Álvaro Pombo: una biografía interior
Relatos. El Premio Cervantes reúne dieciocho textos sobre su vida y sobre aspectos o claves fundamentales de su personalidad
Iñaki ezkerra
Sábado, 29 de noviembre 2025, 01:00
Amenudo las autobiografías de los escritores albergan un aspecto decepcionante: se centran demasiado en los hechos, en las anécdotas, en los acontecimientos que rodearon sus vidas o de los que fueron ellos mismos protagonistas sin profundizar en las huellas que estos dejaron en su conciencia. De algún modo esos relatos encierran una traición porque no narran lo realmente importante. En una de sus prosas fragmentarias, que siempre lindan con el aforismo, dice Cioran –cito de memoria– que los elogios y los reconocimientos apenas nos rozan por dentro. Solo llegan a la epidermis de nuestro espíritu. Son las afrentas –según él– las que de verdad nos dejan unas huellas imborrables y acaban conformando nuestro carácter. Por esa razón resulta especialmente estimable un libro como 'Cuentos autobiográficos', en el que Álvaro Pombo revela al lector de un modo sistemático cómo vivió interiormente los episodios que ilustran su propia existencia. A través de dieciocho sobresalientes relatos, el escritor santanderino nos brinda una inusual biografía interior, un testimonio íntimo de la manera en que ha ido encajando las circunstancias que hicieron de él lo que es. Y lo hace con absoluta naturalidad, sin avisar de ello para darle valor a la confidencia, manteniendo un tono que es lo menos parecido al del secretismo de la confesión culpable.
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En el que abre el libro, titulado 'Los señores', nos traslada a una infancia de clase alta y a un hogar en el que, pese a ser tratado por el servicio como el señorito Álvaro, no pertenecía al bando de los padres, sino al de las chicas que trabajan en su casa y a las que ha seguido amando hasta el presente. En ese retablo de época (Pombo nació a los dos meses y 23 días de terminada la Guerra Civil ), ocupa un lugar central Fraulein Maria Hirschle, una institutriz a la que describe como «una alemana gorda y terca de unos cincuenta años», cuyo afecto se impone sobre el de unos padres jóvenes y ausentes de la casa de una manera intermitente por compromisos como el de una absorbente finca heredada en tierras castellanas. Pombo habla de su paso de alumno externo de los Escolapios de Santander a interno de los Jesuitas de Valladolid, donde ya gozaba de una aureola de joven escritor que lo convirtió en «todo un personaje». Y se define a sí mismo como «una habitación en el campo iluminada por una vela vacilante» que da luz y deja de darla de repente. Habla del tubo diario que llegó a consumir de anfetas y del Fanodormo, una droga de alcohólicos con la que conseguía contrarrestar el efecto estimulante de las primeras.
Cuentos autobiográficos
Autor: Álvaro Pombo. Ed: Anagrama. 192 páginas. 17,96 euros (10,44).
En el siguiente relato, 'Lisbeth', el escritor da un salto a un presente en el que una fotógrafa venezolana aparece en su casa para entregarle unas fotos que le sacó treinta años atrás. La visita sirve para trazar un divertido autorretrato literario en el que se ve contradictoriamente favorecido: «Tengo un aire sobrevenido de observador inesperado, indeseado y, de algún modo, malencarado, encarnado en un careto frailuno, un falso monje de algún modo. La edad ha hecho de mí una buena imitación...».
Pese a que Álvaro Pombo ha teorizado alguna vez sobre la técnica del relato atribuyendo a este una estructura circular y una suerte de conclusión en el desenlace como condiciones indispensables del género, la verdad es que los textos que ha reunido en este volumen no responden en absoluto a dicha receta. La estructura es o bien lineal o bien zigzagueante. Son más fieles al tono, que se desliza entre recuerdos y reflexiones, muchas de ellas filosóficas, que lo que se dice a una fórmula orbicular. Y tampoco se puede decir que respondan al clásico final cerrado con moraleja. Más bien presentan todos unos finales abiertos que dejan las posibles lecciones que se puedan extraer de ellos a la libertad interpretativa del lector.
Así sucede, y no por casualidad, con 'El buen combate', el cuento que cierra el volumen y que tiene algo de carta a su propia madre, «una carta que he tardado cincuenta años en escribir», y en la que reconoce que el tiempo que pasaba en Londres, lejos de ella, era un gran alivio o que tanto él como Fraulein la temían y le mentían. «No hubo entre nosotros una relación maternofilial», llega de manera explícita a decir.
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Los 'Cuentos autobiográficos' de Álvaro Pombo quizá no sean cuentos, pero, sean lo que sean, su catalogación en un género literario resulta irrelevante. Lo cierto es que cada una de estas prosas parece responder a un lado esencial del 'ser pombiano', en el cual residía su secreta o tácita circularidad.
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