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Ness (en el centro), en Cleveland, donde fue director de seguridad. :: CLEVELAND STATE UNIVERSITY Kevin Costner en la película 'Los Intocables'. :: R. C.
SOCIEDAD

Eliot Ness no es intocable

Chicago se ha opuesto a que bauticen con su nombre un edificio oficial. Del agente de tiempos de la 'ley seca', bebedor y mujeriego, dicen ahora que hasta tenía miedo a las armas

CARLOS BENITO

Martes, 11 de marzo 2014, 01:13

Pensamos en Eliot Ness y se nos vienen a la cabeza las caras de otros. Nos imaginamos, metralleta en ristre, a Robert Stack, el actor que lo interpretó en la serie 'Los Intocables', o -si nuestra memoria es ya en color- tal vez se nos aparezca Kevin Costner, apretando las mandíbulas en uno de esos contrapicados de la película de Brian De Palma. Al igual que sucede con su rostro, la historia real del agente que persiguió a Al Capone resulta difícil de discernir bajo la leyenda que han inmortalizado el cine y la televisión: Eliot Ness sirve como arquetipo del defensor de la ley en su versión más tenaz e insobornable, enfrentado a fuerzas que amenazan con aplastarle, pero no está muy claro hasta qué punto esa visión es exagerada, injusta con la historia.

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EE UU lleva unas semanas intentando desbrozar la biografía de Ness de toda esa hojarasca mítica. Y, de momento, la figura del líder de Los Intocables ha quedado... bastante tocada, como si hubiese cierta gana de ensañarse con el ídolo caído. El debate ha surgido de una propuesta bienintencionada: tres senadores quieren dar el nombre de Edificio Eliot Ness a la sede en Washington de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos. Ness trabajó para un antepasado de esa organización federal, la llamada Oficina de la Prohibición, que a finales de los años 20 y principios de los 30 veló por el cumplimiento de la 'ley seca', así que la idea parecía sensata y oportuna. Pero las objeciones han venido del lugar más inesperado: de Chicago, donde transcurrieron las peripecias más conocidas del héroe. El concejal Edward M. Burke, autor de varios libros sobre la historia de la ciudad, se declaró espantado por el homenaje a Ness: «Es un mito de Hollywood. Probablemente hay mil agentes federales con más méritos para ese honor», reprochó.

Y no se conformó con protestar: elevó una resolución al pleno del Ayuntamiento de Chicago, que ha acabado aprobándola. Los ediles han tenido en cuenta el testimonio de un funcionario veterano, lo suficiente como para haber trabajado con compañeros que habían conocido a Ness: el hombre, convocado a declarar, sostuvo que su ilustre colega del pasado tenía miedo de las armas y rara vez salía de la oficina. También se ha hecho hincapié, por supuesto, en que no fueron sus desvelos lo que mandó a Al Capone a Alcatraz, sino el trabajo discreto de los inspectores que lograron empapelarle por fraude fiscal. «Si vamos a darle su nombre a un edificio por su rol en pillar a Capone, también podríamos llamarlo Edificio Batman», ha resumido un estudioso de la Prohibición. Y, de paso, se ha sometido su biografía a una revisión que subraya los pasajes menos edificantes: que entró en el servicio por enchufe, gracias a su cuñado, y que era un tipo mujeriego -engañó a sus tres esposas- y perpetuamente sediento de whisky.

Olvidado por todos

En realidad, este giro en la popularidad de Eliot Ness no es nuevo. Los periódicos de Chicago lo convirtieron en una estrella en aquellos accidentados días de la 'ley seca', como un contrapeso legal al mediático Capone, pero el relumbrón de las portadas se desvaneció muy rápido. Cuando murió en 1957, con 54 años, Ness era un alcohólico olvidado por sus compatriotas: 'The New York Times' ni siquiera publicó su obituario y el 'Chicago Tribune' se lo ventiló en cien palabras. Pero ocurrió que el agente, que en los últimos años de su vida llegó a trabajar de dependiente de librería o vendedor de carne congelada, había estado colaborando con un periodista en unas memorias que se publicaron un mes después de su fallecimiento. Se titulaban 'Los Intocables', se convirtieron en un bombazo editorial y sirvieron de base para edificar la leyenda. Dicen que Eliot Ness, cuando iba bien cargado, solía entretener a los parroquianos de los bares con versiones mejoradas de su lucha contra el mal, pero parece que la fantasía que llena el libro no fue aportación suya.

El defensor más destacado de Ness en estas últimas semanas ha sido Douglas Perry, que acaba de lanzar al mercado una biografía del personaje. Pese a reconocer sus flaquezas, Perry sostiene que el líder de Los Intocables fue un hombre valeroso, que jamás rehuyó las situaciones de peligro y que hizo importantes aportaciones a la técnica policial, acercándola a los procedimientos científicos de hoy en día. «Estaba lejos de ser un hombre perfecto y no, no tuvo nada que ver con el caso por evasión de impuestos que mandó a Capone a prisión -ha escrito Perry en el 'Chicago Sun-Times'-, pero era un defensor de la ley diligente e incorruptible. No se merece que se socave su reputación porque un político local está desesperado por obtener la atención de la prensa».

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