La Sierra de Gata reivindica que la mayor parte de su paisaje está intacto
Apagado el fuego, la comarca pone el foco en que ya se ha visto mucho negro y en que la mayor parte de su monte es verde
Antonio J. Armero
Domingo, 16 de agosto 2015, 00:20
Canta el gallo a las once de la mañana en Robledillo de Gata, donde un rato después, la megafonía municipal anuncia que ya está en el pueblo el de Caminomorisco (en las vecinas Hurdes) «vendiendo embutidos». A las doce, empieza a llenarse la piscina natural de Descargamaría, que tiene al lado un chiringuito que inaugura la ambientación musical con una canción de La Polla Records y luego una de Barricada. A la una y media, ir y venir de camareros por las terrazas de la plaza del ayuntamiento de Gata. Hoy, aquí, se habla más de que el tiempo ha refrescado que del incendio que del jueves al lunes pasados se llevó por delante casi ocho mil hectáreas. En concreto, y según la Junta de Extremadura, 7.817 hectáreas de una comarca que en los últimos días ha abierto los telediarios por culpa del negro de su paisaje y ahora, apagado el fuego, reivindica su verdor.
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Que en Gata hay mucho intacto es una cuestión matemática: 7.817 hectáreas sobre un total de 125.400 suponen el 6,2 por ciento del territorio. Cierto que al incendio de este verano hay que sumar los de años anteriores. En el periodo 2001-2013, ardieron en esta sierra del norte extremeño que linda con Salamanca y Portugal 9.300 hectáreas, según la estadística oficial definitiva del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Sumadas las dos cantidades, el balance es de algo más de 17.000 hectáreas, o lo que es lo mismo, el catorce por ciento de la comarca.
Robles, alcornoques, pinos...
«No vamos a ocultar que ha sido una tragedia, pero es verdad que aquí queda mucho verde», reflexiona Domingo González, que vive en Salamanca pero se siente tan ligado a su pueblo, Gata, que sigue empadronado en él.
«En el ayuntamiento tienen fotos de antes de la República, y se ve muy bien que en el término municipal de Gata, el paisaje de entonces era distinto al de ahora», apunta él como una de las claves a tener en cuenta a la hora de hablar de incendios en la comarca. «Los pinos llegaron con la República, antes había más robles y alcornoques» añade González. «Y antes se respetaba muchísimo a la figura del guarda forestal, y ahora no tanto», añade su amigo Juan Carlos Pascual, que comenta que «los incendios son algo de ahora, hace treinta años no los había, al menos no tan grandes como ahora».
Veinte hace, aproximadamente, de aquel otro fuego que casi entra en el pueblo, recuerda Christian Rodríguez (26 años), uno de los muchos vascos que estos días se reencuentran con sus raíces en la Sierra de Gata. Él nació en San Sebastián, pero su padre y buena parte de su familia en Robledillo, probablemente uno de los pueblos más bonitos de la comunidad autónoma. Tras varios años sin pisarlo, el joven, que vive en Irún, regresó la pasada Semana Santa a ver a su tío y dijo que volvería en verano. Ha cumplido. «Esto es un paraíso, hombre, ya lo veréis, se está fenomenal, gente majísima, me encanta», resume Christian, que a las once de la mañana es el único bañista de la piscina natural del pueblo. «Me he levantado y antes de desayunar me he venido a dar un baño, aunque el agua está fría», relata con la toalla al hombro.
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En este punto concreto de la comarca, apenas hay huellas de incendios anteriores. Se ven zonas del monte con pinos jóvenes, probablemente plantados en alguna de las muchas repoblaciones que se han hecho después de que pasaran las llamas. Pero en la mayor parte del viaje, lo que hay más allá de la ventanilla del coche son paisajes de arboledas extensas, algunas llamativamente tupidas. Hay tramos de carretera en los que la vegetación forma túneles que dan sombra a la carretera, como sucede justo antes de llegar a Gata desde Torre de Don Miguel. Esa frondosidad es una de las marcas de la comarca, que cada año por estas fechas se llena de turistas.
«Me lo he encontrado igual que la última vez que vine, hace cinco años», resume Encarnación de la Nava. Sus padres nacieron en Ciudad Rodrigo y Robledillo de Gata, ella vive en Francia, doscientos kilómetros al sur de París, y ha viajado hasta Robledillo para volver a pisar la tierra de su familia. Uno de los jóvenes que la acompaña hace una foto al pueblo con su iPad, a cuatro pasos de la callejuela en la que a las once y media de la mañana, cinco adolescentes juegan a la rayuela. Tres de ellos son del País Vasco, uno de Salamanca y la única chica es madrileña.
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Cambiar el discurso
Probablemente, a ellos les haya pasado como a Christian, a quien le ha tocado aclararle por WhatsApp a sus amigos que su pueblo no se había quemado. «Tenemos que empezar a hablar de que queda mucha comarca verde, de que se ha quemado el seis por ciento de la Sierra de Gata», propone Luis Mariano Martín, ganadero forestal y alcalde de Villasbuenas, otro pueblo que la semana pasada vivió por momentos de incertidumbre.
A él le toco la madrugada del jueves al viernes, la primera del incendio, echarse al monte. «Tocamos las campanas sobre las tres de la mañana porque hubo un cambio de viento y pensábamos que el fuego se nos metía en el pueblo, pero al final lo paramos entre la mucha gente de Villasbuenas que fuimos a por las llamas», relata el regidor, que también tira de cifras para argumentar sus reflexiones. «Nuestro término municipal -detalla- tiene cinco mil hectáreas, y en el fuego de la semana pasada se nos quemaron unas 150, y la piscina natural sigue intacta, el fuego se quedó aproximadamente a trescientos metros de ella». «El incendio -termina el alcalde- ha afectado a ocho términos municipales, pero sobre todo a tres pueblos, que lo están pasando mal y hay que ayudarles, pero hay que dejar claro que en la Sierra de Gata queda mucho verde y que la vida sigue».
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