¿Qué ha pasado este jueves, 4 de diciembre, en Extremadura?
Parque de San Francisco este sábado a la hora de comer. José Vicente Arnelas
Carnaval de Badajoz 2025

Ambiente en el Carnaval de Badajoz: empanada, latas marca blanca y a otro planeta

La tarde del sábado ha premiado a los que ignoraron las nubes, se pusieron la peluca y atendieron esa llamada de la selva que sale desde los Djs del templete de San Francisco

Sábado, 1 de marzo 2025

Las personas se dividen entre quienes piensan que es mejor no salir a la calle porque ya está chispeando y las que salen porque solamente ... está chispeando. Las del segundo grupo que han apostado este sábado a la casilla de 'fiesta' se anotaron otra tarde épica en su currículum carnavalero.

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Esta fiesta en Badajoz tiene sus rituales y uno es mirar el tiempo siendo consciente de que una tormenta puede arruinarlo todo. El siguiente paso es ver que va a llover y echarse el disfraz encima murmurando 'qué sea lo que dios quiera' mientras se busca la nevera de corcho en el trastero para llenarla de latas y bocadillos.

En general las comparsas, las murgas, las pandillas, las familias, van organizadas. Se sabe desde el viernes de carnaval, cuando en el Mercadona no dejan de reponer empanadas que al día siguiente, o sea este sábado, se despliegan sobre las mesas portátiles de San Francisco, Plaza de Minayo y San Atón. Se puede decir que el Carnaval de día en Badajoz son ahora mismo estos tres lugares conectados entre sí, una especie de parque temático con el que se topa la gente que llega por la avenida de Huelva o Ronda del Pilar, como si de repente arrancara un viaje psicodélico. Ríete tú de las vistas desde el espacio que tenía Calleja esta semana cuando por el precio de esas empanadas precocinadas, unos sandwiches de Nocilla, una bolsa de hielo y seis latas de marca blanca puedes apoyarte en la pared a divisar estampas de otro planeta. A saber, una docena de freddy mercuries pasando la aspiradora frente a la sede de Cajalmendralejo, una pandilla de amigas de la mano dando vueltas a la rotonda de Godoy disfrazadas cada una de una celda de la ruleta de la suerte o una Campanilla de metro noventa sin afeitar aliviando ante los orinales de pie que hay estos días frente a Correos. El cazador y el amigo gordo de gorila, las moscas bebiendo alrededor de una caca gigante, el padre que se ha puesto una peluca con rulos y una bata rosa con su hija en su pijama de Pikachu de la mano y que ya ha perdido la vergüenza, porque no es lo mismo salir de esta guisa de un portal de Valdepasillas que atravesar San Francisco ya como uno más de este variopinto pelotón que sigue dejando con la boca abierta a quien se asoma por primera vez al carnaval pacense. «Esto yo no lo había visto jamás, nunca, never», acertaba a decir Friedrich, un alemán que con su mujer había caído por casualidad en la ciudad y que ante sus ojos tenía , junto a la Delegación de Hacienda, a una horda de niños tocando la percusión del carromato de los Balumba.

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Amigas disfrazadas de la ruleta de la suerte. José Vicente Arnelas

Las categorías son tan diversas que mejor no empezar a enumerar disfraces, que también se dividen solo en dos: los que han sido elaborados el mismo sábado por la mañana y los que no. Mención aparte merecen quienes se adentran en San Francisco sin disfrazar, que en la zona cero debe equivaler a ir desnudo. Estas personas que salen de calle despiertan compasión y a más de uno le hacen sentir que en un día como ayer, en leotardos amarillos, con peluca rubia, las antenas de la abeja Maya y una riñonera para el móvil y el tabaco, es alguien que, como mínimo, sabe cómo hay que estar en los sitios.

