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Anciana de un poblado gitano de Alcalá de Guadaira, en Sevilla, en 2011. R. C.

Una discriminación «cotidiana y normalizada» somete al pueblo gitano

En España, los discursos interiorizados por el resto de la población les señala como vengativos y analfabetos, según un estudio de la Universidad Pompeu Fabra

Lunes, 4 de agosto 2025, 00:05

Cuando van a un centro comercial, una tienda o un supermercado, tienen a los vigilantes pisándoles los talones. «La experiencia típica es que nos pidan ... que enseñemos el bolso», dice Carmen, que vive en Sant Adrià de Besòs (Cataluña). «Fui a un centro comercial con mi nieta y el guardia de seguridad nos siguió todo el tiempo. Mi nieta me preguntó:

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–¿Por qué nos sigue ese hombre?

–Para protegernos, mira qué seguras estamos, ahora nadie nos va a robar el bolso –le respondí yo en voz alta. Porque no quiero que sepa por qué nos siguen».

En el colegio se presentan casos como el que narra Alberto, padre de cuatro niñas en Barcelona: «Mi hija y otras tres niñas, todas gitanas, tuvieron un problema con otras 14 niñas. Se metían con ellas, jugaban a un juego: cuando ellas tocaban algo, como los lápices o la mesa, gritaban: '¡desinfección, desinfección!', como si estuviera contaminado. Acudimos a la directora tres veces, y no le dio mucha importancia: Son cosas de chicas, dijo».

Un tercer testimonio, recabado por investigadores de la Universidad Pompeu Fabra, apunta al ámbito laboral: «Mira, si tú y yo solicitamos el mismo trabajo, con el mismo currículo, sé que te elegirán a ti. ¿Y por qué? Porque siempre que mencionan a los gitanos en la televisión, dicen: 'hay un tiroteo entre dos clanes gitanos...' y la gente nos tiene miedo. Y luego reciben mi CV y lo tiran directamente a la basura».

«Las discriminaciones sutiles afectan las posibilidades de las personas gitanas de disfrutar de sus derechos como ciudadanos»

Son ejemplos de las «discriminaciones cotidianas, sutiles y normalizadas afectan las posibilidades de las personas gitanas de recibir un trato igualitario y, en última instancia, de disfrutar de sus derechos como ciudadanos», que pone de manifiesto el artículo 'Antigitanismo cotidiano y discriminación estructural: cómo la normalización del racismo condiciona la exclusión social', que se publicará en septiembre en el monográfico Migraciones.

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El denominado «antigitanismo cotidiano» está «profundamente arraigado y normalizado», tanto por las personas gitanas como por las no-gitanas, según los investigadores que basaron sus conclusiones en un «trabajo de campo etnográfico realizado entre 2017 y 2024, incluidas 185 entrevistas» a personas gitanas y a autoridades, desde maestros hasta policías.

«Crecer en España siendo identificado como gitano implica verse obligado desde una edad temprana a lidiar con prejuicios, discriminación, expectativas negativas y, a menudo, el rechazo manifiesto del resto de la sociedad», mantienen los autores, Zenia Hellgren y Lorenzo Gabrielli. «Formalmente, los gitanos españoles hoy en día tienen los mismos derechos que cualquier otro ciudadano español, pero se ven mucho más afectados por la exclusión social en todas sus dimensiones, así como por el fracaso educativo, que los ciudadanos no gitanos y cualquier grupo migrante».

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El pueblo gitano tiene diez años menos de esperanza de vida, el desempleo triplica la media y el fracaso escolar es del 65%

Aparte del «microrracismo o microagresiones raciales», el estudio reúne datos sobre cómo afecta esa fobia invisible. El pueblo gitano tiene diez años menos de esperanza de vida, el desempleo triplica la media y el fracaso escolar es del 65%.

La dificultad del «antigitanismo» en España se debe a que su construcción es «histórica y persistente», basada en la «superioridad racial», «sistemática y consuetudinaria, en el sentido de que goza de amplia aceptación, por casi toda la comunidad». «Puede expresarse mediante discursos de odio, explotación, estigmatización, actos de discriminación, estructuras sociales y prácticas institucionales discriminatorias, así como actos violentos recurrentes», indica el trabajo. «Estas formas de antigitanismo tienen un efecto degradante y de ostracismo, y reproducen desventajas estructurales».

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Desde esperar que el pueblo gitano se comporte de una manera determinada hasta «bromas insensibles», esa percepción negativa, una «idea de incompatibilidad cultural», se utiliza para «justificar su exclusión social», dentro de un «marco simplista» que cruza tanto la raza como la aporofobia (rechazo compulsivo a los pobres). En esa discriminación participan, además, «amplios sectores de la población», con discursos internalizados y homogenizados. Por ejemplo, sostiene el estudio, que los gitanos sean peligrosos y vengativos, sucios y desaliñados, ladrones y estafadores, analfabetos, incapaces de educar a sus hijos, sin ambiciones ni espíritu de trabajo.

En el trato diario hacia las personas gitanas se detecta «una mezcla de paternalismo y desprecio». «Estos prejuicios y expectativas negativas configuran las experiencias cotidianas de las personas gitanas en sus interacciones con las personas no gitanas» o las instituciones, como autoridades fiscales, oficinas de desempleo o bancos, mantiene el artículo.

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