Jesús Calderón con parte de la cosecha de arroz que ha sacado este año en sus parcelas. E. DOMEQUE

El arroz salva 'la campaña del 60%' a 7.000 kilos por hectárea

Precios. Los arroceros piden que en las negociaciones de precios a final de año nadie ofrezca menos de 600 euros por tonelada

Antonio Gilgado

Mérida

Viernes, 1 de diciembre 2023, 13:53

En los lineales de los supermercados se vende el arroz a más de 1,30 euros el kilo. Asequible todavía porque con un kilo comen ... doce personas. Y los arroceros de las Vegas del Guadiana, los primeros en la cadena de valor, creen que hay margen de beneficio para repercutirles. En campañas anteriores vendían a los intermediarios por 500 euros la tonelada. Pero los costes de producción se han disparado y vienen de una cosecha de rentabilidad cero. En el Canal de Orellana no pudieron sembrar por restricciones severas. Por eso piden que les paguen este año seiscientos euros por tonelada. En las cooperativas se almacena ya lo recogido tras el parón por la sequía. «Nosotros somos solo agricultores, no podemos fijar precios pero sí podemos opinar sobre el mercado. Y pensamos que nadie debería ofrecer menos de seiscientos euros por tonelada». Jesús Calderón es presidente de la plataforma del sector arrocero en Extremadura. Dieciséis cooperativas de la región, técnicos y comerciales integran la plataforma.

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Hacen frente común para defenderse ante la administración, la competencia desleal y las importaciones. Los vendedores de fuera están vendiendo grano en la Unión Europea con más materias activas incorporadas que las permitidas a los arroceros locales. Habla Jesús de desviaciones sangrantes de 0,1 para ellos y 0,9 para los de fuera.

Cierran estos días una campaña larga. Se ha extendido más de lo debido por los paréntesis de lluvia en medio. Hubo quien sembró muy pronto y quien retrasó todo lo que pudo. Los rezagados recogen las últimas parcelas.

El sector se resiste al sambenito que les señala como los que más agua consumen

En producción no ha ido mal. Han faltado kilos porque coincidieron los picos de calor con la floración. La media es de siete mil por hectárea y no todas han dado este rendimiento medio. Según avanzó la floración, estaban en condiciones de subir de los siete mil, explica Calderón. La calidad, eso sí, no ha menguado. Y haciendo uso además de menos recursos hídricos. «Se nos ha colgado el sambenito de que trabajamos un cultivo que consume más agua que los demás y este año se ha comprobado que no». Y pone como ejemplo Calderón los datos de la Comunidad de Orellana. Predominante, con 11.000 hectáreas. Y han estado regando hasta el 29 de septiembre. No encaja esta realidad con la del año pasado. Se les prohibió sembrar por la sequía. El arroz es siempre el primero en caer cuando hay restricciones y tratan desde el sector que no les vean como altos demandantes. «Vivimos muchas familias. Y hay en la zona del Canal pueblos enteros. No tiene sentido que cuando se hable de nuestro trabajo siempre se nos acuse de los mismo». Por eso agradecen el esfuerzo que han hecho la comunidad de Orellana. El reparto de barbechos, esta vez, ha sido equitativo. Han regado 12.000 hectáreas. Lo normal, si hubiera reservas acumulada, sería llegar a las veinte mil. Trabaja el sector al sesenta por ciento en realidad. Demasiado barbecho. Pero eso, por lo que cuenta, es un problema común porque de los barbechos no se libra nadie en Orellana los años hidrológicos deficitarios. «Más que comprobado ha quedado que no consume más que otros y hemos tenido que defendernos con nuestro trabajo ante quienes supuestamente nos tienen que defender».

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Almacenando arroz de la cosecha en la cooperativa de Palazuelo. E. DOMEQUE

Varios frentes abiertos. En la comercialización esperan que las cooperativas y las empresas lleguen a los seiscientos euros y en el campo siguen mirando al cielo. Habla Jesús de incertidumbre permanente. La sequía crónica en la que parece haber entrado el Canal les lleva a vivir cada campaña con interrogantes. «Si no llueve, las reservas se agotan y no hay reparto posible. Y en esa tesitura estamos siempre». Invierten en maquinaria más sostenible. Sembradoras de directa –«valen un dineral pero son muy buenas porque no se desecha ni una gota de agua»–, niveladores y GPS para ahorrar en todos los ciclos.

Manuel Sánchez es arrocero de la zona de Alcollarín. También al sesenta por ciento trabaja. «No es la mejor forma porque dejamos muchos barbechos, pero es mejor que la anterior. Espero que nunca más nos condenen a no plantar. Fue injusto y este año se ha demostrado». El redondo fue el que más salió de sus cinco parcelas junto al Canal.

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El año pasado, cuando ellos no pudieron vender, ya hubo comercializadoras que pagaron ese precio. Por eso cree que este año incluso se debería pagar un poco más. Lo de cerrar contratos a 500 euros lo ve ya de otra época. En este contexto, insiste, no tiene sentido. Se han disparado los costes de producción y las materias activas con las que combaten las plagas se han revalorizado más que el beneficio por vender el cereal. Manuel es de los que apunta directamente a los grupos de presión de la Unión Europea. Coincide con el presidente de la plataforma de la desventaja con la que parten cada primavera cuando siembran. Los mercados los marcan producciones de países que no siguen las reglas sanitarias, laborales ni de calidad europea. «Todo el arroz que se venda en la Unión Europea debería cultivarse bajo los mismos criterios sanitarios y de calidad. Y eso, ahora mismo, no ocurre».

