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OPINIÓN

Envidia

Quienes alimentan sus malos pensamientos con la envidia y se dejan aconsejar a la hora de interpretar sus odiosos actos no recibirán más que un billete de ida hacia la infelicidad

ENRIQUE FALCÓ

Domingo, 26 de septiembre 2010, 02:21

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LA envidia es, sin lugar a dudas, uno de los sentimientos más negativos por el que tristemente se deja embaucar el ser humano. Mi menda ha comentado en varias ocasiones la simpatía que en mi persona ejercen otros 'pecados capitales que considero mucho más inocentes, más' acorde quizás con mi carácter, como la gula, la lujuria y la pereza. Estos tres últimos casi se podrían tildar de infantiles si los comparamos con el nauseabundo hedor que despierta tan odiado sentimiento.

La envidia es un sentir deleznable, no conduce a nada bueno, sino a la desdicha más cruel. Envidia es sentir pena o tristeza por un bien ajeno, y es realmente muy triste que nos enfademos por las cosas bellas o agradables que les ocurren a los demás. En toda mi vida sólo me he permitido un tipo de envidia. La buena. No considero que sea un sentimiento negativo desear el bien ajeno para uno mismo si con ello no persigues la infelicidad de los demás, o quitarle o robarle a otros aquello que poseen para quedártelo tú. La envidia es hija del egoísmo, nieta de la vanidad y hermana del rencor, la ira y casi la locura. Es un hecho innegable que el ser humano siempre quiere más de lo que tiene. A mi realmente tal deseo nunca me ha parecido mal del todo, siempre que, claro está, ese egoísmo, ese afán de acaparamiento, o quizás esa ambición, sea cuanto menos artística. Me parece bien que un cantante que trabaja en una orquesta modesta aspire a convertirse en un solista de prestigio, y una vez conseguido que desee vender el doble de discos, y tras este paso ser una estrella mundial, etcétera. Lo mismo que un futbolista, un escritor, un actor o un empresario. Ahora bien, si lo que sienten estas personas es que ellos deberían de albergar los éxitos de sus colegas en perjuicio de éstos para su único disfrute, considerando que lo merecen más, es lógico que no pueda ser tan condescendiente.

Todos sentimos o hemos sentido envidia alguna vez en la vida. Y no nos engañemos, lamentablemente envidia de la mala, de la que te come y destroza por dentro, de la que saca lo peor de tu alma y tu corazón. Creo que esto es algo tan inevitable como humano, pero debemos estar preparados para saber reaccionar y no resbalar sobre tan dudosa condición humana, que desgraciadamente se extiende día tras día como mancha de aceite resbaladiza y pringosa.

Quien alimenta la envidia en el fondo de su corazón muere lentamente un poco más cada día, y no hay semilla ni píldora mágica capaz de paliar los irreversibles daños colaterales que se producen y que necesariamente también afectan a quienes nos rodean. Nuestra envidia siempre durará más que la felicidad de aquellos a los que envidiamos, por lo que debemos rendirnos a su inutilidad para forjarnos como seres humanos de provecho. Napoleón decía que la envidia es una declaración de inferioridad. Un servidor, a pesar de que no puede estar más de acuerdo, va algo más allá y opina que la envidia es una exposición de la propia infelicidad.

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Hace algunos meses, quien suscribe sufrió un duro revés laboral, y se sumergió en una especie de nube negra poblada por sentimientos tan negativos como la decepción, la ira, la soberbia, y sobre todo la envidia. Peligrosos e incómodos compañeros en el continuo viaje de nuestra vida. Me dediqué durante un corto período de tiempo a odiar y envidiar un poco más a todo el mundo, y si he de serles sincero, les aseguro que aquello no sólo no me hizo ser más feliz sino que me endureció el carácter haciéndome inmune a los problemas de los demás. La envidia hay que saber asimilarla como lo que realmente es, un sentimiento humano que deshumaniza al hombre más feliz. Hay que saber aceptarla, combatirla con las armas que disponemos, y no dejar que nunca se convierta en inquilina morosa de nuestro corazón.

Alégrense del bien ajeno, sé que es difícil y harto complicado, pero estoy convencido de que en el fondo aprovecha y mucho. Existen innumerables pensadores y filósofos poseedores de una fe sin límites sobre los sentimientos positivos, forjados en la idea de que los hombres que piensan y realizan buenas acciones recibirán en su alma de una u otra manera todos esos buenos sentimientos.

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Quienes alimentan sus malos pensamientos con la envidia y se dejan aconsejar a la hora de interpretar sus odiosos actos no recibirán más que un billete de ida hacia la infelicidad. El verdadero amor nunca será envidioso. Sin embargo, la envidia será siempre el candado cruel que vaya cerrando en falso y una a una todas las puertas hacia la felicidad de sus corazones.

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