La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, recordaba recientemente que es fundamental para nuestro bienestar físico y mental que la naturaleza recupere ... la salud, lo que nos ayudará a luchar contra el cambio climático y los brotes de enfermedades. En este sentido el Pacto Verde Europeo, del que forma parte la Estrategia Europea de Biodiversidad, debería contribuir a una recuperación que devuelva al planeta más de lo que le quita, según también afirmó la presidenta. Quizás sea una utopía, ya que somos consumidores netos de recursos. Habría que buscar un objetivo más realista como es conseguir que este consumo neto sea lo más bajo posible.
Publicidad
En relación con este asunto, hace pocos días se celebraron dos interesantes onomásticas, el Día Internacional de la Diversidad Biológica y el Día Mundial de las Abejas, ambos muy relacionadas con nuestro sector agrario y con el uso de herramientas tecnológicas para la lucha contra plagas y enfermedades de las plantas.
Algunas cuestiones son bien conocidas por el sector, pero no por ello se deben dejar de repetir. Por ejemplo, que las estrategias de biodiversidad son siempre a largo plazo ya que requieren dotar de estabilidad a los sistemas. O que no puede haber directrices blancas o negras, de máximos ni de mínimos. No se puede ir, como de hecho se está haciendo, a una reducción radical en el uso de fitosanitarios, sino al correcto uso de los mismos y a su mejora tecnológica desde una perspectiva medioambiental, haciéndolos cada vez más eficaces, más selectivos y más rápidamente degradables. Dicho esto así y recordando que la Comisión Europea ha planteado una reducción del 50% en su uso, podría parecer que no se ha hecho nada hasta la fecha, lo que es radicalmente incorrecto. En las últimas décadas ya se han eliminado una enorme cantidad de principios activos y de productos del mercado, y se ha reducido mucho el impacto medioambiental de los autorizados. Seguir con el veto tecnológico en este campo sí es un seria amenaza, pero para el modelo agrario y alimentario europeo en su conjunto. Por otro lado y como recuerda AEPLA (Asociación Empresarial para la Protección de las Plantas) cada año se pierden el 40% de los cultivos en el mundo, en buena parte por una inadecuada protección de las plantas contra plagas, enfermedades y malas hierbas, lo que implica que millones de personas pasen hambre y, al reducirse sustancialmente la cubierta vegetal, decrezca el efecto paliativo de la agricultura contra el cambio climático.
Tampoco se pueden plantear reducciones radicales en la superficie de agricultura convencional, porque de hecho es un modelo compatible con la extensión de la biodiversidad, a pesar de que la agricultura en su conjunto y en todos sus modelos, sin duda la frena. ¿Cuál es la solución? La puesta en marcha de prácticas agrícolas que favorezcan el crecimiento de la biodiversidad en tierras agrícolas, pero sin pretender en ningún caso que sea equiparable a un terreno sin cultivos.
Publicidad
Un ejemplo es el proyecto Operación Polinizador desarrollado durante los últimos 12 años de forma conjunta por Syngenta, organizaciones de productores agrarios y centros de investigación entomológica. A través de esta iniciativa se han activado más de 450 hectáreas de márgenes de flores multifuncionales, equivalentes a una banda de más de mil kilómetros por cuatro metros de ancho, en donde han sido identificadas más de 500 especies. La media de especies aumentó un 130%, el 170% más en el caso de himenópteros, un 96% en lepidópteros, un 115% en coleópteros y un 252% más de dípteros. Pero lo más relevante desde una perspectiva de sostenibilidad integral, es que con este proyecto se ha demostrado que incrementar el número de insectos beneficiosos es rentable para aumentar la productividad de las parcelas agrícolas adyacentes. Un enfoque novedoso orientado a construir en lugar de prohibir, siempre dando prioridad a las mejores prácticas agrícolas en el uso de las modernas tecnologías agrarias.
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión