José María Pérez 'Peridis' | Arquitecto y escritor
«Un lugar sagrado no se traslada»La entrevista ·
«Conservar el patrimonio es barato; dejar que se caiga y restaurarlo, muy caro», sostieneEl gran defensor del patrimonio románico español es un arquitecto, dibujante, escritor y humorista a quien solo los más próximos conocen por el nombre que ... figura en su DNI. Porque José María Pérez González (Frama, Cabezón de Liébana, Cantabria, 1941) es para la gran mayoría Peridis. Y Peridis es todo eso y además agitador cultural, conversador infatigable, colaborador en programas de radio, responsable de documentales televisivos y creador de la Asociación de Amigos del Monasterio, punto de arranque de una serie de actuaciones que han recuperado el de Aguilar de Campoo, donde pasó una infancia feliz, y a partir de ahí, y mediante la creación de numerosas escuelas taller por las que han pasado miles de personas, de otros muchos monumentos. De todo ello habla en 'El tesoro del convento caído' (Ed. Espasa), una novela claramente autobiográfica que llegará a las librerías esta misma semana y en la que pasa «de puntillas por las facetas de dibujante, y arquitecto». Es, en realidad, la historia de «cincuenta años de trayectoria en defensa activa del patrimonio histórico», en especial el románico. Y es una historia de vida: la suya, que aparece en la novela siquiera en una de sus facetas, y la de su principio irrenunciable aplicado a esos templos de cuya salvación ha hecho su tarea principal. Porque para mantenerlos en pie lo fundamental es darles vida y hacer que la gente los conozca. Él lleva décadas haciéndolo pero teme que a medida que muchos pueblos queden desiertos se pierdan monumentos que son parte esencial de nuestra historia y de una visión del mundo que nos ha traído hasta aquí.
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- Vivir en un país con un patrimonio tan enorme parece maravilloso, pero supongo que se sufre mucho viendo cómo se deteriora sin que se haga nada, o cómo se ignora…
- Yo lo veo desde otra perspectiva. El monasterio de Aguilar de Campoo era el mejor juguete para un niño. Eran unas ruinas rodeadas por una huerta. Y tenía un amigo con el que pescaba cangrejos allí al lado, comíamos moras y frambuesas y era todo como una aventura. Nadie se ocupaba de aquello, que estaba dejado de la mano de Dios, con una restauración frustrada y unos inquilinos que no fueron.
- Así que algunos años más tarde decidió ocuparse usted mismo.
- A mí ese monasterio me interpeló cuando volví a Aguilar ya como arquitecto. Tenía entonces los pies en la infancia, en todos esos recuerdos, y la cabeza de un profesional de la arquitectura. Y, como le digo, el monasterio me interpeló. En España estamos demasiado habituados al principio de 'que vengan y hagan'. Lo que me planteé es que lo que no hiciéramos nosotros no lo iba a hacer nadie. Y así creamos una asociación cultural que era algo parecido a los músicos de Bremen: en un primer momento la formamos un cartero, un funcionario de extensión agraria, un droguero que era escultor y un arquitecto.
«Hay dinero para el AVE, autopistas, armas y estadios deportivos, ¿por qué no para mantener el patrimonio?»
- Imagino que para empezar a trabajar con ese patrimonio en peligro un asunto crucial es el de la propiedad de los inmuebles.
- La mayor parte de la España rural tiene un patrimonio que no puede sostener. Un patrimonio que es de la Iglesia, que no tiene curas ni recursos para ello.
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Papel de la Administración
- Las diócesis se quejan de que las ayudas que reciben para el mismo son ridículas. ¿La Administración, en cualquiera de sus niveles, debe aportar más?
- Los bienes de la desamortización se devolvieron, pero la Iglesia ya no es lo que era. En España hay 9.000 testimonios románicos. Mediante talleres y usando los fondos del desempleo hemos conseguido trabajar en muchos de ellos. Pero en muchos pueblos ya no hay ni artesanos.
