OPINIÓN

El hábito y el monje

DIEGO ALGABA MANSILLA

Domingo, 1 de agosto 2010, 02:07

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Desayuno todo el año café con media tostada, pero en vacaciones en el hotel he desayunado croissant con mantequilla, jamón york y queso, piña, sandía y papaya, zumo de naranja, salchichas, dos huevos fritos con chorizo y un tazón de yogur con nueces. Hacía mucho tiempo que no cogía el coche, voy siempre andando, pero estas vacaciones he conducido más de 1.500 kilómetros, así que el próximo maratón lo haré sin entrenar porque he comprobado que mi cuerpo se adapta a las distancias largas sin preparación previa. Lo malo de las vacaciones han sido mi mujer y los niños; no estoy acostumbrado a ellos. No sé como pueden hablar y gritar tanto y tan alto. He visitado cuatro museos; en mi ciudad creo que hay alguno, aunque los desconozco. Cuando salgo por Badajoz tomo dos o tres cañas. Estas vacaciones he tomado varias jarras de cerveza gigantes que llaman tanque. Cuando llegué a Badajoz me encontré con mi jefe por la calle. Vestía un bañador de flores y unas chanclas por donde sobresalían unos dedos gordos y peludos. Yo llevaba una camiseta negra del FBI. Me habló de las estadísticas que tenemos que hacer cuando empecemos el trabajo. Recuerdo que también coincidí con él durante los carnavales. Fue la primera vez que lo vi sin chaqueta. Iba vestido de oso, yo de indio; me presentó a su mujer, una hermosa cabaretera, a la que no pude dejar de mirar su generoso escote mientras él hablaba de cosas de trabajo. Por ridículo que sea el hábito, el monje no deja de ser monje.

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