Guadalupe inspira a los artistas
Observatorio de lo Invisible. Por tercer año consecutivo, el monasterio ha acogido un curso de verano para jóvenes creadores de todo el mundo
Que el Monasterio de Guadalupe rezuma arte por cada uno de sus rincones no es nuevo. Sin embargo, durante la última semana diferentes expresiones artísticas ... han brillado aún más en este histórico monumento gracias a un centenar de personas, en su mayoría jóvenes, de muy diversos lugares e incluso nacionalidades.
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Talleres, exhibiciones y conversaciones sobre los procesos creativos han sido protagonistas desde el pasado lunes y hasta ayer sábado.
Todo ello debido a la celebración de la III edición del Observatorio de lo Invisible, una escuela de verano que une arte y espiritualidad, con el impulso de la Fundación Vía del Arte.
«Son talleres eminentemente prácticos y se trata de incitar la creación de los jóvenes artistas»
Cada uno de los participantes ha estado sumergido en uno de los talleres propuestos sobre pintura, música, expresión vocal, escritura, danza, fotografía y dibujo. A partir de ahí, se han desarrollado diferentes alternativas para trabajar el ámbito de la creación.
El director de este Observatorio, Javier Viver, recalca que, con esta labor, también se abre una puerta para observar lo que es invisible a los ojos, «pero de una forma directa entra al corazón, que es lo espiritual y que está íntimamente unido al arte», apunta.
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Como maestros en estos talleres están artistas de reconocido prestigio, como el cantaor y músico Niño de Elche, el coreógrafo y bailarín Antonio Ruz, la fotógrafa Paula Anta, el poeta Jesús Montiel, el compositor y director de orquesta Ignacio Yepes, así como la pintora María Tarruella y Samlo, Santiago López. «Nunca había estado en un lugar donde se palpite tanta creatividad en tiempo real y todo el rato», apunta este último maestro, ilustrador y creativo con más 105.000 seguidores en redes. Concretamente, su taller se titula 'rezar a través del arte y la creatividad' y cuenta con siete alumnos.
Viver recuerda que «son talleres eminentemente prácticos y se trata de incitar la creación de los jóvenes artistas». Asimismo, remarca que esa espiritualidad llega de diferentes maneras. Prueba de ello es que a última hora cada día, se han tenido oraciones polifónicas. También ha habido otras actividades paralelas, como las veladas artísticas en el propio Monasterio.
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Ejemplo de ello fue la del miércoles, con la actuación de Antonio Ruz y sus alumnos, que bailaron en el claustro, mientras que Samlo y sus pupilos recogieron esas imágenes en sus dibujos. Igualmente, este jueves, Niño de Elche cantó mientras Santiago Yañez, en vivo, dibujó una Virgen Dolorosa.
Origen
Javier Viver explica que esta iniciativa llega a Guadalupe porque el primer año se estaba saliendo de la pandemia y las únicas puertas abiertas que encontraron fueron las del Monasterio. A partir de ahí, esta iniciativa no se ha mudado. «Hacer una experiencia de arte contemporáneo, una escuela con artistas que dentro de unos años estarán protagonizando el panorama artístico y cultural de nuestro país, es algo muy especial y hacerlo en este lugar es un lujo».
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La mayoría de los participantes está estudiando alguna disciplina artística. No obstante, este Observatorio no está cerrado a personas que puedan tener ese amor por el arte. Por ello, el director asegura que una de las riquezas que tiene esta propuesta es la diversidad. Se debe a que junta a personas de distintas nacionalidades, procedencias étnicas, edades y con diferentes planteamientos.
Una de las participantes es María Gómez, de 23 años, que llega de Barcelona. Esta graduada en Comunicación Audiovisual ya estuvo en la primera edición, gracias a una beca que ofreció su universidad en Navarra. Ahora, participa por su cuenta. Destaca no solo esa adquisición de los conocimientos del taller al que se apunta, sino el contacto con otros artistas y personas, para su desarrollo personal.
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En esta línea también se pronuncia su compañera, Lucía Martínez, de 19 años. Estudiante de Bellas Artes y Diseño, está en el taller de música, para salir de su zona de confort. «Este encuentro me está ayudando a encontrarme conmigo misma como persona y como artista».
El máximo responsable no se olvida de poner en valor la generosidad de los maestros. Reconoce que sería imposible pagar su caché para que estén durante una semana en esta escuela de verano. «Están entregados a las consultas y a los alumnos, con sus trabajos, que quieren saber más y más», detalla.
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Francisco Contreras, el Niño de Elche, reconoce que en este tipo de espacios, se dan cita personas con inquietudes, con ganas de experimentar y de establecer diferentes formas de entender la práctica artística. «Cuando Javier Viver me lo propuso no tuve ninguna duda». En su caso, ofrece un taller de expresión vocal. «La relación no es maestro alumno, sino es una persona que comparte una serie de experiencias y conocimientos y a partir de ahí, se establecen relaciones», asegura el músico.
Este artista invitó a sus 22 alumnos a hacer un ejercicio de toma de conciencia sobre el silencio, la oración, el diálogo y lo coral, «para que aflore la importancia de la palabra, la fonética poética y la lingüística».
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Aunque el Monasterio de Guadalupe ha sido el centro de este Observatorio de lo Invisible, también se han utilizado otros espacios. Es el ejemplo del taller de pintura, dirigido María Tarruella. Uno de los días, sus pupilos salieron a la naturaleza. «En este ejercicio de silencio, contemplación y expresión, aquí en el monte, quiero que cojan material y se pierdan. No es pintar la naturaleza, sino que la naturaleza nos pinte a nosotros», afirmó la artista.
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