- ¿Y cuando esos inmuebles son de particulares? Porque no se trata solo de iglesias.
- A mí los que son de propiedad particular me preocupan menos porque ya se buscan la vida. Lo que me preocupa es qué va a ser de los miles de pueblos con una iglesia. Quién la cuidará en el futuro.
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- Supongo que hay diferencias entre diócesis que tienen un templo que rinde muchos ingresos (catedrales de Toledo, Sevilla, Santiago, Sagrada Familia…) y las que no tienen nada así.
- Hay diferencias, claro, pero la Iglesia siempre ha pedido dinero al Estado. Y además hay conventos cuya titularidad es de órdenes religiosas. Existen muchos de ellos que son de monjas, por ejemplo. Nosotros en todos estos años hemos sido capaces de inventar de dónde sacar el dinero y de diseñar un procedimiento para mantener esos monumentos. Lo importante es que el bien patrimonial tenga uso y convencer a la gente de su valor histórico y artístico.
- Supongamos que esos bienes pasaran al Estado. ¿Habría recursos para ese mantenimiento necesario?
- Me parece una pregunta con una respuesta fácil. Hay dinero para hacer el AVE, autopistas o estados deportivos. ¿Por qué no lo habría para mantener nuestro patrimonio? Le voy a dar un ejemplo que conozco bien. El turismo aporta el 10% del PIB de Castilla y León. ¿Cuánto dedica esa comunidad al mantenimiento de ese patrimonio que es en buena medida el gancho de ese turismo?
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«A diferencia de las fábricas y las granjas, las iglesias ni se deslocalizan ni dejan mierda como residuo»
- Usted propone un cambio de modelo sobre esta cuestión que es muy radical.
- La tesis de 'El tesoro del convento caído', que es mi tesis sobre el asunto, es que el mundo solo progresará mediante la colaboración, la solidaridad y el apoyo a los más desfavorecidos. No se puede tratar a la gente como un clínex. Todo lo que hemos hecho en nuestra asociación ha sido con personas a las que la sociedad apartaba. Ahí está la 'Enciclopedia del Románico', que suma más de medio centenar de volúmenes y en la que han colaborado tres mil personas. Hemos añadido valor al patrimonio, a la naturaleza y a las personas. Hemos convertido ruinas en escuelas, y a los despedidos de sus trabajos anteriores nosotros los admitíamos.
- Dice usted que la clave es dar vida a ese patrimonio.
- Sí, porque solo se ama lo que se conoce. Por ejemplo, hemos hecho conciertos en esos espacios, para que la gente se acercara a ellos y los conociera. Unos cuantos festivales de música en España, que tienen su sede en capitales de provincia, organizan algunas sesiones en iglesias en pueblos remotos. Eso es buenísimo porque llevan gente a esos pueblos y permiten contar el patrimonio de una forma distinta, más sensorial. Piense que cada vez nos movemos más y queremos ver cosas insólitas. El románico ha tenido quien le escriba, lo mida, lo edite, y todo eso está en la red. Hemos conseguido empaquetar la memoria de esos 9.000 testimonios. La Enciclopedia está ahora en todas las grandes bibliotecas del mundo.
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Equipos de conservación
- Hablando de dar vida, ¿qué le parece el traslado de algunas iglesias a otros lugares donde tienen más visibilidad?
- Un robo. Un lugar sagrado no se traslada porque por el camino se pierde su alma. Pero le añadiré algo más: no podemos quejarnos de las piezas románicas que se llevaron de aquí y ahora están en Nueva York cuando hay otras que se están cayendo. España no puede perder esa riqueza.
- ¿Y qué propone para evitarlo?
