Los recuerdos en Cáceres del héroe que se negó a ser rey de España

–¿Qué andas mirando?

–Pues estoy leyendo algo muy interesante. Con el dinero que me regalasteis en mi cumpleaños, he comprado para leer por internet el libro de Adrian Shubert 'Espartero, el Pacificador'. ¿Tú sabes que Espartero tiene relación con la provincia de Cáceres, con Valencia de Alcántara? Bueno... Principiando, Juntaletras. ¿Tú sabes quién era Espartero?

–Hombre –dije mientras me rascaba un costado sobre el pijama a cuadros– Un militar del siglo XIX, creo que luchó contra los carlistas...

–Un militar... ¡Fue el héroe más grande que tuvo España en el siglo XIX, lo comparaban con Napoleón y Garibaldi! Anda, prepárate un café y vente aquí que te desasne un poco.

Me lave la cara y volví a sentarme ante Sanjosé con un vaso con un café con leche.

–Para que te enteres –empezó–. Baldomero Espartero luchó como soldado contra los invasores franceses en la Guerra de la Independencia. Luego fue oficial en la Guerra de Independencia en Perú. Regresó a España para luchar contra los carlistas y ahí es donde empezó a ser considerado un héroe. Combatía en primera fila con sus hombres y fue herido ocho veces. Venció a los carlistas, protagonizando en 1839 el 'abrazo de Vergara'. Era muy querido por el pueblo porque había logrado la paz después de siete años de una brutal guerra civil. Por eso se le concedió el título de Duque de la Victoria.

–Bueno, un militar con éxito –intenté resumir antes de dar un sorbo al café.

–Fue más que eso. Era liberal y se metió en política. Tres veces fue presidente del Consejo de Ministros, y desde 1840 a 1843 fue Regente del Reino de España en nombre de Isabel II, que era una niña. Fue tan importante, que cuando fue destronada Isabel II por la Revolución de 1869, le ofrecieron ser rey.

–Eso sí que es raro.

–El general ya estaba retirado en Logroño, y fue a verle en la primavera de 1870 una comisión de diputados, pidiéndole que fuera rey. Se lo pidió también Juan Prim, que era presidente del Consejo de Ministros, y Pascual Madoz...

–¿Y qué hizo?

–Dijo que no, y dio una buena razón de peso para quitarse el mochuelo de encima.

–¿Cuál? –pregunté intrigado.

–Pues que la sucesión sería complicada porque no tenía hijos, y por esas fechas contaba ya con 77 años y su mujer, María Jacinta Martínez de Sicilia, tenía 59. No quiso ser rey, pero fíjate si su respaldo era importante, que al poco de ser elegido Amadeo de Saboya rey de España fue a visitarle a Logroño. Y luego Alfonso XII fue tres veces a verle. Se murió en 1879, cuando tenía 86 años.

–Bueno... ¿Y qué relación tiene con Extremadura?

–¿Te acuerdas del famoso ingeniero extremeño Cipriano Segundo Montesino, el de Valencia de Alcántara?

–Sí, hombre. El que promovió el Canal de Suez, y el desaparecido ferrocarril de Madrid a Lisboa que pasaba por Cáceres y Valencia de Alcántara...

–El mismo. Pues tuvo una relación muy estrecha con el general Espartero, era su colaborador, y el extremeño se casó con su sobrina Eladia Fernández Espartero y Blanco, que fue su heredera. La mujer de Espartero se murió un año antes que él, y el general nombró heredera universal a la mujer de Segundo Montesino. Era una gran fortuna que fue acompañada con el título de Duquesa de la Victoria, que tuvo desde 1879 a 1893, siendo Montesino Duque de la Victoria consorte. Los siguientes Duques de la Victoria han tenido y tienen relación con Valencia de Alcántara, donde la familia tiene el famoso Convento de Montesino.

–¿Un convento?

–Es el Convento de San Francisco, construido en 1585, en el que el rey Felipe V durmió en dos ocasiones. Durante la desamortización de Mendizábal fue adquirido por Cipriano Segundo Montesino, y pasó a llamarse Convento de Montesino. En este edificio terminaron los objetos personales del general Espartero. Se dice que entre ellos está su biblioteca con 10.000 libros, una cama de campaña plegable, una silla de montar, y muchos documentos suyos. Adrian Shubert, el autor de la biografía del general, agradece al duque de la Victoria que le dejara ver los documentos privados de Espartero.

–La verdad es que es muy interesante –dije acercándome a mi móvil, que había dejado encima del escritorio, y apagando la grabadora.

–Hombre. ¿Me estabas grabando? –Preguntó extrañado el difunto.

–Anda, claro. Así ya tengo para escribir otra historia para este domingo.

–Pero si a los muertos nos oye la gente que solo queremos nosotros que nos oigan.

–Menos las grabadoras, que lo registran todo. Ya llevo mucho tiempo grabándote. No tengo tanta memoria para recordar todas las cosas más o menos interesantes que dices.

–Vaya, hombre, ¡Cómo va aprendiendo el Juntaletras! –dijo sonriendo, halagado por lo que había dicho–. Venga... ¡A ducharse y a trabajar! Que se está haciendo de día, y los vivos tenéis que producir.