Al Badajoz le urge reparar la confianza de su afición
La hinchada necesita argumentos para volver a engancharse y salir de un desencanto generalizado que es muy palpable en el Nuevo Vivero
M. Gª Garrido
Badajoz
Jueves, 4 de diciembre 2025, 20:53
Basta con visitar las gradas del Nuevo Vivero un domingo de partido para palpar en el ambiente un desencanto normalizado traducido en silencio. Los sonidos ... del fútbol parecen configurados en el modo versión original, sin interferencias y en alta calidad, totalmente nítidos. Frente al Villanovense, se escuchaban los impactos secos de una bota contra una espinillera, las regañinas del árbitro en los córneres, los alaridos tras una entrada dura, las insistentes instrucciones de Fran Miranda a sus compañeros: '¡solo, solo!', '¡sitio!', '¡fuerte!'. Una banda sonora que los románticos del balompié paladean con gusto, pero a la que le falta el sazonador del jolgorio rebosante de los decibelios procedentes del respetable.
Publicidad
La grada de animación se arranca con esmero para incitar a que sus proclamas suenen al unísono. Pero la fricción de sus voces no genera la chispa que prenda la llama. Algún palmeo esporádico se intercala por la tribuna, pero sin ese matiz contagioso de una percusión vigorosa. Un improperio al trencilla como recurso terapeútico rompe el mutismo, pero se ahoga en su propia excepcionalidad. No es el que el público permanezca impasible, vibra con las acciones ofensivas y se desgañita con los goles, pero el lastre de la decepción cotidiana le anquilosa en su asiento, sin ese resorte que inocula la emoción. En el glosario blanquinegro sentir figura como sinónimo de sufrir y la ilusión es un pasajero efímero que hace tiempo que no se apea en la estación del Nuevo Vivero.
Sin embargo, siguen prestando su aliento incondicionalmente, aunque sea frágil y desacompasado, con el oxígeno que confiere la pasión por el escudo y lo que significa a todos los niveles. Amparan y sostienen, pero sin ese deseo y complicidad que yacen erosionadas por los continuos devaneos con los bajos fondos. Inmune a promesas y castillos en el aire, la hinchada se mantiene reticente ante un amor díscolo que amaga con enderezar su rumbo pero que siempre termina regresando a las andadas. Este curso ni siquiera ha existido un conato que reactive a su gente, un aliciente sobre el que reconstruir los cimientos de una confianza hecha añicos.
Una paciencia bajo mínimos
Duodécimo en la quinta categoría, con solo 14 puntos en doce jornadas, ubicado casi a la misma distancia del descenso que del playoff, a un abismo de la primera plaza (14 puntos), el vodevil institucional, el bochorno de la incomparecencia, la dolorosa destitución de Marrero, el mal juego... La paciencia permanece en la reserva y el Badajoz vende muy caro el combustible para que la maquinaria social recupere inercia. Y existe una relación directa entre ese vector y que las opciones de ascenso del conjunto pacense pasen de remotas a factibles, porque el potencial de un Nuevo Vivero en su máximo apogeo es desorbitado y, por supuesto, incomparable en toda la Tercera RFEF.
Publicidad
No es casualidad que en su primera comparecencia como nuevo inquilino del banquillo blanquinegro, Miguel Ángel Ávila lanzara al aire un órdago en forma de pacto para una reconciliación con implicaciones y beneficios mutuos. «A través de nuestro rendimiento tenemos que conseguir que la afición se involucre y nos anime, vamos a tener un plus que no tiene ningún equipo de la categoría».
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión