¿Qué ha pasado este viernes, 5 de diciembre, en Extremadura?
OPINIÓN

Tampoco es para tanto

ENRIQUE FALCÓ

Domingo, 9 de enero 2011, 01:23

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ANDAN los fumadores con los humos más que revueltos por aquello de no poder fumar en el bar o restaurante de turno. Tanto o más se encuentran los empresarios, razonablemente preocupados ante la posibilidad real de pérdida de clientela que se les presenta. Estoy convencido de que tras el proceso, relativamente lento, eso sí, se impondrá la cordura y en los años venideros nos llevaremos las manos a la cabeza preguntándonos como era posible que se permitiera fumar en bares y restaurantes. No va a ser fácil, eso desde luego, y al principio sí es cierto que pueda notarse una tendencia a la baja en la afluencia de público, que evidentemente repercutirá en bajas laborales en el sector de la hostelería. Es cierto que nos encontramos en un momento muy difícil, terrible me atrevería a afirmar, con más de cuatro millones de parados engrosando las listas del INEM, pero mi menda es partidaria de esta pequeña subida en la tasa de paro si es en detrimento de la tasa de mortalidad.

Los bares y restaurantes los copamos ante todo un tipo de personas, de las que con fervor, me declaro simpatizante activo, y éstas somos sencillamente aquellas a las que nos gusta comer y beber bien. Sin ir más lejos, la noche de Reyes estuve cenando en el 'Marchivirito', el excelente restaurante pacense situado en la carretera de Cáceres. El local estaba hasta la bola, como casi siempre, y no creo que mi amigo Pepe vaya a perder mucha clientela por aquello de la prohibición del tabaco. Mi menda no fuma, ya lo saben, pero si lo hiciera no permitiría que tan nefasto vicio me impidiera degustar el soberbio chuletón de retinto al plato caliente que tan estupendamente sirven en mi fonda predilecta. Hay tiempo y momento para todo, y al que le apetezca fumar mientras come (algo que me parece una aberración) puede hacerlo, pues la mayoría de mesones se han encargado de adaptar sus terrazas para tal fin.

No voy a mentirles, me encanta que no se permita fumar en sitios públicos; me gusta llegar a mi casa, una noche de farra, sin los ojos rojos y sin la garganta reseca, ni una quemadura en la camisa y ni rastro de olor a asqueroso tabaco impregnado en mi ropa. Ahora bien, no me agrada nada el tufillo acusador y el tono delatador que desprende esta nueva ley. Esto de querer convertirnos en fiscales implacables y anónimos animándonos a denunciar al fumador, rebajado a la altura de la bestia, y además de forma anónima, no me gusta por varias razones. Primero porque nunca los chivatos despertaron simpatía alguna en mi persona, y segundo por la total hipocresía de nuestro Gobierno para con el tema del tabaco. El Gobierno necesita del tabaco, esto es algo tan innegable como cierto, y de los millones de euros que genera para las arcas en impuestos. Asimismo precisa de las muertes que produce y el consiguiente ahorro en pensiones. Alguno dirá que los tratamientos para remediar las enfermedades derivadas del tabaco también le suponen un alto coste a la Seguridad Social, pero nos sorprenderíamos al comprobar la triste realidad. Si el Gobierno ha emprendido una dura batalla en pos de la consecución de una mejor salud para todos me parece loable, pero que se desenmascare de un vez y prohíba la venta de tabaco, sin querer declinar en nosotros tal responsabilidad, haciéndonos cómplices de sus tiránica hipocresía.

Lo acertado, por supuesto, hubiera sido una ley donde el empresario hubiera podido elegir libremente si en su restaurante se permite fumar, y ya sería una elección o no de los clientes acceder al interior del local. Una vez más vuelvo a incidir en que quizás, si en este país hubiéramos aplicado el sentido común, (el menos común de los sentidos) y hubiéramos hecho gala de una mejor educación, quizás no hubiéramos llegado a estos extremos. Que los profesionales sanitarios fumen en las dependencias de un hospital es tan condenable como que los educadores lo hagan en los colegios, aunque sea en el interior de un despacho. Así mismo, a sabiendas de lo nocivo que resulta, quien fuma delante de niños pequeños, de enfermos, o de mujeres embarazadas además de ser un egoísta demuestra carecer de humanidad, al igual que las mujeres que fuman durante el embarazo.

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Al final todo será cuestión de acostumbrarse y. háganme caso, no renuncien a su café por las mañana, o a su deliciosa y dulce merienda en su cafetería favorita. Sigan tomando su aperitivo con su cañita y vinito a mediodía, y degustando suculentas cenas rodeados de sus mejores amigos y regadas con los más exquisitos caldos de la tierra. No abandonen tan saludables hábitos, tan maravillosos momentos, por unas miserables caladas a un pitillo. Ya habrá momentos para fumar. ¡Tampoco es para tanto!

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