El ogro de Zugarramurdi
El alemán Tony Martin gana la etapa de Urdax, en la que Contador resiste dos ataques del inconformista Valverde«Sabía que Alejandro me iba a atacar. Yo, en su lugar, hubiera hecho lo mismo», declaró el líder, que espera la llegada de mañana a Arrate
J. GÓMEZ PEÑA
Miércoles, 9 de abril 2014, 11:44
Cuidado al entrar en Zugarramurdi. Es el pueblo de las brujas, los sortilegios, los hechizos, los aquelarres, las orgías junto al Regato del Infierno y las hogueras donde los inquisidores calcinaban la herejía. A Valverde le da miedo Zugarramurdi, pero no por las supersticiones o los fantasmas. Tiene los pies en el suelo. Por eso tiembla en Zugarramurdi. «¡Vaya peligro de final!». La carretera que va al pueblo de las brujas es una ciénaga de baches, remaches de brea y badenes. Y todo entre giros, descensos y subidas. Un bombardeo de asfalto. Aun así, pese al escalofrío, ha entrado en la cueva. Ha atacado a Contador en el repecho de Berruet, donde en cada curva hay una venta que ofrece tabaco al turista francés. La cuesta echa humo. Valverde, que se sabe pletórico, no se resigna a ser segundo en esta Vuelta. Acosa a Contador, que reponde a cada una de sus arrancadas. Empate. Entraron juntos a la cueva. «Sabía que Alejandro me iba a atacar. Yo, en su lugar, lo hubiera hecho», dice la sonrisa de Contador. Disfruta de su liderato en Urdax, la gruta pegada a Zugarramurdi, pese a que el riesgo y la tensión del monte de las brujas le han marcado las arrugas del rostro. «Ha sido un día de mucho desgaste. Prefiero etapas como la de Arrate (mañana)». Claro, Arrate es un Santuario. Fuera brujas.
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Ayer pasó por esta esquina del Baztán otro ser intimidador. Un ogro. Alemán. La inmensa boca abierta de Tony Martin. Con su enorme arquitectura encogida sobre una bicicleta de carbono, con las rodillas metidas entre los codos. Así es Martin, voraz ganador de etapa. Es germano, cuadriculado. Cuando le toca caza, caza. Eso hizo en la pasada Vuelta a España, en Cáceres. En su plan de entrenamiento para el Mundial de contrarreloj le tocaba ese día una cabalgada en solitario. Solo contra todos. Y sólo bajo la pancarta le atraparon. Ayer, el ogro volvía a tener hambre.
La noche anterior, Martin había preguntado por esta zona del Baztán. Su equipo, el Omega, viaja sobre bicicletas Specialized, para las que trabaja Patxi Villa, que es de Bera de Bidasoa, aquí al lado, y que se hizo ciclista en estas carreteras. Vila les habló del muro de Berruet, de las vueltas para llegar a Zugarramurdi. Les recomendó este territorio de caza. Ayer a mediodía, cuando apenas se habían pedaleado doce kilómetros de la etapa, Tony Martin salió del pelotón a darse un festín. Le siguieron su compañero Bakelants y un grupo de rivales: Gorka Izagirre, Montfort, Dupont y Malacarne, buen apellido para la etapa de la brujas. Montados en la escoba de Martin, subieron Gorosmendi, Usategieta, el alto de la Piedad y el duro y áspero puerto de Palomera.
Los consejos de Vila
Martin, el ogro, llevaba impresos en la memoria los consejos de Vila. Antes de Zugarramurdi tenía que irse de su grupo. Con un minuto de ventaja allí le bastaba. Se retocó las pinturas de guerra y se fue. Izagirre sintió la percusión. Ni se movió. Un ciclista no puede con un ogro, con Martin, el músculo campeón del mundo de contrarreloj. Una bestia. En él todo es grande: cabeza, manos, espalda. Tiene un estómago de triple fondo. Aun así, ha metido su cuerpo de coloso en las medidas de una liviana bicicleta de 6,8 kilos. Se ha torturado hasta acostumbrarse al castigo. «A la mayoría de los ciclistas hay que proponerles cambios en la bicicleta. Tony es de los que te pide cambios, mejoras», compara Vila. «En cada etapa hay que usar un arma distinta, sea de crono, de montaña, de llano. Unas veces vale un cuchillo, otras un mortero. Tony las sabe usar todas». Martin es un gargantúa alemán, disciplinado, matemático. Ayer cumplió. Por Zugarramurdi pasó con ese minuto de aire. Le bastó para llegar a la otra cueva, la de Urdax, y ganar la etapa.
Y eso que detrás Valverde había soltado el látigo. Su equipo, el Movistar, funciona como una brigada de bomberos. Cada uno entrega el cubo al siguiente. Pero su intención no era apagar un fuego, sino prenderlo. Que Valverde encienda la hoguera, que se queme Contador. A la lumbre, como con las brujas. A Valverde le duele lo que vio el lunes en Gaintza. Esa tarde se sintió el mejor, al mando, incluso creyó ver doblarse a Contador. Se equivocó. Y lo pagó con 14 segundos y con un revés moral. Tiene orgullo, alimento de todos los campeones. Lo guarda en el lugar más protegido y lo saca en sitios como Berruet. «Yo habría hecho lo mismo», ensalzó Contador, que resistió los dos sopapos de Valverde camino de Zugarramurdi, la cueva de las brujas, la del ogro Martin. Leyendas. Supersticiones. Cada uno lo ve a su manera. Valverde entró malhumorado, echando pestes del peligroso final. Contador andaba feliz. Se va líder del valle de las brujas y ya piensa en su Santuario, en Arrate.
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