Manuel Viola | Teatro Romano de Medellín

ARQUITECTURA DE HOY | Una selección de Francisco Hipólito

Un enclave magnético e imperial

La historia del teatro romano de Medellín se remonta a la antigua colonia Metellinensis, surgiendo de la monumentalización del foro durante el reinado de Augusto de finales del siglo I a.C. o principios del siglo I d.C. Este magnífico edificio, aunque de escala media en comparación con otros teatros de Hispania, deslumbra con su compleja arquitectura y su rica ornamentación. Con un diámetro de 62 metros en cavea, estaba dotado de un complejo espacio escénico realizado con un considerable despliegue artístico y técnico.

Construido estratégicamente junto a la colina que más tarde albergaría el castillo de Medellín, el teatro aprovechó la pendiente natural del terreno, utilizando granito y piedra local de cuarcita para su construcción.

Se completó con todo lujo en varias campañas, utilizando costosos mármoles de exótica procedencia. Incorporó a su decoración un complejo programa escultórico que incluyó piezas trasladadas desde los talleres itálicos. Todo este conjunto fue posteriormente destruido, puesto que sobre el antiguo foro se desarrolló la ciudad medieval, que tuvo amplia habitación y se prolongó hasta el siglo XVIII.

El paso del tiempo no fue amable con esta maravilla arquitectónica. La presencia del cercano castillo, objeto de numerosas reformas, convirtió al teatro en cantera.

Abandonado en el siglo XIX debido al éxodo urbano hacia tierras más llanas, esta área de la ciudad conservó sus ruinas hasta que, en 1969, fueron redescubiertas y sometidas a la atención de la arqueología.

A través de esfuerzos monumentales que continúan hasta nuestros días, primero en una actuación en 1969-1970 por parte de Mariano del Amo y posteriormente desde 2008 hasta la actualidad, se ha logrado desenterrar y preservar la complejidad de este sitio histórico, devolviendo a la luz lo que yacía en la oscuridad por siglos. Ha sido posible descubrir y consolidar una parte importante de la arquitectura de la etapa romana centrada en el teatro. Para ello fue necesaria la participación de numerosas personas, instituciones y administraciones que han insistido hasta llegar a la situación actual.

Se ha rehecho la arquitectura del teatro en lo mínimamente necesario, para permitir que pudiera percibirse como el monumento que fue, y también ser utilizado como edificio de espectáculos. Es una intervención contradictoria, pues nace de la necesidad de su reversibilidad y de la condición de subordinarse a la ruina. Esta subversión de la arquitectura debe someterse al protagonismo del monumento como memoria y doblegarse sin competir con el hecho artístico. A la vez, ha de evidenciar su naturaleza contemporánea expresando sus periferias con los restos del pasado. Las actuaciones se incardinan en un proceso de recuperación y arqueología del yacimiento. Es una tarea consecuencia del conocimiento del conjunto y fruto del consenso de un equipo de diversas disciplinas.

Hoy en día se pueden recorrer las ruinas del teatro, incluso se puede asistir a representaciones artísticas, algo que no se producía desde hace 16 siglos. Es posible contemplar las delicadezas de la arquitectura decorativa del teatro, y las sutilezas de los restos de la colección escultórica, así como visitar el centro de interpretación dispuesto en una reconstruida iglesia de Santiago.

Esta posibilidad actual ha hecho necesarias intervenciones de consolidación y conservación de los restos, siempre las más importantes, ya que aseguran la transmisión de la memoria recuperada a los que vendrán tras nosotros.

El jurado del premio Europa Nostra en 2013, «quedó impresionado por la minuciosidad e importancia de este proyecto de recuperación y conservación del Teatro Romano de Medellín, que pareció resurgir milagrosamente de la tierra. Representó la transformación de una zona abandonada y vandalizada en un sitio arqueológico reconocible y atractivo, con un impacto social considerable en la comunidad en general. El proceso demuestra que incluso en un rincón remoto del continente, algunas de las características constitutivas de la cultura europea pueden manifestarse para enriquecer tanto el área local como nuestro patrimonio colectivo más amplio».

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