito en el que se ha hecho un hueco pese a la dificultad de conseguir fondos. «Es un reto, pero en los últimos años se está destinando más a las enfermedades raras», asegura Bárbara.

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«Ser mujer en ciencia es muy difícil por motivos históricos. Lo que hemos conocido es que los académicos, los poderosos y los inteligentes normalmente se asocian con hombres. En mi caso, he tenido suerte porque mi mentor, mi supervisor en Canadá, nos ha valorado siempre a todos por igual, así como académicos, mujeres y hombres, que me han ayudado mucho», apunta.

Ejemplos machistas

También reconoce que se ha encontrado barreras. «Ha habido momentos en los que si hubiera sido un hombre me hubieran tratado de manera diferente», comenta antes de poner un ejemplo. «Estaba en la carrera y uno de los profesores me dijo que una presentación que acababa de hacer era muy poco atractiva visualmente y colorida. Luego, me dijo que si yo vestía muy bien y tenía estilo por qué no lo aprovechaba para hacer unas presentaciones más bonitas. Lo hablé con mis compañeros y creo que eso a un chico no se lo habría dicho», recuerda. No es el único ejemplo: «Me he tenido que sentar en negociaciones con mi jefe al lado; quizás si hubiera sido un hombre no hubiera tenido a alguien al lado», añade.

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Cuando se le pregunta por el techo de cristal en la ciencia, responde rápido. «Existe y se ve en la mayoría de los laboratorios biomédicos. En ellos casi todos los jefes son hombres. Hay pocas directoras de institutos de investigación, pero poco a poco se está rompiendo esa tendencia».

Da una clave para avanzar y que las mujeres ocupen más puestos en la ciencia. «Las niñas tienen que programar porque ese va a ser el lenguaje del futuro. Es como si ahora las científicas no supiéramos hablar inglés. Si a ellas les seguimos dando muñecas y a los niños ordenadores vamos a tener un grave problema».

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Inmaculada Espárrago

«Hubo mujeres que tuvieron que poner sus inventos a nombre del marido»

Inmaculada Espárrago en una de las salas del centro Experimenta. HOY

Inmaculada Espárrago (Badajoz, 1963) dirige el Centro Interactivo de Ciencia Experimenta ubicado en Llerena, un edificio de más de 700 metros cuadrados que lleva en funcionamiento desde 2013 y que visitan cada año alumnos de centros educativos de Extremadura y Andalucía. Lo hacen para conocer salas con experimentos de química y física, un laboratorio para realizar talleres, un planetario y un observatorio astronómico.

Espárrago es licenciada en Biología por la Universidad de Extremadura y antes de adentrarse en la dirección de este centro estuvo más de 20 años como profesora de Secundaria. «Cuando pensamos en científicas solo nos centramos en el ámbito de la investigación, pero el resto de campos en el que también hay mujeres implicadas son importantes. No se nos puede olvidar que para llegar a ser investigadora hay que pasar por fases educativas donde se transmite conocimiento», apunta.

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La enseñanza es su pasión y siempre ha procurado acercar la ciencia a los demás. En ese camino hasta dirigir el centro Experimenta dice que no ha encontrado obstáculos por ser mujer, aunque reconoce que este proyecto ha sido casi su creación. «He trabajado con otros compañeros, pero siempre he estado muy implicada desde sus inicios», matiza.

Su principal objetivo es hacer llegar la ciencia desde edades muy tempranas. «Cuando no había pandemia hacíamos talleres dirigidos a alumnado de tres años y ahí contamos que las mujeres también han inventado. El trabajo de los hombres siempre se ha visibilizado más», dice la directora de Experimenta, donde anualmente celebran el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

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Grandes inventoras

Este año lo han dedicado a inventoras. «Muchas de sus creaciones se desconocen y las utilizamos a diario». Alude, por ejemplo, a la creadora del primer libro electrónico. Lo hizo la española Ángela Ruiz Robles, que se adelantó en veinte años al dispositivo diseñado en 1971 por el estadounidense Michael Hart y en más de medio siglo a los actuales 'e-books'.

«La mujer inventora lo ha tenido muy difícil. Se adueñaron de los inventos de algunas de ellas o los tenían que poner a nombre de sus maridos porque no les dejaban registrarlos», cuenta esta divulgadora científica. «Todo eso ya ha cambiado afortunadamente, aunque aún queda camino por recorrer», concluye.

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Ana Fernández-Sesma

«A la hora de contratar, la mujer todavía sigue en desventaja»

Ana Fernández-Sesma lleva más de dos décadas en Nueva York. HOY

Ana Fernández-Sesma (Cáceres, 1965) estudió Biología en la Universidad de Salamanca y con 25 años se fue a vivir a Nueva York, donde hoy es catedrática de Microbiología de la Facultad de Medicina del prestigioso Hospital Monte Sinaí.

