Luis Serrucho riega el olmo que le acompaña toda la vida
Unidos desde hace más de 50 años. Regentaba una antigua venta que estaba en la actual esquina de María Auxiliadora con Condes de Barcelona, en Badajoz
Se llama Luis Guzmán, pero en Badajoz todos le conocen por Luis Serrucho, que era el nombre de la venta que en su día ... regentaba en la esquina que hoy comparten la avenida de María Auxiliadora y el paseo Condes de Barcelona.
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Aquel negocio abrió en el año 1964 y desapareció con la expansión urbanística a finales de la década de los noventa del pasado siglo. Luis se mudó entonces a uno de los pisos del nuevo paseo. Y desde allí ha visto cada día al extraordinario olmo a cuya sombra solían aparcar sus clientes.
Ese olmo es hoy todavía el único árbol que sobrevive de la antigua carretera del cementerio. La construcción de Condes de Barcelona supuso una revolución para esta zona urbana y entre el Ayuntamiento y la empresa constructora decidieron conservar este ejemplar. Le hicieron un alcorque y lo dejaron en mitad de la nueva acera, apartado eso sí del bulevar que crearon en la avenida.
Luis lo ve desde su balcón y cada vez que sale de casa. Y, de vez en cuando durante el verano, baja entre cinco y seis garrafas llenas de agua para regarlo. Dice que los jardineros no lo mojan, a pesar de que se lo ha pedido directamente a algunos de ellos y que hasta ha acudido al Ayuntamiento.
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El olmo era aprovechado por clientes de Luis para aparcar cuando iban a su venta, desaparecida con la expansión urbanística
Acudió primero a Castelar, donde está centralizado el servicio municipal de Parques y Jardines hace dos años. Allí le indicaron que debía acudir al Consistorio, donde le pidieron que presentara un escrito. Pero Luis, de 78 años, entiende que quienes tienen que tomar nota son los propios trabajadores municipales y no pedir a los ciudadanos que presenten documentos a los que no están acostumbrados. «¿Quién hace los préstamos el vecino o el banco; ¿quién debe hacer los escritos...? No me hicieron ni caso», lamenta.
Así que se marchó tal y como llegó, y suele recordar a los propios jardineros que atiendan el árbol cuando se los encuentra. En una ocasión en que les comentó lo secas que están las hojas y las ramas, y que quizás sería bueno que las revisaran, le respondieron que no debía tocarlas y mucho menos subirse al árbol. «Me dijeron que me podían denunciar».
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Sigue reivindicando que el Ayuntamiento cuide del olmo. Pero como no ve cambios, él sigue echándole agua cuando se acuerda. Ayer fue el último día, cuando oyó a una vecina pararse a contarle que hay otra señora de la zona que se ha unido a él y que también lo cuida cuando puede.
Luis compara el cuidado que tiene este árbol con el resto del paseo, que es un bulevar frondoso conocido precisamente por su vegetación.
Se ha acostumbrado a que la gente le hable del olmo como 'su árbol'. El negocio estuvo medio siglo abierto con el árbol al lado. «Hay gente que aún me ve y me dice: ayer pasé por allí, por el árbol tuyo, y lo vi muy malito. Pues hazle esto, hazle lo otro...».
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Desde el Ayuntamiento aseguran que el árbol no está abandonado, pero que no lo rocían de agua porque no lo hacen con los ejemplares que están plantados en tierra, salvo los vulnerables por su juventud. Este especie, además, busca la humedad alargando sus raíces en profundidad.
El problema de este árbol, señalan, no es la falta de agua sino la galeruca, un escarabajo que seca las hojas.
El ejemplar está afectado por la galeruca, que puede ser la antesala de la grafiosis, pero Luis lo sigue cuidando cada día
Otros expertos señalan a HOY que la galeruca es la antesala de la grafiosis, una enfermedad que causó la muerte de miles de olmos en Europa el siglo pasado. En los años 30 se le catalogó de pandemia y cuarenta años después volvió con fuerza. Pocos habían sobrevivido a este mal en la década de los ochenta y dejaron de plantarse. En Badajoz sobreviven algunos ejemplares en la ronda del Pilar o la avenida de Colón. Pero hace décadas que optaron por olmos de otra especie que son inmunes a la grafiosis, como los que hay en la plaza de Minayo.
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Luis se anota el nombre de la enfermedad dispuesto a buscar información. Su objetivo es claro: «No quiero que el olmo se muera».
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