Sol, litio, datos y empleo
Promesas en Extremadura. Los anuncios de proyectos incluyen numerosos puestos de trabajo
Los anuncios de la instalación de una mina, un centro de datos o una central fotovoltaica en Extremadura llegan siempre acompañados de la promesa de ... creación de una cantidad asombrosa de puestos de trabajo. Ese número de empleos varía según vayan cambiando las circunstancias. Si las dificultades para la materialización del proyecto aumentan, también se incrementan los puestos de trabajo prometidos.
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Estas promesas de empleo son como las cifras de asistentes al Womad en Cáceres, que da lo mismo calcular 100.000 que 300.000. No pasa nada por exagerar un poco y no van a retirar subvenciones porque baje el número de womeros. Con las promesas de puestos de trabajo tampoco hay consecuencias. Las empresas pueden pronosticar 200 empleos o 3.000. No importa. Nadie va a exigir que se cumpla la promesa para cobrar las subvenciones.
La conclusión es que para que un proyecto minero, fotovoltaico o de datos sea aceptado por la ciudadanía y apoyado por los poderes públicos, es imprescindible prometer muchos puestos de trabajo, cuantos más, mejor. Luego, cuando la mina, la central o el centro sean realidad, ya veremos qué pasa. Aunque en ese momento ya dará lo mismo porque no hay marcha atrás y con un par de excusas, todos contentos.
El pasado domingo, el compañero J. López Lago publicaba un reportaje sobre los pueblos con centrales fotovoltaicas, que hoy son los nuevos ricos de la geografía rural extremeña al igual que en su momento lo fueron Cedillo o Alcántara gracias a los embalses. Con los impuestos que pagan las empresas energéticas por sus plantas solares, los ayuntamientos construyen polideportivos, residencias de mayores, piscinas y auditorios. ¿Pero el empleo?
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La conclusión, tras leer el reportaje, es que se genera empleo durante la construcción de las centrales, aunque suelen ser subcontratas con mano de obra barata. Al acabar la construcción, se acaba el empleo, salvo algunos naturales del pueblo que se van con la empresa a levantar más centrales por España. Como mucho, trabajan dos o tres electricistas del lugar y algunos trabajadores eventuales en verano para desbrozar. En cuanto a las labores de seguridad y vigilancia, apenas generan ocupación porque la central se controla con cámaras desde Madrid.
Sobre las minas y sus empleos, las promesas también son generosas. La realidad ya se verá. Aunque no hay discusión sobre el carácter temporal de estos trabajos mientras dure la fase de construcción y mientras la mina sea rentable. En cuanto a los centros de datos como el que se proyecta en Cáceres, flota en el ambiente la sensación de que convertirá la ciudad en referencia internacional en el almacenamiento de información digital y, naturalmente, esa importancia vendrá acompañada de cientos de empleos.
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Es verdad que su construcción movilizará a cientos de empleados (los trabajos suelen durar entre 13 y 30 meses y emplean de media 1.688 personas), pero también es cierto que algunas de estas empresas traen a sus cuadrillas. Cuando el centro de datos entra en funcionamiento, sus expertos en tecnología de la información y la comunicación suelen trabajar a distancia y lo hacen en más de un centro a la vez. De hecho, hay espacios de datos bajo el mar y allí no trabaja nadie in situ. En tres centros de datos aragoneses, están colocados un conserje, un refrigerador, un limpiador y un ingeniero. El resto trabaja en remoto desde la India o desde Málaga. Así que bienvenida sea la creación de riqueza, pero no nos emocionemos con los empleos porque no es oro (ni litio) todo lo que reluce.
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