A hombros Fernando Adrián en la Corrida de la Beneficencia
El extremeño Emilio de Justo obtuvo silencio y silencio tras aviso
Barquerito
Domingo, 18 de junio 2023, 23:18
La corrida de la Beneficencia se anunció este año en fecha acordada pero sin terna ni ganadería cerradas. A un cartel anunciado como de «triunfadores» - ... se entendía que de la feria de San Isidro- se había aupado antes de empezar la temporada Emilio de Justo, que firmó cuatro tardes de primavera en las Ventas. La primera de ellas, con salida a hombros, y eso le valió el título añadido de triunfador. Castella y Fernando Adrián fueron los dos únicos espadas que degustaron en San Isidro las mieles de la puerta grande de Madrid y por eso la terna se compuso sobre la marcha automáticamente, pero con la intervención decisiva del presidente de turno.
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La incógnita eran los toros, no se sabe si improvisados o no. Se anunciaron con una semana de antelación tres toros de Juan Pedro Domecq y tres de Daniel Ruiz. Uno de los tres de Daniel Ruiz fue rechazado. Entró por él uno de Victoriano del Río enchiquerado como sobrero el pasado domingo. Embistieron mucho y bien cuatro: dos de Juan Pedro -cuarto y sexto de sorteo-, el de Daniel Ruiz que partió plaza y el sobrero rescatado de Victoriano del Río.
FICHA DEL FESTEJO
De esos cuatro tan solo el de Victoriano apretó en el caballo. Los dos de Juan Pedro Domecq se soltaron a su aire y, como suele ocurrir con los toros corridos en el campo, se distrajeron de partida de manera notoria. En la muleta, sin embargo, se emplearon con una cadencia, una codicia y una claridad sobresalientes. El de Daniel Ruiz, engatillado, amplio, muy astifino, un auténtico dije -bajito, corto de manos, hechuras impecables- fue toro de ritmo, nobleza y temple muy notables y, sin estar sobrado de fuerzas, aguantó entero el trato exigente de un trasteo tan largo como abundante y sin apenas tregua. El de Victoriano pesó más en la muleta, pero hizo el surco como cualquiera de los otros tres. No se trató de un desafío ganadero al uso, pero como si lo fuera, porque las calidades de esos cuatro toros de tan buena nota se habrían prestado a debate abierto.
La corrida cinqueña de Juan Pedro, jugada en una tarde muy ventosa, fue bastante completa, pero ninguno de aquellos seis toros llegó a la categoría de estos dos imprevistos de la Beneficencia. El otro toro de Juan Pedro, segundo de corrida, salió quebrado de un primer puyazo duro y trasero, sufrió un estrellón contra un burladero y en la muleta se apoyó en las manos y derrotó por la mano derecha. El tercero de la tarde, de Daniel Ruiz, sin trapío para Madrid ni fuerza, se jugó en medio de una bronca fenomenal -incluida una pelea a bofetadas en un tendido de sol y sombra- y acabó siendo el garbanzo negro de una corrida tan propicia.
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Para que no faltara de nada, la fecha cerrada de la Beneficencia -el domingo 18- se adelantó a este sábado 17 para que Castella, anunciado el 18 en Istres, pudiera ocupar su plaza de triunfador. Un Castella empeñoso y empeñado, embarcado en faenas de brillante apertura pero de amontonarse las dos más de la cuenta, y en particular la del toro de Juan Pedro, que toreó de oficio pero asépticamente. Como el toro rompió con tanta boyantía, el contraste se hizo evidente. Encunado y volteado al quitar por saltilleras en el gran toro de Daniel Ruiz, tuvo el gesto de volver a la carga y en la misma suerte sin mirarse ni dolerse. Con el toro se acopló pero sin redondear, apertura parte, una tanda inmaculada. Emilio de Justo, porfión con el toro quebrado de Juan Pedro, no dio con la forma de acoplarse con el de Victoriano del Río en faena forzada y vivida por él mismo con aire de derrota.
La sorpresa llegó a última hora, con un toro de Juan Pedro tocado de cuerna, muy bien rematado, que escarbó no poco, pasó solo de visita por el caballo de pica y embistió a rabiar: fijo en el engaño, repetidor, nobleza infinita. Con él se fajó firme de verdad, incluso descarado en las pausas entre tanda, el torero con el que casi nadie contaba: Fernando Adrián, a quien la suerte había sonreído en San Isidro con un toro extraordinario de Santiago Domecq y volvió a sonreír en esta tarde donde se jugaba su porvenir. No se lo dejó ir. Cuando cortó faena al cabo de apenas cinco tandas, todavía parecían quedarle al toro fuelle y ganas de más. La idea de rematar faena cuando sintió que el fervor público era suficiente se probó feliz. Premio mayor -las dos orejas- para su impresión de torero preparado, valeroso, ilusionado. Y una excelente estocada.
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