- Una fórmula similar a las viejas casetas de camineros que había antes en las carreteras y donde se alojaba un empleado encargado de mantener unos kilómetros de vía. Se trata de mantener y conservar con un mínimo coste. Podrían crearse equipos de conservación como los que hay en los museos. Que en cada comarca hubiera encargados de vigilar el patrimonio y advertir de qué reparaciones urgentes deberían hacerse en cada inmueble de su zona. Si no se hace es, entre otras cosas, porque ese patrimonio está entre dos aguas: la de la Iglesia y la del Estado. Y mientras, ¿qué hacemos con un patrimonio tan valioso que se está viniendo abajo? Me inquieta que habiendo recursos lo dejemos caer. Y no olvidemos que una ermita en una colina convierte ese paisaje en sagrado.
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«La tesis de 'El tesoro del convento caído' es que el mundo solo progresará con la colaboración»
- Usted ha denunciado algunos planes que destruían todo lo que de sagrado pudiera haber en ciertas zonas.
- Sí. En Castilla y León querían colocar unas granjas de cerdos en el entorno de algunas iglesias románicas, con lo que destruían todo el proyecto. Hicimos una campaña: 'Cerdos o románico'. Iban a repoblar la comunidad con cerdos en vez de con niños… De verdad que no sabemos el patrimonio que tenemos. Y, a diferencia de las fábricas o las granjas, las iglesias ni se deslocalizan ni dejan mierda como residuo.
- Entiendo que no hace falta tener sentimiento religioso para apreciar ese patrimonio del que usted habla todo el rato.
- En absoluto. Un ateo lo aprecia igual. Esos templos muestran cómo eran los ritos de nuestros antepasados, en qué creían. La Iglesia nos ha proporcionado el ceremonial, que no es poco.
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- Al tratar de dar otra vida a esos bienes, ¿no se corre el riesgo de desvirtuarlos?
- Va a haber otra desamortización. Los conventos se vacían y se venden. Y cuando eso pase en pueblos de la montaña, ¿quién cuidará de ellos si no se hace nada? Convertirlos en hoteles es darles otra vida. Por supuesto que tiene que ser con respeto. Debemos compatibilizar el uso nuevo de esos edificios y la memoria. Y en todo ello tienen mucho papel las escuelas taller. Ahí trabajan jóvenes que transforman la materia para transformarse ellos mismos. Fraguan su personalidad porque somos lo que hacemos. ¿Qué se hace con los chicos del fracaso escolar? ¿Enviarlos de nuevo al aula, que odian?
- ¿Qué país debería servir como ejemplo por lo bien que cuida su riqueza patrimonial?
- El país con más sensibilidad y obligación de tenerla es Italia. Cuida su patrimonio dejándolo envejecer. Ahí está el ejemplo de Venecia.
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- Otros, como Alemania, han optado por reconstruir todo dejándolo igual que estuvo en el momento de su construcción.
- Sí, sucede también en Polonia. Lo que se ha hecho es un grito contra la destrucción causada por la guerra. Yo prefiero hacer algo volumétricamente parecido que guarde lo antiguo y lo nuevo. No forzar haciéndolo mimético. A mí me gusta más cómo se hacen las cosas en este campo en Italia que en Alemania. Pero en cualquier caso hay que hacerlo. ¿Tenemos dinero para armas y no para el patrimonio? Si, además, conservar cuesta poco. Dejarlo caer y luego levantarlo de nuevo cuesta mucho más. De verdad que es descorazonador. El patrimonio es riqueza y disfrute y se le añade valor solo con cuidarlo. Es preciso entenderlo.
- Hemos hablado todo el tiempo de conservar. Apenas nada de restaurar.
- Es que no soy partidario de la restauración. Lo importante es usar el patrimonio y protegerlo. Pero eso comienza siempre con el conocimiento. Por eso defiendo que hay que conocerlo y disfrutarlo. Lo mío, seguramente, es otra receta. Debemos conservar lo que importa. Claro que la pregunta que va a continuación es quién dice lo que importa.
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