OPINIÓN

No han 'partío'

ENRIQUE FALCÓ

Domingo, 12 de diciembre 2010, 01:41

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HAY dos eventos de especial importancia a los que los sufridores que poblamos este país debemos enfrentarnos en estas fechas. Les hablo, naturalmente, de las famosas y archicelebradas comidas y cenas de Navidad: de empresas y familiares.

Poco nuevo o casi nada les puedo contar que les sorprenda de las primeras, que ustedes, sufridos y honrados trabajadores, no conozcan o hayan vivido (o sufrido). En ellas pueden producirse hechos de alto valor significativo, incluso de alegre cachondeo, ¿por qué no? Los que nos han de dar juego para resistir el aburrimiento del resto del año que se aproxima o, en su defecto, de las primeras semanas.

Siempre ha de significarse, por ejemplo, el empleadillo retraído y timidote, aquel que nunca habla con nadie por no molestar, que parece que no ha roto un plato en su vida, y sin embargo, tras la cuarta copa -aunque sea de cerveza- le atiza un cachete en el culo a la maciza de la empresa y encima le grita aquello de «tienes más... que las sandalias de Kun Fu». Luego está también el jefecillo, serio e inflexible, que ese día se significa en la persona más 'guay'. Sonríe y bromea con todos a los que da por saco el resto del año, y tras los postres y brindis con copas de cava se pone a bailar la Macarena con gran ímpetu, y es el que más suele gritar cuando dicen aquello de 'eeeee Macarena ¡aaarrrg!'.

¿Quién no ha sufrido a aquella 'compi' seria, estúpida y retraída, que siempre te mira por encima del hombro en la oficina, con la que apenas has cruzado cuatro palabras en cinco años de trabajo, y el día de la comida de empresa, tras unas copas, se pone a contarte sus problemas con el 'tontolaba' de su novio como si te conociera de toda la vida? Sin mencionar a la típica fiestera que después de haberse bebido hasta el agua de fregar, aparece en el baño en posición decúbito supino con una 'papa' del carajo. A veces, aunque no es imprescindible, aparece también en la escena algún que otro 'compi' jartera en decúbito prono. Ustedes ya me entienden.

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El caso es que quitando algún que otro rato divertido con los amigos reales del trabajo, este tipo de reuniones suelen ser una mezcla de lata y a la vez desmadre del personal de tomo y lomo, y a veces incluso ocurre que la fiesta se va definitivamente al carajo porque las copas de más hacen sacar a la luz rencillas que no vienen al caso entre compañeros. Lo lamentable, y quizás más duro, puede llegar a la siguiente jornada de trabajo, pues cuando el director de la empresa, por ejemplo, rompió toda regla social flirteando con la limpiadora de turno, ahora sin embargo la ignora y apenas la mira y da los buenos días, como de costumbre.

Decoro, moderación, templanza, discreción y escasa ingesta de bebidas alcohólicas son armas recomendables para llevar a buen puerto una comida de empresa de la que se quiera salir impoluto y sin una mancha en el expediente. Grandes amistades, o quizá sueños, ilusiones, o incluso devaneos de grandeza se han dado al traste tras no saber cumplir las reglas de oro para sobrevivir a una comida o cena de trabajo.

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Las comidas y cenas familiares suelen albergar situaciones parecidas en este último sentido, en el de las rencillas. Y es que si difícil es mantener una relación cordial en el trabajo, estas se tornan utópicas cuando las diferencias familiares rozan quizás la discordia desde el principio de los tiempos, manteniendo tal unión por aquello de la hipocresía, el qué dirán y las ganas de todos por demostrar que, a pesar de intentar fingir que se llevan bien, en realidad se odian. Siempre existe la figura del cuñado, hermano o tío redicho y tonto que es quizás el que más ha prosperado de todos y que mira a los demás por encima del hombro mientras comenta, bien alto y para que todos lo oigan, que si lo llega a saber se trae él mismo su propio vino, que tiene una bodega que vale muchos cuartos. O que se yo, la típica discusión disfrazada de conversación entre suegra y nuera, tan entrañables ellas, tirándose las verdades a la cara con la mejor de las sonrisas. Pero lo que realmente suele ser el detonante de que las reuniones familiares de esta índole acaben mal (además de las discusiones políticas que de estas no hace falta comentar nada) es el tema de las herencias.

Mi tío Manolo Falcó, quien siempre deseo que nos acompañe en este tipo de fechas porque la risa, las vibraciones más positivas y el buen humor están asegurados, mantiene en su haber un dicho tan sabio y real como la vida misma, que no deja de otorgarle la razón a lo largo de los años. Y es que, cuando observa que en una familia todo es amor, paz, compresión, generosidad, que hay buen rollo vamos, siempre suelta la perla siguiente: «¿Estos hermanos se llevan bien?», pregunta extrañado. «Pues eso es que no han 'partío'». Y lamentablemente, el tiempo, el juez imparcial, fiscal infranqueable del que todos somos prisioneros, como siempre, suele darle la razón.

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