Comida de amigos en el bar del Hogar del Pensionista de Campillo de Deleitosa. A la derecha, Pedro Gómez, y a su lado, Cirilo Mateos. Palma
Emigración en Extremadura

Dos pueblos de Extremadura tienen más vecinos en el extranjero que en la propia localidad

Pueblos de emigrantes en Extremadura ·

Campillo de Deleitosa tiene más del doble de nacidos en él viviendo en otro país, la mayoría en Francia, y a la cercana Mesas de Ibor le pasa algo similar

Antonio J. Armero

Campillo de Deleitosa y Mesas de Ibor

Lunes, 2 de diciembre 2024, 07:28

La broma se escuchó durante años en las barras de los bares y en los salones de las casas y en las conversaciones de acera ... y en los parques y las tiendas de Campillo de Deleitosa y Mesas de Ibor. «Al alcalde lo eligen en París», decía la chanza, basada en un dato que invita a pensar que quizás no era un chiste sino una verdad. Matemática. Según el Instituto Nacional de Estadística, Campillo de Deleitosa tiene 83 personas empadronadas en el pueblo, y 173 que nacieron en él pero residen en el extranjero. Y Mesas de Ibor, a 14 kilómetros, suma 150 vecinos en la propia localidad y 228 viviendo en otro país. Son la representación extremeña en el grupo de pueblos españoles, 101 según publicó recientemente ABC, donde se da esta rareza que se explica por la emigración.

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En el caso de los dos municipios cacereños, la historia es casi idéntica: un día, hace ya cerca de un siglo, un vecino valiente y pionero se marchó a Francia. A buscarse la vida. Y le fue bien. Porque ganaba más dinero y vivía mejor que en el pueblo. Y a la primera vez que regresó, lo contó y lo demostró.

Y los paisanos comprobaron que era cierto. Y algún familiar o amigo o conocido o vecino se animó a imitarle, y luego otro siguió el mismo camino, y después algunos más hicieron lo mismo. Y llegó un momento en el que había más gente del pueblo en Orleans y Saint Denis (a 120 y 10 kilómetros de la capital, respectivamente) trabajando de marmolista o de albañil o en la Renault o la Citroën que en el propio municipio cuidando los animales y los sembrados. Y así hasta el día de hoy, en el que entras un martes de noviembre al bar del Hogar del Pensionista y de la pandilla de seis que disfruta un guiso de carne de cordero y dos botellas de vino, todos han vivido o viven o han tenido o tienen algún familiar en Francia.

«Yo nací en Francia y me volví al pueblo los 29 años, porque prefiero la calidad de vida que te da el pueblo»

Roberto Muñoz

Alcalde de Mesas de Ibor

A Roberto Muñoz, el alcalde de Mesas de Ibor, no le eligieron en París como dice la guasa porque desde el año 2011 los españoles residentes en el extranjero no pueden votar en las elecciones municipales, pero su conexión gala es si cabe más potente. Porque él es francés. «Mi padre –cuenta– se fue a Alemania en los años sesenta, estuvo allí un tiempo y se volvió al pueblo. Pero al poco se fue a Francia, porque ya había allí algunos de Mesas, entre ellos sus hermanos. Se puso a trabajar en la fábrica de Citroën, donde luego también trabajó mi madre y otra mucha gente del pueblo».

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'Los tres pueblos franceses'

En la casa familiar tuvieron, claro, un Citroën DS ('Tiburón'). «No me extraña el dato de que hay más vecinos en Francia que en el pueblo. Yo mismo tengo allí un hermano y cinco o seis primos. Y tampoco me sorprende que pase igual en Campillo. Lo que sí me extraña es que no pase también en Fresnedoso de Ibor, porque a los tres pueblos nos llaman 'Los pueblos franceses'».

No sucede pero casi. Fresnedoso de Ibor, a 22 kilómetros de Mesas, tiene 241 habitantes y 170 nacidos en el pueblo pero residentes en el extranjero. Y en menos de 40 kilómetros a la redonda hay varias poblaciones con muchos paisanos viviendo en otro país. Ocurre entre otros en Deleitosa (685 en el pueblo y 284 en otro país), Valdelacasa de Tajo (339 y 282) o Villar del Pedroso (230 y 97), según los datos del padrón municipal y el PERE (Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero).

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Campillo de Deleitosa. Palma

En todos los casos, la explicación está en 'La gran emigración', el fenómeno social que sacó de Extremadura a unas 400.000 personas entre los años sesenta y setenta principalmente. Aunque los hubo que se fueron antes. «Este hombre de la foto murió hace poco con 92 años, era del pueblo, aunque nacido en París», relata con el móvil en la mano Cirilo Mateos (75 años) durante la sobremesa de la comida de amigos en el Hogar del pensionista de Campillo.

