«¡¿La playa de Cáceres... pa cuándo!?»
Desde las primeras elecciones municipales tras la Dictadura, el 3 de abril de 1979, llevamos 44 años en los que los candidatos a alcalde de Cáceres han prometido de todo, pero no una playa en la Ribera del Marco, zona que cada vez está peor.
El jueves por la noche, después de saborear las famosas ostras con bloody mary de La Maltraviesa, Caridad siguió hablando de la enemistad entre dos periodistas de Cáceres ... de hace más de un siglo: Eduardo Sánchez Garrido (1846-1925) y Manuel Castillo Quijada (1869-1964).
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–Mirad lo que he encontrado en una columna que escribió, en el Diario HOY, el recordado compañero Fernando García Morales, en una de sus 'Ventanas a la ciudad'. Os lo voy a leer –nuestro cascarrabias abstemio (él tomó las ostras al natural) dio un largo sorbo de agua y empezó a leer una fotocopia–: «En los periódicos antiguos de Cáceres, periódicos de carácter político, había la costumbre de que el que se marchaba de veraneo, solía enviar sus crónicas desde el lugar elegido para el descanso que, aparte de ser una forma de estimular la canícula, era también una forma de 'fardar' echando por delante el veraneo elegido. Así, don Manuel Castillo, un viejo profesor que acabó muriendo en México a una edad casi centenaria, y que era director de una de estas publicaciones, se marchaba de veraneo a Figueira da Foz, en Portugal, y desde allí enviaba las crónicas a su periódico, fechadas y firmadas en dicho elegante lugar de veraneo. Esta pequeña vanidad le caía mal a un político del partido contrario y hombre de gran ingenio, como fue don Eduardo Sánchez Garrido, que había fundado otro periódico con la sana intención de meterse con Castillo y sus ideas y que, para más 'inri', tituló 'Zurra-Tontainas', por lo que don Eduardo para ridiculizar a su oponente, firmaba sus crónicas veraniegas poniendo : 'Desde las playas del Marco', con lo que el 'pitorreo' popular y local continuaba durante todo el verano, y se agotaba tanto un periódico como el otro».
–¡Qué bueno! Playas en la Ribera del Marco –dijo el fotógrafo Guinea pensativo–. Pues igual se podían hacer si se recuperara el río que tenía Cáceres. Que se ve claramente en planos antiguos de la ciudad que aquí había un río, que nos robaron para dejarnos un riachuelo.
Cuando salimos de La Maltraviesa dimos una vuelta por el Paseo de Cánovas, a las doce de la noche, para ver la pegada de carteles de alguno de los diez partidos políticos que se presentan en Cáceres. Al poco tiempo sentimos a Sanjosé a nuestro lado.
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–Hombre si está aquí el difunto –le saludó Guinea–. Pues una cosa te quería preguntar: ¿Con tantas promesas electorales que se han hecho, nunca se le ha ocurrido a alguno prometer una playa en Cáceres?
–No... y mira que llevamos años de promesas, concretamente 44 años desde las primeras elecciones municipales tras la Dictadura, que fueron el 3 de abril de 1979.
–¿Qué tal estuvieron? –Pregunté.
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–La verdad es que fueron bastante curiosas –dijo mientras veía como a lo lejos, varias personas usaban una escoba para echar cola en los paneles publicitarios y colocar carteles de personas sonrientes–. Se presentaron para alcalde: el socialista Pablo Naranjo, catedrático de Geografía e Historia de 64 años y con 7 hijos; el candidato por UCD era el empresario Luis González Cascos, con 52 años y 7 hijos; el Partido Comunista de España presentó a Ángel Ugarte, perito agrícola de 50 años, que tenía 3 hijos; y también se presentó una Agrupación de Electores Independientes, encabezada por el funcionario Juan Bazaga, que tenía 45 años y 5 hijos.
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–¿Pocas mujeres habría de aquella en las candidaturas? –indicó Ana, la novia del fotógrafo.
–Muy pocas, aunque en la candidatura socialista había cuatro: la profesora Pilar Merchán, que luego fue presidenta de Diputación, la ama de casa Carmen Arias, y las administrativas Antonia Rolo e Isabel Puerto. Para pedir el voto vinieron figuras nacionales, como el entonces presidente de España de UCD Adolfo Suárez y el comunista Santiago Carrillo.
–¿Alguno prometió algo para la Ribera del Marco? –Quiso saber Guinea.
–No. Les preocupaba el paro. El de UCD prometió regalar el suelo a las industrias que se instalaran aquí. Decían que había que construir viviendas sociales en esta ciudad que entonces tenía 70.000 vecinos. Coincidían en la necesidad de poner la Universidad en la Ciudad Monumental, aunque Pablo Naranjo señaló que si él salía alcalde, no se gastaría ni un solo céntimo en la parte antigua, mientras colegios públicos no tuvieran calefacción.
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–Cuéntales quién salió alcalde –le pidió Caridad.
–El resultado de las elecciones fue así: 10 concejales para UCD, 9 para el PSOE, 4 para el partido de Juan Bazaga y 2 para el Partido Comunista. Cuando se convocó a los 25 concejales para elegir alcalde (los 25 todos hombres, Ana), salió elegido alcalde González Cascos, el de UCD, al apoyarle los concejales independientes de Bazaga. Los comunistas votaron a Pablo Naranjo, que al final tuvo 11 votos y alguno dijo que era quien tenía que haber sido alcalde si los independientes fueran verdaderamente independientes. Había mucha ilusión en la gente por votar, porque hacía 45 años que no había elecciones municipales en España.
Nos fuimos tras ver la alegría de los que pegaban carteles, prometiendo un futuro inmejorable para Cáceres si llegaban a tener ellos el poder.
El viernes por la mañana, nada más clarear el día, Salvador Guinea fue con sus cámaras a la Ribera del Marco, a la zona donde él cree que se podría hacer la playa de Cáceres, en la Charca del Marco, junto al Centro de Interpretación Joven. Luego se fue a la Redacción y allí le vi enfurecido cuando llegué a las nueve y media de la mañana a trabajar.
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–¡No hay derecho a lo que están haciendo! Es que vamos para atrás. ¡No hay derecho! –Bramaba.
–¿Pero qué te pasa? –Le dije.
–En el año 2004 se inauguró un parque en el Marco. Se hizo un estanque precioso en el que había hasta patos. Tienes que ver esa zona ahora: El agua no se ve porque el estanque está lleno de plantas invasoras, de espadañas. Hay suciedad y ratas. Es casi un estercolero, cuando es el sitio de donde surgen las aguas cristalinas que están bajo la tierra. Es agua limpia, que potenciando que saliera en más cantidad, podía ser ese el sitio ideal para hacer una piscina natural o una hermosa playa con su arena blanca. ¡Vamos para atrás como cangrejos!
No quedó ahí la cosa. A las pocas horas fuimos a un acto electoral. Cuando el candidato, excitado por los aplausos de sus acólitos, prometía una y otra cosa, se escuchó el potente grito de alguien que dijo:
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–¡¿Y la playa de Cáceres... pa cuándo?!
Las personas que allí estaban se miraron unas a otras buscando al saboteador. El único que dio con él fui yo, que vi al fotógrafo salir de detrás de una columna al fondo de la sala.
Él lo niega, pero aunque Guinea jure y perjure que él no ha sido, a mí no me la da con queso.
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