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Cubatas a seis euros

Otra de las imágenes desconcertantes de un sábado de carnaval es la cola del supermercado Día que abastece a la caótica colección de tribus que llena San Francisco y plazuelas adyacentes. Los lineales de esa gran superficie dan de comer a los hambrientos y de beber a los sedientos en una jornada que se debe de hacer muy larga a las cajeras y muy estresante al guardia de seguridad.

En las barras callejeras de la calle Obispo los bocatas de jamón estaban ayer a tres euros y medio, y con bebida a cinco. Los cubatas cuestan seis euros en este inmenso botellón que también es marca Badajoz en estas fechas.

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Impagables las escenas de parejas discutiendo con un traje de peluche porque él o ella se quiere ir ya a casa

Otras seña de identidad del carnaval de calle son los artefactos. Gracias. Sin estos vehículos la fiesta habría decaído hace años, pero cada vez hay más y, para entendernos, más currados. Las discusiones que haya habido en los meses anteriores sobre quién se implica más o menos en estas fantasías rodantes habrán merecido la pena cuando te sabes mirado con envidia y desde abajo solo por tener a mano una cubitera, un baño y un altavoz con el que animar cualquier esquina. Al principio del día muchos estaban en la avenida Saavedra Palmeiro, pero la llamada de la jungla que salía desde el templete los fue atrayendo. A la velocidad de un elefante, fueron acercándose a Correos, Minayo y Juan Carlos I pasando antes ante los ojos de Miguel Celdrán, que estaría orgulloso del fiestorro que él siempre alentó como pudo. El exalcalde con estatua en la que ahora es su avenida no regía Badajoz cuando el carnaval resucitó con la democracia, pero sí estaba en aquella cuadrilla canalla que se presentó a principios de los ochenta en la Delegación del Gobierno (entonces Gobierno Civil) a decir que iban a salir disfrazados sí o sí. Eran quince o veinte y les pusieron una condición: nada de disfraces de militares ni de curas. Ese año aceptaron, luego nadie pudo ya controlar lo incontrolable y más de cuarenta años después el catálogo que pulula por las calles es un despiporre donde salir de monja o guardia civil es lo mínimo que se despacha en un chino.

Así de un vistazo rápido, con tanta peluca, travestidos por decenas y piel al aire en pleno febrero puede parecer que el carnaval pacense es una bacanal. Pero no. Al menos por la tarde. Familias enteras con carricoches también salieron ayer aprovechando esa tendencia innata de los pequeños a mutar en personajes de Disney a la mínima oportunidad.

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También se aprecia organización antes y durante. Por ejemplo se dijo hace unos años que los artefactos todos con ITV, y por descontado los conductores sobrios. La furgoneta de la Cruz Roja suele estar a mano y la Policía Local aparece por las esquinas e intersecciones para que, aún celebrándose una fiesta de interés turístico internacional que tiende al desmadre, el tráfico perimetral fluya, el uso de la droga sea lo menos evidente y, a ser posible, que no haya peleas o estas duren poco lo menos posible.

Hablando de conflictos, impagables también son las escenas de parejas alteradas discutiendo al borde del divorcio, con los coloretes y el rímel corridos, embutidas en un disfraz de peluche con orejas colgando, una mano alzada, en la otra una bolsa de Carrefour y vociferando la obsesión del otro o la otra por amargarle la fiesta a la otra o el otro cada vez que llega el carnaval.

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La primera tarde ha sido amena y ha destensado a tantos carnavaleros atenazados durante la semana cada vez que visitaban la Agencia Estatal de Meteorología. Pero lo mejor está por venir. Jorge Barlés, de Huesca, tiene en Badajoz a su cuñado y esta ha sido la segunda vez que lo visita por carnaval. «Me he traído un disfraz de Joker para hoy porque si no te disfrazas te sientes raro, pero a mí me gusta la percusión y lo que más me llama la atención es el desfile que tenéis el domingo, cuando lo vi el año pasado me pareció impresionante».

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