Por su experiencia de más de veinte años ha comprobado Manuel que los herbicidas tienen la clave para mantener la salud de la plantación. Si hay una composición que no pueden utilizar los arroceros europeos, al final entrará cada vez más de importación. No comparte las decisiones que se toman en política arancelaria.

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Tolerancia

Bruselas plantea ensanchar el umbral de tolerancia del Triciclazol para que pueda entrar más mercancía de Asia. Especialmente de la India. El Triciclazol se trata para tratar la Pyricularia, una plaga de difícil control con las materias activas autorizadas. «Es una sustancia prohibida para nosotros mientras se aumenta su tolerancia en arroz de fuera del mercado europeo. Nosotros cultivamos calidad con una trazabilidad que nos viene impuesta por Europa y allí la trazabilidad es muy dudosa. A esto hay que añadir que partimos de una situación de inferioridad porque allí la mano de obra es mucho más barata».

Trabajando la tierra en seco para ahorrar agua y encharcar menos tiempo. E. DOMEQUE

Manuel también forma parte de la plataforma del arroz. La ve necesaria porque en las dos últimas campañas, al no estar organizados como sector, no pudieron tampoco reclamar medidas compensatorias. «Hemos sido los peor tratados y señalados. No solo porque no le dejaran sembrar, sino porque tampoco hay una corrección equilibrada».

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Satisfecho también con la campaña del sesenta por ciento está Antonio Andrade. Su explotación ha rondado también los siete mil por hectárea. Fue de los primeros en plantar y tuvo una floración temprana. Espera sacar para reparar las pérdidas de 2022.

Minimizó gastos todo lo que pudo, pero por mucho que ahorro, la tierra necesita un mantenimiento para mantener el sustrato donde nace el cereal. «Hubo discriminación con nosotros. No nos dejaron ni una mínima parte de agua con la que gestionar luego cada uno en su tierra. Nos cerraron todas las opciones y el girasol, por ejemplo, plantó el cien por cien. Parece que la sequía no fue igual de dura para todos». Y hace una reflexión, si la reserva de 2023 prácticamente es igual que la de 2022 y han podido trabajar al sesenta por ciento y teniendo agua hasta finales de septiembre, ¿qué falló entonces el año pasado?

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Les afectó por el suelo. Al no permitir entrar agua, las plantaciones tras el retorno han consumido más de lo previsto. Pero satisfecho ahora porque se controló el consumo. Y más resistente a las malas hierbas la floración. «Hemos trabajado muy bien porque conocemos el cultivo, sabemos lo que da la tierra en cada fase. Empezamos preocupados porque necesitábamos más de lo esperado, pero luego se estabilizó y aguantamos muy bien los picos de calor que tuvimos en verano».

Y entre los veteranos, Miguel Ángel Rodríguez. También ha partido en seco y clama igualmente para salvar la economía de pueblos como Palazuelo, Torviscal o Hernán Cortés.

Se ha fijado más que nunca este año en la nivelación. Ha hecho todo el ciclo siempre favoreciendo la inercia del agua para hacer más efectivo el encharcamiento en la primera fase del cereal y llenar las parcelas con mucho menos volumen. «El arroz es un cultivo muy técnico, hay que conocerlo muy bien para sacar las parcelas hasta el final. No vemos justo que nos señalen como derrochadores porque somos los que más invertimos en maquinaria de ahorro».

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También espera que le paguen a seiscientos euros la tonelada. Los fitosanitarios, recuerda, han estado esta vez más caros que nunca, con precios desorbitados algunos meses. «Nuestra obligación es llevar a las cooperativas el mejor que podamos sacar y eso esta vez lo hemos hecho. Los precios, por desgracia, se ponen en otro escalón donde nosotros no llegamos. Pero en la cadena de valor estamos todos». Ahora esperan las negociaciones de venta.

Más de 320.000 toneladas recogidas

Cooperativas Agro-alimentarias de España estima que la cosecha nacional de arroz para la campaña 2023/2024 alcanzará 325.021 toneladas. De este peso, 234.822 toneladas corresponden a arroz tipo Japónica y 90.199 a Índica. El descenso paulatino que se aprecia en las comparaciones anuales se debe al calor excesivo en algunas zonas arroceras y a la falta de materias activas para terminar con las malas hierbas y plagas. Para entender la dinámica que lleva el cultivo basta recordar que la media de los últimos diez años es de casi ochocientas mil toneladas. Prácticamente se ha reducido a la mitad la producción este año a pesar del despliegue del cereal en los campos. Entre las regiones, especialmente drástico ha sido el recorte en Andalucía. La curva de extensión ha caído en picado. En 2020 contaban con cerca de 40.000 hectáreas y ahora han cerrado con menos de cinco mil. Extremadura ha repuntado precisamente porque el año pasado casi no se sembró. La campaña anterior se pasó de 20.000 a casi nada.

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