Diego Hernández y Daniel Vaquerizo para Extremadura es futuro D.V.

Extremadura Es Futuro

Diego Hernández, de alquilar grúas a trabajar en Juego de tronos

El CEO de Grúas Eugenio y presidente de la patronal de empresarios de Cáceres analiza los miedos y las oportunidades del emprendimiento en la región. Diego defiende que «si no hay empresas, al final se acaba todo»

Daniel Vaquerizo

Martes, 7 de octubre 2025, 14:35

Diego Hernández no es solo la tercera generación al frente de Grúas Eugenio, una empresa extremeña que ha llegado a colaborar en producciones como Juego de tronos, la casa del dragón, o más recientemente ha estado involucrado en la nueva película de Christopher Nolan, La Odisea. Es también el presidente de la patronal de empresarios de Cáceres, una posición desde la que tiene una visión privilegiada del tejido económico de la región. En esta entrevista, aborda sin rodeos los principales obstáculos para los nuevos emprendedores, como el miedo y la burocracia, pero también señala las enormes ventajas competitivas de Extremadura en recursos y terreno. Su análisis va más allá de lo económico y apunta a un necesario cambio de mentalidad: empezar a valorar y potenciar el talento local para evitar su fuga.

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- Háblenos de su trayectoria empresarial y su relación con el emprendimiento en Extremadura.

- Provengo de una empresa familiar; soy la tercera generación y ya estamos en transición hacia la cuarta. Nuestra empresa principal es Grúas Eugenio, por la que somos conocidos, y nos dedicamos al alquiler de maquinaria con y sin conductor para sectores como la industria, la construcción, los eventos y el cine. Actualmente somos 160 personas, con bases en Cáceres, Mérida, Badajoz, Huelva y dos en Marruecos. Mi relación con el emprendimiento es directa: para que mi empresa y el resto del tejido empresarial funcionen, es fundamental que se creen más empresas. Los propios empresarios somos los primeros interesados, porque al final somos quienes mantenemos el sistema pagando los impuestos que permiten el desarrollo de las ciudades, los pueblos y, en definitiva, la región. Por eso creo que potenciar el emprendimiento es una tarea que nos incumbe a todos, no solo a la clase política.

- ¿Cuál es el principal obstáculo al que se enfrentan los jóvenes para decidir emprender en la región?

- Yo creo que el principal obstáculo es el miedo. Hoy en día es complicado mantener una empresa, y además la sociedad a veces nos percibe como «los malos de la película». Pero el miedo se concreta sobre todo en dos áreas: la burocracia y la economía. Cuando quieres montar un negocio, te enfrentas a una realidad donde obtener una licencia puede tardar ocho meses, y te preguntas cómo puedes aguantar ese tiempo. Luego está el problema económico, que es fundamental. Hay que animar a la gente y hacerles entender que las ayudas políticas no son un regalo, sino un retorno de los impuestos que ya pagamos. Creo firmemente que los empresarios de Extremadura también debemos implicarnos y ayudar a los nuevos emprendedores a saltar esa barrera. A esto se suma la dificultad para obtener financiación bancaria y que la ayuda familiar, que antes era un pilar, se ha reducido porque las familias ya no tienen la misma capacidad de ahorro. Todo esto lo complica, pero no debe desanimarnos a seguir apoyando al emprendedor.

- Usted habla del miedo. ¿Ha sentido miedo al emprender? ¿Es una sensación que desaparece?

- Siento miedo desde los 14 años, cuando empecé a trabajar. Tanto mi abuelo como mi padre vivieron crisis muy duras, y nosotros también, incluida la sanitaria. Siempre hemos tenido miedo porque tienes la responsabilidad de pagar las nóminas —en mi caso, a 160 personas— y los créditos para renovar la maquinaria y seguir siendo competitivo. Te acuestas con la incertidumbre de si vendrá una pandemia, una guerra o cualquier otro problema. Es un miedo relativo, porque si haces las cosas bien lo vas superando, pero la presión es constante. Cuando te juegas tu dinero en una sociedad con una regulación europea tan estricta, te das cuenta de que el mismo negocio de hace 25 años hoy es mucho más complicado de gestionar. Tienes que cumplir muchos más requisitos y al final los márgenes son menores. Mi principal preocupación es llegar a fin de mes y pagar a mis operarios. Así que sí, el miedo siempre está ahí.

- ¿Qué ventajas ofrece Extremadura a día de hoy para un emprendedor?

- A nivel administrativo puedes tener alguna ayuda, pero no es eterna; es un empujón para arrancar. Yo creo que la diferencia de emprender aquí o en otro lugar radica en el tipo de negocio. Si quieres montar un centro comercial para un millón de visitas diarias, Extremadura no es el sitio. Pero si buscas un negocio aprovechando nuestros recursos, la perspectiva cambia por completo. Estamos rodeados de un entorno natural extraordinario, tenemos un turismo, una gastronomía y un patrimonio increíbles. Y lo más importante a gran escala: disponemos de mucho terreno para la inversión, mucha capacidad de generación eléctrica y mucha agua. Esas son nuestras mayores ventajas. A nivel pequeño, se trata de encontrar tu nicho. El buen emprendedor sabe que debe empezar en un lugar y luego expandirse. Hay que traer talento y dinero tanto de aquí como de fuera.

