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Vista general de Hornachos, donde ocurrió el crimen en 1916. HOY

El crimen sin castigo, la versión de Dostoyevski en Hornachos

CRÓNICA NEGRA EN EXTREMADURA ·

En 1916 un anciano rico que prestaba dinero a sus vecinos apareció muerto a hachazos en su casa y el asesinato nunca se resolvió

Sábado, 12 de junio 2021, 07:26

En 'Crimen y Castigo', la obra maestra de Dostoyevski, un joven con problemas económicos mata con un hacha a una prestamista. ... Sufre una grave crisis de conciencia y acaba pagando por el asesinato en una cárcel de Siberia. Cincuenta años después de la publicación de esta novela, se repitió el argumento en Hornachos, aunque la versión cambió. Hubo crimen, pero no castigo.

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En 1916 en una casa de la plaza del Duque apareció muerto a hachazos un anciano. «Venía padeciendo una enfermedad crónica, era hombre de posición desahogada y se dedicaba a prestar a sus convecinos dinero. Gozaba de fama de rico y se creía que en su casa tenía cantidades de consideración, por lo que se sospechó que el móvil del crimen había sido el robo».

Cuando la Guardia Civil registró la casa no había señales de haber tocado ningún mueble y hallaron la pequeña fortuna que los vecinos, con razón, creían que guardaba en casa. Estaba intacta. Entonces, ¿por qué alguien mató a P. A. M, más conocido como tío Perico? Incluso, ¿fue un suicido? Han pasado más de cien años y sigue siendo un misterio.

El cadáver apareció en una posición extraña. A pesar de haber recibido varios hachazos en la cabeza, estaba sentado en la puerta del corral, solo un poco inclinado hacia delante y con el arma a los pies, un hacha pequeña.

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El cuerpo fue encontrado por la mujer que le limpiaba la casa, ya que el anciano vivía solo. Se llamaba Isidra. Cuando llegó a trabajar, según declaró, halló cerrada «la puerta de su amo». Se asomó por el corral con un vecino y vio al tío Perico ensangrentado.

La testigo clave fue una vecina joven que vivía con sus padres pared con pared con la víctima. Se llamaba Onofra. Al levantarse, se había sentado en el corral de su propia casa para peinarse. En sus primeras declaraciones solo indicó que había escuchado lamentos del anciano, frases como «¡Ay, vaya por Dios!». Su madre no le dio importancia porque el tío Perico estaba enfermo. La joven, sin embargo, se quedó afectada. Sus vecinos, de hecho, se extrañaron de su actitud porque el cartero le llevó una carta de su novio «y no mostró complacencia como otras veces, diciendo que creía que había muerto el tío Perico».

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La cuarta vez que fue interrogada, en esa ocasión ante un juez, cambió su versión. Aseguró que, además de escuchar los lamentos del anciano, había visto a las gallinas escaparse asustadas y a otro vecino, S. G G., alias 'Moralo', saltar el muro desde el corral de Perico con una escalera.

A la Guardia Civil, sin embargo, no le convenció del todo la acusación contra 'Moralo'. Como su mote indica, era forastero en Hornachos y los agentes creyeron que por eso los vecinos sospechaban, porque consideraban inconcebible que lo hubiese ejecutado alguien del pueblo de toda la vida.

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Sin embargo, el sospechoso fue detenido y en julio de 1918 se enfrentó a un juicio en la Audiencia Provincial de Badajoz. En su declaración, el acusado, panadero de profesión, aseguró que no se había acercado a la escalera ni había saltado al otro corral. Explicó que se había levantado a las cuatro de la mañana para preparar los amasijos, es decir, la masa de la que sacaba los panes. También afirmó que no tenía hacha en casa.

El debate sobre el arma fue de los más recurrentes en el proceso judicial, que se alargó cinco días. El fiscal mantuvo que todos los vecinos tenían hachas e incluso interrogó al que las vendía, pero no recordaba a quién con detalle. Esta herramienta era indispensable en esa época para la madera, pero el acusado afirmó que en su horno utilizaba leña de jara, por lo que no necesitaba hacha.

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Otro testigo contra 'Moralo' fue un amigo suyo, Ventura, que llegó a ser detenido por el crimen. De hecho, fue el principal sospechoso hasta que acusó al procesado y aseguró que el hacha encontrada junto al cadáver era de un hijo de 'Moralo'. Ventura fue sospechoso porque algunos vecinos le vieron subido a un olivo cerca de la casa de Perico y la Guardia Civil encontró una camisa suya con manchas de sangre. Justificó que se había cortado cuando hacía leña, y claro, en esa época no había pruebas de ADN.

Hachazo a un melón

Sin embargo, sí hubo pruebas forenses en el juicio. Como en un proceso actual, hubo una reconstrucción y obligaron al acusado a romper un melón con un hacha para comprobar que era capaz. La prueba tenía su razón de ser porque 'Moralo' sufría una discapacidad en el brazo derecho, por lo que se comportaba como un zurdo por necesidad. El procesado pudo reventar el melón con la izquierda sin problema, pero hubo una bronca entre los peritos, la defensa y la acusación. Debatían sobre si era más probable que Perico hubiese sido asesinado por un zurdo o por un diestro. No hubo una conclusión clara.

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Para dar una vuelta de tuerca más, la defensa de 'Moralo' argumentó que la víctima pudo suicidarse y presentó un médico que defendió esta hipótesis, especialmente por la falta de violencia en el resto del corral. Argumentó que no se había producido un enfrentamiento, sino que el anciano fue capaz de golpearse con el hacha varias veces y luego sentarse a agonizar. Aseguraron que lo hizo para acabar con los dolores que sufría por su enfermedad crónica.

En sus conclusiones, el fiscal y la acusación rechazaron la posibilidad del suicidio como absurda, por la dificultad de matarse con un hacha. Incidieron en los testimonios de Onofra y Ventura para pedir que condenasen al procesado.

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El abogado defensor, no obstante, dio toda una lección de elocuencia, según destacaron los periodistas que cubrieron el proceso. Argumentó durante una tarde entera y la mañana siguiente. Aseguró que las imputaciones procedían de una «acalorada fantasía» y mantuvo la posibilidad del suicidio atacando el carácter de la víctima al que tachó de «misántropo y solitario». El jurado le creyó y liberó a Moralo, que se enfrentaba a la pena e muerte. La Fiscalía pidió un nuevo juicio, pero no se lo concedieron y el crimen del usurero de Hornachos se quedó sin castigo.

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