Antonio y Rafael Pérez Hurtado el pasado martes en la cueva de Maltravieso. :: lorenzo cordero

Los barreneros que contemplaron por primera vez Maltravieso

Los hijos de Telesforo Pérez 'El Francés' relatan cómo vivieron el hallazgo de la cavidad en 1951 | Antonio y Rafael Pérez Hurtado quieren que, tras la investigación publicada en Science, su historia no se olvide

Cristina Núñez

Cáceres

Lunes, 19 de marzo 2018, 07:41

La alerta de Google que Antonio Pérez Hurtado tiene programada con la palabra Maltravieso le saltó el pasado 22 de febrero y no pudo por menos que echarse a llorar. Han pasado casi 67 años desde que la cueva salió de su oscuridad de 350.000 años e inició su particular relación con la ciudad, una historia de abandono inicial que fue transformándose lentamente en interés. La importante investigación publicada en Science, hecha pública ese día 22 del mes pasado, alienta un cambio de valoración de las pinturas rupestres más famosas del mundo. Y Antonio Pérez, que hoy tiene 82 años, sus hermanos Rafael y Joaquín, también octogenarios, tienen mucho que ver en toda esta historia, aunque quizás sean los que más ocultos han estado.

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Antonio y Rafael acuden a la cita en el centro de interpretación de Maltravieso. Ambos viven en Sevilla desde los años 70, en donde han ejercido de maestros. Joaquín vive en Madrid, aunque no pudo acudir a esta cita. Fue un descubrimiento completamente fortuito el que logró que Maltravieso se hiciera luz. "Mi padre (Telesforo Pérez, 'El Francés') era cantero y al mismo tiempo trabajaba en las minas de Aldea Moret, mis hermanos y yo nos incorporamos al trabajo y poco tiempo después, con 13 o 14 años, ya éramos maestros barreneros", explica Antonio. Enfermo 'El Francés' de silicosis, el trabajo recayó en los tres chavales, unos niños que compatibilizaban sus estudios en el Instituto El Brocense con su tarea diaria en la cantera. Duros tiempos. Era una empresa familiar, no había más obreros, salvo los que puntualmente se necesitaran. «Cuando encontramos la cueva estaba con nosotros José Sánchez Macarrilla y a su hijo Candi, que fue el primero que entró con mi hermano Rafael a la cueva». Un 12 de julio de 1951, después de la explosión, apareció la cueva. Asombro máximo.

«Una feria»

«Nos duele que no se acuerden de nosotros, y que algunos no nos nombren»

«Hubo mucha curiosidad, vinieron otros canteros, autoridades, periodistas, parecía una feria»

En días sucesivos, explica Antonio, «a medida que se hace el hueco de la cueva más amplio, empieza la curiosidad, toda la gente que estaba trabajando en las canteras vienen a ver el espectáculo, en esos momentos la cueva principal, destruida por el avance de la cantera, tendría unos 30 metros de largo, 20 de anchura y seis o siete de alto». En días sucesivos pasaron por la zona Miguel Ángel Orti Belmonte, director del Museo de Cáceres, Francisco Muñiz, ingeniero de minas, periodistas y curiosos. «Esto era una feria, vendían hasta helados, no nos dejaban trabajar». En ese momento se descubren vasos campaniformes rotos, tablillas de pizarra con orificios a los lados o incluso huesos, dos cráneos, que se trasladaron al Museo.

Una imagen tras el descubrimiento de la cueva.

Antonio explica con un pesar que se traduce en lágrimas, que aparte de la destrucción de la parte inicial de la cueva, también se iban echando escombros a una parte de la cueva. Tras la primera efervescencia, el furor se apaga y ellos siguen con su trabajo. De motu proprio continúan mostrando la cueva porque en ese momento ya la consideraban un poco suya. «Un día andábamos por allí y nos encontramos una galería lateral con un montón de tierra, se nos apagó el carburo y nos dimos cuenta de que había como luz a la calle». Así descubrieron lo que era la entrada real. Avisaron a las autoridades de nuevo. En ese momento encontraron otro cráneo, esta vez con una perforación. «Le dieron 25.000 años».

Continuaron trabajando en la cantera hasta 1957. Un año antes, en el 56, Carlos Callejo, que en ese momento era director del Museo de Cáceres, se interesó por esta cueva y promovió su conocimiento. Estos hermanos muestran el mayor de los reconocimientos hacia él. «Era admirable y se interesó mucho». Ya están en contacto con su hijo, Alfonso Callejo, y planean un encuentro.

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Manos

Cuentan que en una de sus exploraciones hallaron una sala grande con mucha tierra en el centro. Había sido trabajada por otra familia de canteros que echaban ahí la tierra sobrante. «Encima de esa cueva están los bloques construidos». Ellos llegaron a ver las célebres manos que ahora están en el centro de la investigación científica. «En ese momento se incorporó Carlos Callejo, hizo investigaciones». Después se descubrieron muchas más, lo que convirtió a Maltravieso en el punto de Europa en donde hay más manos de este tipo juntas.

Se conocían la cueva palmo a palmo. «Era muy angosta, nosotros pusimos señales, una vez unos jóvenes entraron y se perdieron, nos enteramos y fuimos a por ellos, estaban locos de miedo», explica ahora Rafael, que asistió por última vez a un acto organizado en la cueva en el año 2007.

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Una foto de la familia Pérez Hurtado.

El amor de los hermanos Pérez Hurtado hacia Maltravieso es mucho más que una alerta de Google. El acontecimiento les marcó. Antonio cuenta cómo traía a sus alumnos desde Sevilla de excursión para que conocieran unos restos que, según la última investigación, tienen una antigüedad de 66.7000 años. «Nos duele que no se acuerden de nosotros, que algunos no nos nombren y que para otros son otros los descubridores». No piden nada, aunque reconocen que no estaría de más que una placa les recordara. Pero lo que quieren es que no se les olvide. «Este último descubrimiento es el que me ha impulsado a salir y contarlo», reconoce Antonio. Han escribo a la consejería de Cultura y con la propia alcaldesa.

Echan la vista atrás en su larga vida y se siente orgullosos. No todo el mundo tiene el honor de haberle dado luz a las pinturas rupestres más antiguas del mundo.

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