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- En una ocasión, un ponente preguntó a un auditorio de empresarios cuántos animaban a sus hijos a emprender y nadie levantó la mano. ¿Es esto un problema cultural?

- Así es. Es algo que vemos mucho en la Universidad de Extremadura: damos charlas, preguntamos quién quiere ser empresario y nadie levanta la mano. El problema debe erradicarse desde pequeños, en la familia. Por eso hacemos inmersiones en los colegios, donde los empresarios hablamos a los niños de las virtudes de ser empresario, no solo de lo malo. Hay que ofrecerles las dos opciones: ser funcionario o ser empresario. El problema es que los medios y el entorno social a menudo solo muestran las noticias negativas sobre las empresas: que si uno ha cerrado, que si tardan un año en darte una licencia... Ese ruido cala en las mentes de los jóvenes, que son como esponjas, y piensan: «Yo voy a lo seguro». Es fundamental enseñar en las escuelas el valor de emprender, porque si no hay empresas, al final se acaba todo.

- Su empresa familiar, fundada en 1937, ha llegado a trabajar en producciones de Hollywood. ¿Se imaginaba su abuelo algo así?

- Sinceramente, creo que no. Mi abuelo era una persona muy avispada que ya usaba el marketing de su época, pero él vivió la revolución industrial de su tiempo y forjó los pilares de nuestra empresa. Nosotros llegamos a Hollywood a raíz de una desgracia: una crisis en España nos obligó a salir con nuestros ahorros a Sudáfrica y Marruecos, y fue allí donde encontramos el nicho de mercado del cine. Lo supimos ver. Esto demuestra lo que siempre le digo al emprendedor: tienes que saber ver la oportunidad y el momento. Quizás no sea ahora, pero llegará, y hay que aprovecharlo. Yo tampoco me imaginaba hace 20 años que acabaría colaborando con las mayores productoras del mundo. Para nosotros, siendo una empresa de Extremadura, es un sueño cumplido.

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- A menudo parece que el talento extremeño tiene que salir fuera para ser reconocido.

- Eso suele pasar. El extremeño es así; no ponemos el foco en nuestro propio talento. Hablamos mucho de retenerlo, pero al que ya está aquí no le damos la visibilidad que merece, y eso nos cuesta muchísimo. Nos cuesta reconocer al vecino que ha triunfado. Deberíamos estar orgullosos de la gente fabulosa y relevante que tenemos, pero esperamos a que triunfen fuera para decir «ese era de Cáceres». Hay que reconocerlos aquí y ahora. Si no lo hacemos, la gente seguirá pensando que para triunfar debe marcharse de su pueblo.

- Ferran Adrià comentó una vez que en España nos da vergüenza reconocer el éxito. ¿Comparte esa visión?

- Totalmente, es una cuestión cultural que nos marca. Afortunadamente, creo que eso está cambiando. En el ámbito empresarial de Extremadura, por ejemplo, hemos logrado unirnos. Antes cada sector iba por su lado, y ahora los triunfos del transporte alegran al del turismo y al del comercio. Formamos una piña. Estamos cambiando esa cultura. Debemos entender que para levantar una región, las empresas y los trabajadores tienen que ganar dinero. No se trata de que el empresario no quiera pagar más, sino de crear un ecosistema productivo donde el trabajo genere la riqueza suficiente para que los salarios puedan ser más altos. Es un equilibrio entre productividad e inversión.

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- ¿Qué opina de la mentalidad de dedicar tantas horas al trabajo frente a la búsqueda de un horario fijo?

- Respeto absolutamente a quien quiera trabajar sus ocho horas e irse a casa para vivir su vida. Pero debería existir libertad para otros perfiles. Recuerdo a los mecánicos de mi padre: si un camión tenía que salir, se quedaban hasta las doce de la noche si era necesario, y cobraban sus horas. Hay gente que disfruta con su trabajo y que, en lugar de ocho horas, querría trabajar quince para comprarse un coche mejor o una casa mejor. Eso ahora mismo no se puede hacer porque todo está muy regulado. Si te apasiona lo que haces y decides emprender, probablemente serás más feliz trabajando doce horas en tu proyecto que cumpliendo un horario en algo que no te llena.

- Si pudiera volver al inicio de su carrera, ¿qué consejo se daría?

R: Me diría que me formara. Empecé a trabajar con 14 años y aprendí en «la carrera de la vida», pero soy más lento que alguien con formación. Para tomar una decisión con una hoja de cálculo yo tardo una hora, y una persona formada la tiene en cinco minutos. La formación es clave. Por mucho don natural que se tenga, una persona formada hoy en día tiene una ventaja enorme y, seguramente, mucho más éxito en su vida.

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- Para terminar, ¿recomienda trabajar para otros antes de lanzar un negocio propio?

- Sin ninguna duda. De hecho, en nuestra empresa tenemos un protocolo familiar que exige a las nuevas generaciones trabajar dos o tres años fuera antes de incorporarse. Es fundamental conocer otros entornos. Mi propia perspectiva cambió radicalmente cuando tuve que salir a trabajar a Sudáfrica hace diez años, sin saber el idioma ni nada. Vi otro mundo. Aconsejo a la gente que no se encierre solo en su empresa. Viajar y trabajar con otras culturas te abre la mente, y una mente abierta es la cuna de la creatividad, algo indispensable para superar cualquier crisis.

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