'Jaime Culebras' agarrando una boa constrictor enel Parque Nacional Yasuní

La vida entre serpientes

El biólogo extremeño Jaime García Domínguez cataloga anfibios y reptiles en Ecuador

Cristina Cándido

Domingo, 22 de marzo 2015, 00:39

Son las cinco de la mañana en el Parque nacional Yasuní, en la región amazónica del Ecuador. La mayoría de las especies de la zona son nocturnas y a esa hora la selva se convierte en una explosión de vida de diferentes colores y formas. 'Jaime Culebras' desayuna fuerte, la jornada será larga. Café, y después, la mejor parte: salir a buscar anfibios y reptiles.

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Casi cinco siglos después de que la expedición liderada por el trujillano Francisco de Orellana descubriera para el mundo el río Amazonas y su selva, otro extremeño, Jaime García, trabaja en este entorno para mostrar la biodiversidad de este rincón del planeta, donde cada día aparecen y se catalogan nuevas especies.

La pasión de este biólogo cacereño de 30 años por los 'bichos' comenzó gracias a su familia. De niño era un poco inquieto y cuando le daban un libro de animales el pequeño Jaime se tranquilizaba. Desde siempre tuvo claro que quería dedicarse a algo que estuviera relacionado con los animales. Más de una vez se planteó estudiar Veterinaria, pero su padre le ayudó a tomar la decisión e inclinarse finalmente por Biología. Él le animó a no preocuparse por el alto desempleo que tenía la carrera. «Me decía: "tú no eres alguien para estar sentado o curando un perro o una vaca. A ti te gusta ir al campo, perderte buscando animales salvajes". Y tenía toda la razón», explica.

El sobrenombre de 'Culebras', con el que firma sus trabajos fotográficos y como se le conoce en las redes sociales, se lo pusieron sus compañeros de viaje en la Ruta Quetzal 2002. «Tras una caminata en la selva en Panamá, un experto en serpientes nos mostró algunas de la zona y yo me moría de ganas por tocarlas. Al final, por cansino, me dejó coger algunas. Ese fue el primer día que me apodaron así», recuerda. También le han comparado con 'Frank de la Jungla'. A pesar de que al principio no le agradaba el símil, con el tiempo ha ido admirando cada vez más la labor de educación ambiental que realiza el extenista y presentador televisivo.

Inventario de especies

Cuando finalizó sus estudios en el colegio Francisco de Aldana y el instituto Hernández Pacheco de Cáceres se fue a vivir a Badajoz para hacer Biología. Tras titularse en Educación Ambiental en la Universidad de Extremadura volvió a preparar las maletas para marcharse a Quito en el año 2011 y cursar un máster en Biodiversidad y Conservación en áreas tropicales del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Menéndez Pelayo.

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Su primer trabajo en el país andino consistió en buscar anfibios en la Amazonía, en un proyecto de cambio climático y contaminación de la Universidad Tecnológica Indoamérica (UTI). Después pasó a controlar las poblaciones de una rana en peligro en la Reserva Natural de Bosque Nublado.

Actualmente se dedica, junto a sus compañeros de Tropical Herping, a inventariar a nivel nacional las cerca de mil especies de anfibios y reptiles de Ecuador, además de la descripción de nuevas. Esta compañía se dedica a la investigación, fotografía, educación ambiental y turismo, con el propósito de dar a conocer y generar pasión por los reptiles y anfibios y el fin de conservar.

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«Se trata de animales con mala reputación, rodeados de falsas leyendas. Son especies poco estudiadas en comparación a otros grupos y de gran importancia como reguladores de plagas, lo cual es un beneficio económico y de salud para el ser humano, además de servir para producir componentes importantes en Medicina», recalca Jaime.

La selva amazónica pasando por el Chocó, los bosques secos de la costa, los bosques nublados o las montañas por encima de los 4.000 metros son los enclaves naturales donde este extremeño explora nuevas especies.

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Hay meses en los que el trabajo de campo supera los 25 días fuera de la ciudad, y durante este tiempo no suele haber mucho descanso. Lo normal es levantarse temprano para hacer fotos de paisajes y animales en su hábitat. Caminan hasta tarde, normalmente las dos o tres de la mañana. Capturan animales y toman notas del lugar donde se hallaban, si estaban activos o dormidos, cantando, comiendo...

Al regresar, comienzan las sesiones de fotos en fondo blanco para inventariar todo lo que encuentran: patrones de manchas, ojos, vientre, laterales, dorsales, frontales... Después miden y sexan a los individuos y recopilan toda la información en sus bases de datos. Al acabar, a veces al amanecer, toca dormir un rato hasta la hora del desayuno. Y así, se liberan las especies encontradas y vuelta a empezar.

