Cien velas por el padre Rafael
Roma no se ha pronunciado sobre su canonización, pero su tumba es uno de los lugares más venerados de la ciudad El capellán del Hospital Provincial cumpliría cien años
ANTONIO GILGADO
Lunes, 4 de julio 2011, 10:35
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Sobre la tumba de Rafael Sánchez García reposan diez velas blancas. Pero podrían ser veinte, o treinta si no fuera por que Matilde y Conchita están pendientes de todo lo que acontece alrededor de este pequeño altar del Hospital Provincial de Badajoz. Allí ejerció durante treinta años Rafael como capellán del hospital. Atendía a los enfermos que llegaban de toda la provincia y parte de Portugal y le tocó los años más difíciles, los de la posguerra y el principio del franquismo. Cuando los niños abandonados en el torno era el pan de cada día o los huérfanos no eran una excepción.
En esos tiempos de tanta necesidad tampoco abundaban los que daban todo por los demás. Al padre Rafael pronto se le conoció por su afán en proteger a los enfermos más desfavorecidos, empeñaba con dos meses de adelanto su sueldo para entregarlo al hospital y conseguía que médicos y enfermeras le prestaran parte de su salario para financiar las necesidades del centro sanitario. Siempre conseguía financiación porque siempre lo devolvía.
Esa entrega no pasó inadvertida y con el paso de los años se ha ido incubando una veneración que no para de crecer. Por eso muchos feligreses de Badajoz hablan ya de San Rafael o de 'sanrafaelillo', como le conocen también en su pueblo natal, Oliva de la Frontera.
Las muestras de devoción que le tienen al capellán del Hospital Provincial se ven cada mañana en la pequeña capilla que se habilitó en el Hospital Provincial. Todas las mañanas, de diez a dos de la tarde, hay un continuo goteo de fieles que acuden a rezarle, algunos le ponen velas o pequeños cirios. En la capilla han limitado a diez el número de cirios sobre el altar y han habilitado un portavelas como el de cualquier iglesia para encendérselas al padre Rafael. Pero, según cuentan Matilde y Conchita, siempre hay más de diez.
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Cirio más o menos, la anécdota sirve para ilustrar el tirón del padre Rafael en Badajoz, y puesto a jugar con este pequeño detalle, bien podrían ser cien, en conmemoración del centenario del nacimiento del padre Rafael. La efemérides también se ha notado en las visitas que ha recibido esta semana la capilla y el pequeño museo donde se guardan algunas de sus reliquias. Además de túnicas, crucifijos o la esquela del día de su muerte, en 1973, en el museo llama la atención el sillón y la mesa que utilizó en el Hospital Provincial. Para quienes conocen de cerca la vida del cura, el sillón tiene un significado especial. Por los testimonios de quienes trabajaron con él se sabe que Don Rafael no solía dormir en la cama. Como por la noche le reclamaban constantemente, siempre esperaba sentado en el sillón. La anécdota la cuentan Conchita y Matilde y la ratifica el padre Manuel Amezcua, el sacerdote que inició la causa para su canonización a instancias del entonces obispo de la diócesis, Antonio Montero Moreno. Amezcua recogió testimonios de quienes trataron con él y documentó aspectos de su vida que pueden servir para despejar su proceso de beatificación.
El proceso se inició en 1990 y todavía Roma se tiene que pronunciar definitivamente. Mientras lo hace, cada último miércoles de mes se celebra una misa en la capilla para pedir por su beatificación y muchos de los fieles escriben cartas contando cómo tras rezarle algunos de sus problemas desaparecieron.
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Incluso hay quien apunta que el famoso milagro del arroz en Olivenza del año 49, donde supuestamente se multiplicó el arroz en una olla para los pobres del Hogar del Nazaret y que se entendió como un milagro de Juan Macías, fue en realidad una intercesión suya porque se encontraba allí.
Aunque la beatificación es un tema que tras tantos años parece estancado, esta semana, con motivo de los actos de su centenario, ha resurgido de nuevo el interés por el resultado del proceso. El padre Amezcua se encarga ahora de una parroquia de Guadix, en Granada y ya no lleva el asunto. La causa le instruyen ahora dos sacerdotes en Roma, encargados también del resto de procesos de beatificación a otros sacerdotes españoles. Los procedimientos no tienen un tiempo determinado, pero al margen del resultado, el padre Rafael es ya un santo para muchos feligreses de la ciudad. Las velas que iluminan su tumban dan fe de ello.
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