¿Qué ha pasado este jueves, 4 de diciembre, en Extremadura?
Mousa Ghozibi, antes del entrenamiento del Mideba en La Granadilla de este miércoles. J. V. arnelas
Baloncesto

Del infierno de Irán al paraíso de Badajoz

Luz tras el túnel ·

El Mideba salva al persa Mousa Ghozibi de una dura existencia en su país, donde fue encarcelado y maltratado cuatro días solo por quejarse de las escasas ayudas a la discapacidad

Marco A. Rodríguez

Badajoz

Jueves, 26 de enero 2023, 21:10

¿Se imaginan que a los extremeños les asesinaran, torturaran o condenaran a más de veinte años de prisión por quejarse o pedir soluciones a ... las carencias del tren? ¿O por la igualdad de género o las libertades más básicas? Pues hay países, oscurecidos por regímenes dictatoriales, donde eso ocurre, amparados por un desmedido fervor religioso. Los deportistas, y si son internacionales más, no son excepción. Son diana de esta ira. El Mideba Extremadura acaba de salvar de una complicada existencia en Irán al jugador Mousa Ghozibi, que ha aterrizado hace unos días en Badajoz desde Estambul y Madrid poniendo fin a un periplo de trabas burocráticas que retrasaron su fichaje durante más de año y medio. El baloncestista persa fue detenido únicamente por protestar por la escasa ayuda recibida para paliar su discapacidad, apenas unos 10 euros mensuales, según argumenta. Cuatro interminables días en un cautiverio tan inhumano como incomprensible donde recibió castigos físicos impropios a estas alturas de la humanidad y a los que se refiere con gestos de claro dolor y con palabras inconexas como 'cable', 'cabeza', 'mano' y 'sangre'.

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Él tuvo suerte, por duro que parezca decirlo. No todos pueden contarlo porque cada vez son más las víctimas sujetas a esta vorágine de locura que salen a la luz pese a las dificultades para informar en el régimen de los ayatolás. Atletas, futbolistas, ajedrecistas, etc., están en el foco de un gobierno que les silencia con ensañamiento porque ellos pueden propagar el virus al exterior.

Gesticulante, intenta narrar su experiencia pese a que habla muy poco español o inglés. Asegura que ahora está muy tranquilo y contento en Badajoz y agradece al club midebista su acogida e interés, ya que fue él mismo quien se puso en contacto pidiendo auxilio. «Muy contento aquí, sí. En Irán todo muy difícil. La guerra, todo. Mucha bomba, mucho gas, la policía... Muchos meses esperando porque la visa –el visado– era difícil. Yo vivía en Ahvaz, a 1.000 kilómetros de la capital Teherán, y viajar allí por los papeles era peligroso. Pero ahora bien en Badajoz. Me gusta el equipo, la gente, todo bien».

A la idiosincrasia propia iraní hay que sumarle que Mousa, de 36 años y discapacitado desde nacimiento, procede de una humilde familia en la que tuvo que ponerse a trabajar desde niño para ayudar en casa, según comenta. Su padre se quedó ciego por un incendio a los 40 años y ya lleva diez fallecido, así que él es el sostén económico para su madre y dos hermanas, una con tres hijos y otra con dos. «En Irán las mujeres no pueden trabajar porque es un país musulmán. Yo intento enviar allí todo el dinero que puedo porque todos dependen de mí y solo yo ayudo. Si no lo hago, pasan hambre», añade mientras intenta contar que la familia huyó hacia el Sáhara porque no tenían seguridad en su ciudad, aunque el Sáhara tampoco es un edén por las extremas temperaturas y la inseguridad.

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Reconoce que la situación de los deportistas en el país asiático es muy vulnerable, siempre expuestos a la tiranía. Recuerda el episodio de su detención y el mal trago que pasó. «Los deportistas están muy mal ahora allí. Cuatro días en la cárcel y me pegaron solo por hablar contra el jefe de los 10 euros de ayuda por discapacidad. No entiendo ese sitio», lamenta con valentía.

«Veo cosas de futbolistas y otros que han matado o encarcelado por defender derechos y la verdad es que es una locura todo», atestigua Juan Luis Pérez 'Tinín', jugador del Mideba con quien coincidió en el Valladolid y a quien Mousa considera un hermano. «Mejor que hermanos de misma sangre», valora el persa, quien menciona que le ayudó incluso económicamente para que a su madre la operaran de la vista.

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Mousa Ghozibi, jugador del MIdeba. J. V. Arnelas

Hay una persona que tuvo mucho que ver en el final feliz de esta historia. Y es el entrenador del Mideba, Jorge Borba. Cuenta el técnico que fue el propio jugador quien se puso en contacto con él para que intentara su fichaje y salir de su país. Borba se puso manos a la obra uniendo el interés deportivo de una incorporación fiable sobre la pista a un aspecto humanitario de la operación. «Pese al problema del idioma, se está adaptando muy bien y le estamos ayudando. Lleva pocos días y le está costando por su inactividad pero es un buen jugador para este equipo tan corto. Es increíble todo lo que sucede en su país, una pena. Quise hacerlo algo desde el principio y es una pena que haya tardado tanto en poder venir», subraya su entrenador.

Su nueva vida

«Intento enviar allí todo el dinero que puedo porque todos dependen de mí y solo yo ayudo. Si no lo hago, pasan hambre»

Mousa Ghozibi

Si los inconvenientes burocráticos son un problema en su país, la inexistente defensa de los derechos humanos es una atrocidad. El régimen no se corta un pelo en devorar, si hace falta con la pena de muerte, a quien considere un 'enemigo de la religión'. Y los deportistas, incluso internacionales y exitosos, no escapan a esta inexplicable diana. En el Mundial de Qatar se hizo palpable la protesta de su selección de fútbol, cuando no quiso cantar el himno ante Inglaterra. El jugador Amir Nasr Azadani apuntaba a sentencia de muerte pero finalmente fue condenado a 26 años de prisión por defender los derechos de las mujeres.

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Es solo la punta del iceberg. El karateca Mohammad Mehdi Karami fue ejecutado en la horca tras ser acusado de asesinato durante las protestas en su país. La denominada 'policía de la moral' y una justicia represora son los poderes fácticos de este sindiós. Ali Mozaffari, jugador de voleibol, fue asesinado con un disparo en la nuca. Suerte similar la que corrieron la haltera Ehsan Ghasemifar y el portero Mohammed Ghaemi. O la escaladora Marjan Jangjou, en paradero desconocido tras ser arrestada en noviembre. El objetivo, cortar de raíz la repercusión de sus voces.

Una bendición

En una plantilla carente de mimbres como la del Mideba de esta temporada, la llegada aunque tardía de un jugador polivalente como Mousa es toda una bendición. Puede actuar como base y en cualquiera de las tres posiciones exteriores, pero al mismo tiempo tiene una capacidad reboteadora y defensiva que lo convierten en una pieza muy completa pues en ataque su aportación es interesante. Además, no es un debutante en una competición tan exigente como la División de Honor española pues perteneció al Ferrol y al Valladolid. Su puntuación es de 3,5 y es internacional por su país.

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«Ahora estoy muy tranquilo en Badajoz. No tengo que pensar y soy más feliz. Me gusta mucho la gente, más que en Valladolid», finaliza Mousa, que se queja de que al no haber convenio entre las bancas de ambos países por cada 100 euros que envía pierde 10. Tranquilo Mousa, aquí sí puedes protestar.

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