OPINIÓN

Plagios

Es difícil ser original y muy posible que cualquier cosa que hagamos ya estuviera hecha antes y mejor

ENRIQUE FALCÓ

Domingo, 21 de febrero 2010, 01:07

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LES hablé otro domingo de lo bueno y malo que en mi modesta opinión tenía el Carnaval de Badajoz. Al final del artículo prometía intentar recuperar la magia de antaño para con la tan celebrada fiesta pacense. Pero resulta que hubo otros empeñándose en que me volviera a aburrir como todos los años. No había presenciado apenas la primera de las semifinales del concurso de murgas (por cierto, divertidísima) y ya no se hablaba de otra cosa que de plagios. Es un tema éste harto difícil, complicado, sobre todo porque es un asunto muy feo, que desprende un tufillo a estafa o trampa que tira para atrás. Igual de feo y muy desagradable debe de ser también que te acusen de ello, sobre todo si sientes en el fondo de tu corazón que nunca ha sido tu intención copiar a nadie.

Les confieso que en mi etapa de músico amateur, mi amigo Óscar Vadillo, compositor, guitarrista y cantante de Left Brothers, y yo mismo, que además de letrista colaboraba con él en las estructuras de los temas, plagiábamos con una facilidad pasmosa y con una gracia y un desparpajo que daba gusto oírnos. Eran, ¿como les podría explicar?, plagios con corazón. En el fondo sabíamos que la canción que estábamos haciendo sonaba mucho a Los Planetas o a Los Beatles o a Beck, por poner algún ejemplo. Grupos a los que admirábamos, escuchábamos con frecuencia y que nos privaban. Y nunca hablábamos de plagio. Homenajes, las llamábamos con cariño. Y era cierto. No sentíamos en el fondo que estuviéramos plagiando nada, era el resultado de la música que escuchábamos, de los artistas a los que queríamos igualar. Qué le vamos a hacer si sólo tenemos siete notas musicales. ¿Cómo se quedarían si les digo por ejemplo que con los mismos acordes podemos tocar una canción de Duncan Dhu, de los Guns N' Roses, de Nirvana y de Prince? Lo que pasa es que cada uno le da su inconfundible toque, sus diversos matices, le aportan sentimientos distintos, melodías, retazos puntuales y dispares maneras de interpretación. Eso mismo es lo que les ha podido pasar a muchos carnavaleros pacenses. Es innegable que todos tenemos influencias y admiramos el trabajo de otros artistas, y en este campo, en el de las murgas, las chirigotas de Cádiz son una referencia importantísima, que muchos de los compositores de pasodobles y cuplés las contarán entre sus predilectas. El problema llega cuando algunos se empeñan en ver plagios donde simplemente puede haber algún pequeño 'homenaje' de los que les hablaba antes.

Si nos ponemos tontos, los herederos de Hergé tendrían que denunciarme cada vez que utilizo un insulto exagerado como los del Capitán Haddock, o cuando juro por El Cetro de Otokar, o digo aquello de 'yo aún diría más' de los inconfundibles Hernández y Fernández. Arturo Pérez-Reverte podría echarme en cara algunas de mis expresiones más habituales, o incluso la ironía del Marqués de Sotoancho de Alfonso Ussía podría verse malinterpretada y como plagio en algunas de mis bromas. No quiero ni imaginar si algún día a Bruce Springsteen o a Bob Dylan les diera por escuchar algún disco de Revólver, el grupo de Carlos Goñi. ¡Se podrían poner las botas!

Por cierto, hay una anécdota genial entre el añorado John Lennon y el gran intérprete de 'Like A Rolling Stone'. Se cuenta que cuando Lennon interpretó delante de Dylan su canción 'Norwegian Wood' éste, medio en broma, medio en serio, entre divertido e indignado, le dijo que esa canción era un plagio de varios de sus mejores temas, a los que el gran Lennon contestó sonriendo: «No está mal plagiar cuando se plagia lo mejor».

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Por lo tanto y para futuras ediciones, amigos carnavaleros, miembros del jurado, seguidores y simpatizantes de las murgas: dejad de ver plagios donde a lo mejor no los hay. Disfrutemos de nuestro carnaval y hablemos de nuestra ciudad, de nuestras murgas, de nuestras cosas, pero no de las de Cádiz ¡que ya está bien! Preocuparos de divertiros y, sobre todo, de divertirnos a los demás. Recordad que nos iría mucho mejor si aceptásemos el hecho de que cualquier cosa que se haga es muy probable que ya se haya hecho antes, y seguramente hasta mejor. Y de que no hace falta dejarte la vida en ser el primero en conquistar la cumbre, pues seguramente, cuando llegues desfallecido creyendo ser el único, te darás en los morros con la bandera de tu predecesor. ¡Mil millones de rayos y centellas! Preocúpate en aprender de él, de no cometer los mismos errores, y permite que sus enseñanzas se transmitan y que cada uno las aproveche como buenamente sepa, quiera o pueda. «Yo incluso añadiré algo más, mi querido Hernández: como secamente pueda, buena o quiera».

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