Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el pasado año se cultivaron en España más de 292.000 hectáreas de legumbres, 8.400 en Extremadura. A pesar del aumento de superficie, todavía se antojan pocas, dado que nuestro país dispone de unas características climatológicas y edafológicas que le dotan de un elevado potencial para su producción. Sin embargo, seguimos siendo importadores netos, a pesar de que poco a poco se va reduciendo el diferencial. Hay que recordar que, además de su calidad nutricional como alimento, las legumbres contribuyen a la fijación del nitrógeno en el suelo y a paliar el cambio climático, lo que las posiciona dentro del modelo de agricultura sostenible de la FAO y de la propia Agenda 2030.
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Hay que recordar que este alimento vegetal es una de las fuentes proteicas y de aminoácidos más económicas. Pero no solo son saludables para la dieta humana, sino que también se están desarrollando para la alimentación animal, cada vez más necesitada de una mayor diversificación de fuentes proteicas, que reduzca su dependencia de la soja.
Además de la superficie y la producción, también el consumo de legumbres en los hogares españoles sigue creciendo y experimentó un significativo repunte del 16,5% en 2020, lo que supone 3,9 kilos por persona y año. En cuanto a las preferencias, el garbanzo sigue ocupando la primera posición, seguido de las lentejas y las alubias.
El consumo en los hogares españoles experimentó un significativo repunte del 16,5% en 2020
Esta tendencia se viene produciendo desde el año 2016, con un crecimiento medio del 8%, si bien es cierto que el salto cuantitativo de 2020 se debe, en parte, al acopio producido en los primeros momentos del confinamiento, y al aumento del tiempo dedicado a la cocina doméstica en este mismo periodo, lo que favoreció el refuerzo de las legumbres en la dieta familiar. En todo caso, todavía no hemos alcanzado las cifras de épocas pasadas en las que, por ejemplo a principios del siglo XX, superaban con mucho los cuatro kilos anuales per cápita. También es cierto que se debió a que en esas épocas las economías eran mucho menos desarrolladas, con una dieta que se basaba, en gran medida, en cultivos rústicos y resistentes, no tanto en la selección de dietas saludables y equilibradas, algo todavía muy alejado de las prioridades de una sociedad que, en muchos niveles, todavía buscaba la suficiencia alimentaria.
En la actualidad, los nutricionistas recomiendan incluirlas en la dieta una media de tres veces por semana, algo que, en la mayoría de las familias, está todavía muy lejos de conseguirse. Al final no solo proporcionan una diversidad proteica, sino que complementan la dieta con hidratos de carbono, fibra, minerales y vitaminas.
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Por regiones, Cantabria sigue siendo la mayor consumidora en nuestro país, con 5,2 kilos/año per cápita, mientras que en el extremo opuesto se sitúa Galicia, en la misma cornisa cantábrica, con 3,1. Extremadura no es una de las grandes regiones en las que este alimento tenga mayor presencia en la cesta de la compra. Con 3,6 kilos al año por persona, solo está por encima de la mencionada Galicia y de Canarias, Andalucía, La Rioja y Castilla la Mancha. En todo caso, todas las comunidades autónomas han experimentado en mayor o menor medida este repunte.
En definitiva, el consumidor debe ser consciente de la importancia de reincorporar las legumbres a la dieta y el agricultor debe poder hacer rentable su cultivo. Para conseguir ambos objetivos, estrechamente relacionados por la ley de la oferta y demanda, los planificadores públicos deben dar soporte a este subsector, amparados también en la sostenibilidad medioambiental del mismo.
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