Que la tecnología ha irrumpido en nuestras vidas para darles la vuelta es algo tan obvio y tan viejo que da hasta cosa decirlo. Pero ... sí, hace solamente dos años y medio desde las anteriores elecciones autonómicas y aquello, lo del 2023, parece la prehistoria en comparación con la nueva rapidez de mensajes a los que estamos sometidos y que no sé si acercan a los candidatos o banalizan un poco más el mensaje. Puede que el concepto del cartel con la foto del político pegado con engrudo en plena calle ya no funcione, pero TikTok tampoco es la panacea, porque no todo el mundo cuenta con el gracejo natural necesario para que merezca la pena aguantar una ristra de supuestos chistes o golpes de efecto. Como decía MacLuhan el medio es el mensaje, pero esa incursión en los formatos de los jóvenes no te hacen necesariamente joven cuando los utilizas ni cuando los miras. Ojalá. Hay que tener algo de nativo digital para moverse bien en ciertas aguas, aunque Instagram esté lleno de señoras y señores que te cocinan, te descubren secretos nutricionales, te enseñan a combinar un pantalón con un jersey, hacerte la raya del ojo y otras cuestiones de lo más mundanas que realmente no sirven para demasiado. Porque sí, en las redes hay de todo, pero mucho es fútil, pasajero y una pérdida de tiempo real.
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Todos los candidatos (con mayor o menor éxito) se han lanzado a la fiebre de los vídeos para arrastrar más público. Ese supuesto desenfado y cercanía hay que cogerlo con pinzas, porque la edición la carga el diablo y solo vemos las mejores tomas, pero en fin, son cosas de la mercadotecnia política, nada nuevo.
Esta tecnología que nos acompaña como una sombra ha cambiado la rutina del baño de masas de los políticos en campaña. Cualquiera lleva un móvil encima y todo el mundo quiere un 'selfi', hace un vídeo o sube cosas.
Las redes de Santiago Abascal, que se está peinando Extremadura durante esta campaña, ofrecen pruebas de esa popularidad suya tan castiza, tan de antes pero al mismo tiempo también tan tecnológica. Santi, como le llaman llanamente muchos de los que se han topado con él estos días también parece prestarse a todo si hay un móvil de por medio. «¿Le puedes mandar un audio a una amiga de Motilla del Palancar?», le pidió el otro día una simpatizante en Guadalupe. Y Santi lo hizo: «Hola, Fátima, soy Santiago Abascal, te mando un abrazo muy grande, a ver si tu amiga nos presenta en otra ocasión, ¡Viva España!», grabó encantado y del tirón. Así son las campañas ahora. Golpe a golpe, mensaje a mensaje.
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