DOBLEFILEROS

Se bajó del coche en actitud desafiante. Pelo de punta oxigenado, chándal Nike, gafas de sol al estilo Porrina y un inconfundible 'chunda chunda' a modo de banda sonora sobre cuatro ruedas. De su boca salió una pregunta atada a la respuesta: «¿Tienes prisa? Pues te esperas». El escenario era la calle Francisco Pizarro. El motivo del desencuentro, unos bollos de leche. Lo reconocí rápido. Era un 'doblefilero'. Debió de levantarse aquella mañana con el soniquete de la canción de Tequila «.hoy es mi día y nadie me lo va arruinar». Y enseguida pensé, «cuidado chaval que cuando un doblefilero se despierta con fuerza no hay quien lo pare».

Llevo tiempo observándolos en mi caminar diario. Existen varios tipos. Algunos paran el motor o se quedan al ralentí, miran para otro lado y se hacen los locos. Otros mantienen la mirada desafiante. Utilizan las luces de emergencia buscando la exculpación. Están los de «solo es un minuto», los de la lluvia (para no mojarse), los que acuden a las puertas de los colegios, los de las compras de última hora, los que se quejan de que no hay otro sitio o los que están de copas en los bares de enfrente. Sus amenazas son los parkings de pago y los espacios reservados para las motos. Entre sus lugares preferidos para echarse la siesta tras un buen atracón de doble fila están los pasos de peatones. Se unen a otros si la necesidad aprieta, eso sí, el doblefilero tercero es el dominante. Los novatos suelen quedar enjaulados entre su posición y el bordillo. «Tienes mucho que aprender» le diría al pardillo el protagonista de nuestra historia.

Entiendo que en ocasiones la doble fila está justificada pero he de reconocer que ocupar casi todo el ancho de la calle Francisco Pizarro para comprar unos bollos de leche ha sido una de las hazañas doblefileras que más me han sorprendido. No le den más vueltas. Nos queda un largo camino para ser solidarios al volante. Mientras tanto, pulsen el claxon; pero sin prisas, que sólo es un minuto.