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Cada salida al campo es una aventura para recordar. Cuando uno piensa en la selva puede que le venga a la mente la presencia de serpientes, arañas y otros supuestos seres terribles. Sin embargo, para Jaime los verdaderos peligros son otros, como los mosquitos, o simplemente, una mala caída. «Hay un concepto erróneo de que la selva es muy peligrosa. Si fuera así, no hubiese llevado a mis padres. Obviamente hay riesgos, pero con ciertos cuidados los minimizas», relata con humildad. «Lo único que me ha ocurrido fue poca cosa; una vez yendo solo de noche pude caer por una cascada; y en otra ocasión casi me doy de cara con una víbora bastante venenosa que reposaba en una rama», comenta. Entre sus mejores momentos recuerda haber fotografíado a dos jaguares -su animal favorito- en Perú o haberse encontrado con un puma a pocos metros cara a cara.

Otra gran experiencia fue la de fotografiar a un águila arpía y su pollo en un nido. Para ello escaló un árbol de 50 metros para ponerse al mismo nivel. «Menos agradable fue ir en kayak remando por un río y chocarme con un panal de avispas. A más de veinte de ellas no pareció agradarles que las molestara», relata.

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Cuando no está en la selva toca trabajar en el Museo de la Universidad en Quito, editando fotos y revisando la información que se ha recopilado. Aunque no todo son arañas y caimanes, por las tardes también hay tiempo para relajarse, ir al cine o jugar al fútbol.

El jardín del Edén

A priori, Ecuador es el jardín del Edén para los biólogos. Conocer lugares paradisíacos, ver y fotografiar mil criaturas fantásticas y saber que estás contribuyendo con la conservación, son algunas de las ventajas. «Pero también aportar algo para crear un conocimiento científico, cambiar una mentalidad rumbo a proteger la naturaleza», señala Jaime como satisfacciones personales y profesionales.

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La teoría dice que se trata de una de las zonas más ricas del planeta en términos de diversidad biológica y un espacio mejor protegido que España. Pero Jaime asegura que la realidad se empeña en demostrar lo contrario. «Realmente aquí hay un grave problema ambiental. Recientemente una investigación dio a conocer que es uno de los ocho países del mundo con mayor extinción de especies. Hay que decir que al haber un mayor número, se pueden extinguir más, pero focalizar la economía de manera masiva en la explotación de petróleo y la minería , sumado a otros graves problemas de contaminación como las aguas que provienen de las ciudades y la enorme tala, apuntan en una mala dirección», manifiesta el extremeño.

Asegura que normalmente no encuentran muchos problemas, pero en este aspecto su trabajo también pasa por dificultades en estos momentos. «En ocasiones toca morderse la lengua y no puedes hacer nada. He visto vertidos ocultos por petroleras donde en días de lluvia aprovechan para liberar porquería al medio para que la corriente se lo lleve y nadie diga nada. Hemos tenido que irnos de lugares, incluso con permisos en regla, para evitar problemas con las petroleras», asevera.

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Uniendo fuerzas y con la ayuda de muchas personas, Jaime y su equipo participan en un programa de conservación comprando tierras en el Chocó Ecuatoriano, la selva húmeda de la costa. El objetivo es preservar el hábitat de los 250 monos araña de cabeza café (Ateles fusciceps fusciceps), que sufre una fuerte devastación por la tala. Se trata de unos de los 25 monos más amenazados del planeta.

El programa trata de involucrar a los lugareños en la conservación de la región, buscando alternativas para que puedan vivir de manera sostenible, como fomentar el cultivo de cacao para hacer chocolate, más amigable con el medio ambiente. «Yo colaboro en la medida que puedo, principalmente con reptiles y anfibios, dando a conocer a quienes viven allí la riqueza de su fauna. Pero el verdadero mérito lo tienen Felipe Alfonso Cortés y Nathalia Fuentes, del Proyecto Washu, y otros amigos», aclara.

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Las fotos, fundamentales

Tropical Herping también organiza tours fotográficos con los que financia gran parte de sus investigaciones. El biólogo explica que la fotografía es vital para la conservación. «Las imágenes perduran en tu cabeza y provocan sentimientos que cambian la mente. Además, a nivel científico las fotos son fundamentales para las descripciones de especies», afirma.

Jaime ha publicado trabajos en diferentes webs, entre ellas la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza y revistas y periódicos nacionales de Ecuador. El pasado diciembre expuso en Cáceres la muestra 'Ecuador al natural (lejos de casa, cerca del paraíso)'.

El Dorado que perseguía Orellana resultó ser la Amazonía, y su valor, lejos de calcularse en metales preciosos, es el de un espacio declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y una de las siete maravillas naturales del mundo.

No es de extrañar que con esta joya de escenario, Jaime no mire a España de cara al futuro. «La situación actual no acompaña a pensar en regresar, y aquí con tantos proyectos uno no se plantea estar en otro lugar. En otro país tropical, quién sabe, aunque por ahora mi cabeza está centrada en Ecuador», asegura

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