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Feria de Sevilla
Talavante se va de vacío en la tarde de JandillaLos toros extremeños, de preciosas hechuras pero escaso fondo, no propiciaron triunfos en la Maestranza
Barquerito
Miércoles, 17 de abril 2024, 22:28
Los dos toros de Jandilla que más y mejor se emplearon en varas se jugaron en la primera mitad. Un primero que derribó -patas arriba ... un caballo de Peña, lo nunca visto en lo que va de feria- y se entregó en un excelente puyazo de Óscar Bernal, y un tercero que arreó al caballo de largo como un cohete, a velocidad de bólido. En el primer viaje descabalgó a Manuel Ruiz Román y estuvo a punto de hacerlo caer por el costado de salida. El encontronazo fue espectacular. Cuando estaba a punto de soltarse el piquero de las bridas y de vencerse inerme a merced del toro, apareció Manzanares para hacer un quite singular y providencial. Se montó en el caballo y apoyándose en el estribo sujetó la silla de montar. El picador pudo tenerse antes de volver a acomodarse por delante de la silla pero con el caballo en la mano. Un quite insólito, que resolvió una situación de peligro y compromiso, muy emocionante. La ovación fue atronadora. Manzanares hizo como si no fuera con él. Un gesto que le honra. En el segundo encuentro con el caballo el toro volvió a arrear con la misma velocidad de vértigo y desde los medios. Ahora se agarró a modo Manuel Ruiz, hermano menor de Espartaco. Mientras se retiraba a las cuadras por el callejón le siguió una catarata de aplausos, que iban por él. Y por el caballo también.
El toro del derribo, que se había venido cruzado dos o tres veces por la mano derecha, fue de son apacible. Manzanares lo toreó con asiento, le pegó muchas voces, le perdió pasos cuando le convino y no buscó más allá de una faena entonada, fría y rutinaria. La última tanda en redondo fue la más lograda. La estocada, de urgencia.
El toro que quiso comerse el caballo se dolió en banderillas y vino a retratarse en la muleta con muchos matices. Fue toro con su punto de agresividad, y prueba de ello fueron sus contadas escarbaduras, pero de mucha fijeza, y también nobleza. Humilló más que ninguno, pero en la distancia corta, tardo, tendía a lanzarse, atacaba con todo. Tomás Rufo optó por una estrategia temeraria: abrir faena en los medios hincado de rodillas y dejando al toro venir de largo. Una valerosa tanda de desiguales logros que provocó a la banda de música. Una segunda tanda en redondo junto a la segunda raya tuvo más sentido que el arranque, tan para la galería. A partir de ahí fue perdiendo fuelle la cosa. Toreo frontal sin ligar por la zurda, una tanda rehilada en redondo, la muleta trasera por norma. La firmeza, innegable.
El resto de la corrida de jandillas, incluido un cuarto del hierro de Vegahermosa, no cumplió con lo esperado. El segundo, geniudo a la defensiva en varas, se paró después de media docena de embestidas descompuestas. Talavante cortó a tiempo- El toro de Vegahermosa, engatillado, muy bien hecho, frágil y claudicante, fue después de todo muy sencillo, pero Manzanares no se metió con él. El quinto se fue apagando sin que Talavante se lo llegara a tomar en serio. Murió en tablas el toro justo delante de la puerta de arrastre. Los mulilleros de la Maestranza demostraron su talento y su pericia. Las mulas asomaron de culo y no llegaron ni a pisar el ruedo. Engancharon al toro y se lo llevaron sin perder un segundo.
La fiesta estaba siendo bastante aburrida. Rufo tomó entonces el camino del portón de toriles. A porta gayola -que en la Maestranza es el tercio- esperó y saludó al sexto toro, que empezó a soltarse enseguida y a buscar la querencia de las tablas de sol. Rufo planteó una faena tesonera pero sin brújula, de recorrer muchos terrenos distintos pero sin poder contrariar el ánimo fugitivo del toro, que se rajó.
Ficha del festejo
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11ª de abono Lleno. 12.500 almas. Muy caluroso. Dos horas y cinco minutos de función.
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Ganadería Cinco toros de Jandilla y uno -4º- de Vegahermosa (Borja Domecq Noguera)
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Toreros Manzanares, saludos y silencio. Talavante, silencio en los dos. Tomás Rufo, saludos y silencio.
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