Esa mirada triste y gris
Los gatos no cuentan especialmente con mi simpatía, ni los roedores, pájaros enjaulados, serpientes ni demás reptiles
ENRIQUE FALCÓ
Domingo, 5 de diciembre 2010, 01:27
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ES la palabra abandono una de las más duras, feas y tristes de nuestro extenso idioma. Unida a maltrato lleva rasgos de dolor insoportable e irreparable. Pero no quisiera hablar de violencia de género, sino de animales, y no precisamente de aquellos 'machotes' a los que me refería semanas atrás, tan valientes ellos, que sólo les pegan a sus mujeres. Hoy quiero hacerles partícipes de un asunto también muy lamentable, triste y doloroso, del abandono y maltrato que sufren algunos animales por parte de sus dueños. Para no llevarnos a engaños ni hipocresías, y dejar desde el principio las cosas bien claritas, como siempre, ya les digo que mi menda no es precisamente Félix Rodríguez de la Fuente -ya me entienden-, pero sí profeso una simpatía y cariño especial a aquellos que guardan buenos sentimientos para con nuestros amigos los animales. Considero que es nota significativa de bien nacidos, alto nivel cultural, exquisita educación y, sobre todo, de buenas personas. Quien me conoce bien sabe que los gatos, por ejemplo, no cuentan especialmente con mi simpatía, al igual que los roedores, como las cobayas y hámster que suelen ser mascotas de los más pequeños. Me parece un horror aquello de tener pájaros y periquitos en jaulas, y no hablemos ya de serpientes y otros reptiles. Si acaso y no otros, son los perros, los canes, los chuchos, los que sí que me despiertan esa ternura, simpatía y cariño, que no encuentro en otras especies. Aún así, se los juro por el Cetro de Ottokar, no sería capaz de hacer daño deliberada y gratuitamente a ningún animal.
El novelista neoyorquino Frederic Tuten, en boca de mi querido Tintín, suelta esta perla en forma de monólogo en su genial obra 'Tintín en el Nuevo Mundo': «Entre los crímenes que considero merecedores de un castigo severo están: maltratar a animales, abusar de menores, ofender a los ancianos, extirpar árboles, mutilar o desfigurar de alguna manera las colinas, montañas y formaciones rocosas naturales, verter desechos químicos e industriales en arroyos, ríos, lagos y océanos, en general la contaminación y destrucción de nuestra atmósfera». Pocas veces he leído un monólogo tan soberbio donde estuviera tan de acuerdo en todos los temas expuestos.
Desde el principio de los tiempos, el perro siempre ha buscado la compañía del hombre, y por lo general, el amor, la lealtad y el cariño han sido recíprocos, salvo en lamentables casos donde los perros son simplemente utilizados, bien como herramientas de trabajo o para actos vandálicos.
Muchos de mis amigos, familiares, compañeros y conocidos poseen perros, y nunca se me ocurriría añadir que los tienen de mascotas. Tendrían que ver el brillo en sus ojos de alegría y el orgullo en su voz cuando hablan de sus animales y narran sus aventuras o travesuras. El amor y el cariño que les profesan es realmente increíble, pues parece que hablen no de chuchos o animales domésticos, sino de hijos, amigos o familiares. Siempre piensan y cuentan con ellos a la hora de planificar sus vacaciones, sus viajes, sus fines de semana. Gastan un estipendio considerable en atender sus vacunaciones, sus comidas, sus complementos e incluso sus objetos de ocio. Ocupan buena parte de su tiempo libre (e incluso de trabajo) para cuidar de ellos y satisfacer sus necesidades. Por todo esto no me cabe en la cabeza que puedan existir indeseables que maltraten a perros u otros animales por puro ocio, o alberguen tan poca humanidad para dejarlos abandonado a su suerte en una cuneta. A mí, y se los digo de corazón, me resultaría imposible, pues esa mirada triste y gris de un perro abandonado, despoja de tu cuerpo para siempre un pedazo de tu alma que ya nunca podrás recuperar. Siempre he sentido fascinación por la mirada de los perros. Tan especiales, tan llenas de vida, tan abiertas y sinceras como las de las buenas personas.
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Imitando al gran (y vanidoso) Paul McCartney, yo también le compuse una canción a mi perro cuando era adolescente. La inmortalizamos mi amigo Óscar Vadillo y un servidor en el único disco que grabamos los 'Left Brothers' (Soledad. 2002 Maidins Music). El tema se llama 'Pepe', como mi perro. Empezaba con sus ladridos y el estribillo acababa con esta frase «¿qué tendrá tu mirada de especial?».
Nunca antes hallé tal respuesta, y aún hoy tampoco, porque mi perro ya no está entre nosotros. No obstante, continúo buscándola en los ojos de todos sus congéneres, y aún no puede decirse que haya avanzado significativamente en algo. Continuaré buscándola, pero siempre en miradas alegres, que se anticipen a húmedos lametones en mi cara y a ladridos interminables de alegría y buen humor. Nunca permitiré mientras viva, que uno de ellos sea maltratado en mi presencia, y muchísimo menos abandonado en una carretera o gasolinera, como desgraciadamente marcan las modas de los más inhumanos. Jamás permitiré que ningún perro me devuelva nunca esa desconsolada mirada, cargada de pena, miedo e incomprensión. Esa mirada que descompondría para siempre una parte de mi ser. Esa mirada triste y gris.
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