Dirige un laboratorio en el que investiga la respuesta inmune de virus como el dengue o la gripe. También ha estudiado el VIH y desde que la covid puso nuestras vidas patas arriba analiza muestras de coronavirus.

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Es líder de un grupo de investigación en el que coordina a doce personas y, cuando le preguntan si ha encontrado dificultades en su carrera por el hecho de ser mujer, no le gusta hablar de obstáculos. «En nuestra vida elegimos lo que queremos hacer, como por ejemplo la maternidad, y eso se tiene que compaginar con la carrera investigadora. Por esa razón, entre otras, el desarrollo de la carrera de una mujer es un poco más lenta. Hay que estar constantemente actualizándose y hay periodos en los que no eres tan visible», reconoce, aunque rápidamente asegura que ha tenido mucho apoyo.

«He podido llegar a una posición de liderazgo y mantener mi grupo de investigación; he tenido muchas oportunidades y las he sabido aprovechar. El problema es que no todo el mundo las tiene», matiza.

Más oportunidades

Fernández-Sesma huye de la queja. Prefiere plantear soluciones. «Se tienen que dar oportunidades a las mujeres para llegar a posiciones de liderazgo o facilidades para seguir escalando», afirma la investigadora, que está impulsando que a las conferencias científicas se puedan llevar a sus hijos. Quiere, por ejemplo, que haya servicios para cuidarlos en esos actos. «Para eso es fundamental que muchas mujeres formemos parte de las organizaciones», añade.

Cree que hay empresas que todavía no han superado algunos prejuicios. «Hay un sesgo inherente, siempre parece que el hombre está más capacitado pese a tener la misma formación. A la hora de contratar todavía la mujer sigue en desventaja», comenta esta viróloga, que es fiel defensora de las vacunas que hay actualmente frente a la covid. «Somos muy privilegiados y permitirnos el lujo de rechazar una vacuna es vergonzoso», dice de forma contundente.

No es partidaria de celebrar este 8 de Marzo con manifestaciones en la calle en plena pandemia. «No creo que se deban hacer, pero igual que no tiene que haber Semana Santa ni finales de la liga con gente en los estadios», argumenta. Considera que el 8M es importante y cree que para hacer que la gente sea consciente de un tema no hace falta salir a la calle. «Se pueden hacer cosas de forma virtual».

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Elisa Palacino

«En mi área somos pocas, pero yo quiero liderar mi grupo de investigación»

Elisa Palacino frente a uno de los programas que usa cada día. HOY

Si se echa un vistazo al currículum de Elisa Palacino (Badajoz, 1990) pocos dirían que con esa trayectoria profesional acaba de cumplir 30 años. Se licenció en Química en la Universidad de Extremadura y al terminar la carrera fue contratada por la Universidad Técnica de Múnich. Allí realizó su doctorado en Química Teórica y Óptica Molecular. Luego pasó a ser investigadora postdoctoral en el Instituto Max-Born de óptica no lineal y espectroscopía ultrarápida.

Vive en Berlín y estudia la estructura molecular de los materiales con láseres, pero está a punto de mudarse a los Países Bajos para trabajar en la Universidad de Groningen gracias a la beca de investigación postdoctoral Marie Curie. Se la ha concedido la Comisión Europea y es una de las más prestigiosas que existen en este ámbito. Es la antesala hacia la élite.

Para lograrlas hay que demostrar que estás entre los mejores. Y así lo ha hecho gracias a un proyecto que ha estado diseñando con el fin de estudiar la transferencia de energía inducida por la luz en materiales fotovoltaicos orgánicos.

Es consciente de que trabaja en un ámbito dominado por hombres. «No sé realmente la razón, pero cuando voy a conferencias solo somos el 10% de mujeres aproximadamente», cuenta Palacino. «En mi área somos pocas, pero yo quiero liderar mi propio grupo de investigación, ganar estabilidad y encontrar una posición de líder de grupo en una universidad. Ahora no tengo preferencia por ninguna; pienso en algún país de Europa por estar cerca de casa, aunque mejor en España». No se ha planteado volver a Extremadura.

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Más esfuerzo que un hombre

«Por desgracia somos muy pocas y para conseguir lo mismo que un hombre tenemos que hacer muchos más esfuerzos. Eso está pasando y creo que se debe a que hay gente que todavía está anclada en ideas del pasado», apunta la científica pacense.

Por suerte, cree que eso está cambiando. «Hay muy pocas mujeres y es difícil llegar a ser líder de grupo. Son pocas las que llegan, pero también las hay», comenta Elisa, que cuando empezó su carrera universitaria eran un 40% de mujeres. «Es algo que está mejorando y por ejemplo ahora hay grupos que apoyan la igualdad de género en la investigación, algo que antes no sucedía».

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