¿Qué ha pasado este viernes, 5 de diciembre, en Extremadura?
UN MUNDO RARO

EL DÍA DEL ORNITORRINCO

MERCEDES BARRADO TIMÓN

Sábado, 19 de febrero 2011, 01:08

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Que levante la mano quien no haya deseado por un momento volver al instituto para pasar una tranquila mañana de clases. Mañanas que se hacen muy largas, también es verdad, demasiado largas cuando se tiene el único propósito de disfrutar de la vida, ganas de pasear bajo el sol y pensar en cosas más interesantes que los libros de texto. Pero a veces apetecería volver, disimulándose tras el compañero para evitar que te pregunten y dejando pasar el tiempo mientras se oye perorar a los profesores y se mira una pizarra cuyo contenido no siempre se entiende.

El escritor Julio Llamazares les hablaba esta semana a alumnos de varios institutos de Badajoz defendiendo el carácter de recompensa que tiene la lectura cuando se realiza por placer y no como una asignatura de la que van a examinarnos. Respetaba Llamazares el papel de los profesores, que le escuchaban asumiendo su tono desenfadado. Los profesores de literatura, vino a decir a los alumnos, no pueden limitarse a soñar con los protagonistas de las novelas sino que además deben enseñarnos a detectar que, detrás de una buena historia, hay siempre una estructura que la hace posible y unas técnicas que el lector, si lo desea, puede desentrañar. Un conocimiento que no tiene precisamente que convertirles en escritores a su vez, pero que sí les hará más sabios a la hora de manejar unos y otros libros. «La sociedad se equivoca al permitir que se pierda el respeto a los enseñantes», opinó el escritor.

Llamazares debió imaginarse que, detrás del centenar largo de comparecencias de los mejores poetas que lleva realizadas el Aula Enrique Díez-Canedo, ha habido muchos profesores que abandonan a mediodía el centro de estudios con su apacentada prole de estudiantes y se desplazan hasta el lugar donde se dan las conferencias para poner en contacto a sus alumnos con la realidad de la poesía de este país.

De repente me encuentro aquí, en medio del este artículo, después de que esta semana que acaba me haya enseñado que a pesar del desprestigio palpable y el desánimo que supongo, los recortes de sueldo y la falta de expectativas que las estadísticas han decretado para los jóvenes de este país, hay profesores que continúan sin desmayo haciendo lo único que pueden hacer: Demostrando a los chicos «que se puede vivir mejor de otra manera», según frase del propio Julio Llamazares.

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Porque el futuro de todos nosotros sigue jugándose a diario en aulas como las de los institutos de Badajoz cuando ya han transcurrido 166 años desde que estos centros de enseñanza fueron creados. Precisamente el primero de los que funcionó en la capital pacense, el IES Bárbara de Braganza, se encuentra en medio de un proceso de recuperación de su patrimonio histórico. La catalogación de sus fondos ha avanzado notablemente en áreas como el gabinete de Ciencias y está iniciada respecto a otras propiedades patrimoniales del centro como cuadros antiguos y libros singulares.

Los alumnos han participado de forma directa en la recuperación de la sorprendente colección de animales naturalizados que posee el Bárbara y que data del siglo XIX. Con prevención primero y con entusiasmo después, los alumnos han limpiado y puesto a punto a los animales, les han identificado y han redactado sus fichas, que cualquiera puede consultar en la web del centro. Para muchos de ellos, esta tarea no fue el trabajo impuesto que fastidia, sino que se acab ó convirtiendo en entusiasmo por el proyecto que tenían entre manos. Un alumno confesaba que se tomó como una responsabilidad irrenunciable la recuperación del viejo ornitorrinco que lleva más de un siglo en el instituto. El ornitorrinco, ese bicho que nunca dejará de ser exótico, con cuerpo de mamífero y pico de ave convertido, tanto tiempo después, en símbolo del desafío que supone el impulso de aprender.

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