«Vienen cada vez más musulmanes, que son parejas o descendientes de los primeros que emigraron»

Moisés Irala

Camarero en el único bar de Mesas de Ibor

«Yo nací aquí –retrocede el emigrante–, a los 13 años ya estaba cuidando cabras, a los 15 me fui a Salamanca a hacer la mili, y con 24 años me fui a Francia a trabajar en la construcción. Me dedicaba sobre todo a la piedra tallada en iglesias, castillos y catedrales, aunque también hice algo de albañilería. 46 años estuve en ese trabajo. En el año 2008 me jubilé y me quedé allí, pero en 2019 perdí a mi compañera, y como no tuvimos familia, me vine al pueblo. Tengo allí primos hermanos. Vienen aquí en Semana Santa y en verano».

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–¿No ha vuelto a Francia?

–¿Para qué voy a volver allí? Estoy en mi pueblo, responde Cirilo Mateos, que tiene a su izquierda a Pedro Gómez (69 años), otro que se ha pasado media vida en Francia y tiene claro lo que quiere.

–¿Qué le gusta más, Pedro, aquello o esto?

–Esto, ¿no?

–¿Seguro?

–Sí, sí. ¡Vamos!

–¿Por qué?

–Porque estoy mejor aquí.

–¿Usted es de los que nació allí?

–No, no, no. Yo aquí, contesta veloz y convencido Gómez, que dice que habla mejor francés que español y que desde que se jubiló, vive seis meses en cada país.

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«Mi padre, Secundino Ildefonso Gómez, que tiene 97 años, fue de los primeros de Campillo que se fue a Francia –reconstruye–. Y su madre, o sea, mi abuela paterna, ya emigró allí también. Nosotros somos siete hermanos, y dos de ellos son nacidos allí. Mi padre se fue a Orleans un año a ver qué tal, con su hermano. Al año, mi tío se volvió, y mi padre se quedó allí. Luego ya vino a por nosotros. Él se fue sin oficio, a lo que encontrara. Y estuvo trabajando de marmolista. Yo me fui para allá con siete años. Y he estado 46 años de albañil en la misma empresa. Mi padre ha estado en el pueblo hasta hace unos días. Él no ha dejado de volver nunca, lo mismo que yo. Casi todos los años hemos venido. Le subimos y bajamos los hijos. El primero que se viene al pueblo, se le trae, y él se va con el último que se vuelva».

Bar Raquelarre, en Mesas de Ibor. De izquierda a Derecha, Jorge Romero, Melitón Buitrago y Quintina Fernández. Palma

«La tierra, que tira mucho», apunta Melitón Buitrago mientras se toma una cerveza en el bar de Moisés. El Raquelarre (por Raquel, la dueña) es ya el único bar de Mesas de Ibor, donde «en verano se habla francés», apuntan varios durante la charla.

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«En las últimas fiestas del pueblo (14 de agosto) pasó algo curioso –cuenta el alcalde de Mesas de Ibor–. Estábamos en la plaza, y a un lado del rollo estaban los grupos de chavales españoles, y al otro, los de chavales franceses, y eran casi más los franceses. Lo estuvimos comentando». Informático de profesión, jefe de proyectos en un grupo internacional, el regidor se volvió a España con 29 años. «Hice la mili en la Gendarmería, más o menos el equivalente a nuestra Guardia Civil, y estuve a punto de quedarme allí. No me quedé porque prefería la calidad de vida del pueblo. Allí, el coste de la vida no te deja hacer cosas que aquí se pueden hacer a diario, como ir al bar a tomar algo».

«Esto en verano es la ONU»

Desde que es alcalde, ha podido «conocer a otros vecinos del pueblo que han estado en Francia y no lo sabía», cuenta. «Lo he sabido al firmar la fe de vida para sus pensiones, que vienen en francés», explica Roberto Muñoz, que tiene una pariente «cuyo padre es de Mesas, que tiene una hija francesa y ella está casada con un galés».

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«Esto en verano es la ONU», bromean en el bar de Moisés Irala. «Se ven cada vez más musulmanes, que son parejas o descendientes de los primeros que emigraron del pueblo», apunta el camarero. Entre sus clientes habituales está Quintina Fernández, que estuvo trabajando en Francia en la vendimia y que tiene allí a su hermano Agustín, cuatro sobrinos y varios primos.

«La gente mayor del pueblo que sigue viviendo en Francia se suele volver allí por estas fechas, en las últimas semanas se han ido varios, y vuelven en primavera», analiza Jorge Romero. Y a su lado está Melitón Buitrago, que no emigró al extranjero pero conoce bien 'Los pueblos franceses' de Extremadura. «Yo he trabajado toda la vida en España, como pintor –cuenta–. He pintado muchas casas en toda esta zona y la gente me lo contaba. Que la mayoría se iban a la aventura, a lo que saliera. Aquí se malvivía, y en cuanto veían una oportunidad, la cogían, aunque hubiera que irse lejos. Eran otros tiempos».

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