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Fiestas de Extremadura

Jarandilla de la Vera, tiempo de fiesta… 'a escobazos'

El atardecer iluminado del 7 de diciembre es el escenario de una 'fiesta del fuego' declarada de Interés Turístico Nacional desde julio de este año

Pedro Grifol

Jueves, 21 de noviembre 2024, 09:29

Jarandilla de la Vera es un pueblo perteneciente a la provincia de Cáceres, en la Comunidad de Extremadura. Está situado en la Comarca de la ... Vera, conocida porque allí se produce el famoso Pimentón de la Vera, y también porque sitúa un importante cruce de caminos entre Jaraíz de la Vera, Losar de la Vera y Navalmoral de la Mata… Ahora que ya sabemos dónde está, sólo nos falta saber cómo ir. Como está situado a unos 120 kilómetros de Cáceres capital, lo mejor es pensar en un viaje en coche desde allí, que, por la A-58 no nos llevará más de hora y media de camino.

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¿Y qué particularidad encontramos en Jarandilla de la Vera para una escapada en estas fechas otoñales?... Pues la respuesta es: una espectacular fiesta de fuego… en el más estricto sentido de la palabra, de nombre «Los Escobazos» -declarada ya (desde julio de 2024) de Interés Turístico Nacional que se celebra a la caída del sol de cada 7 de diciembre.

Cuenta la tradición que el origen de la fiesta está en los cabreros y pastores cuando, hace siglos, volvían de la sierra con su ganado con la intención de celebrar el Día de la Inmaculada (8 de diciembre).

Para poder llegar a tiempo, los pastores comenzaban el descenso de noche. La bajada era un arduo camino y como no disponían de luz natural ¡ni linternas! sufrían algunos percances (incluidos los ataques de lobos). Para evitarlos, preparaban unas antorchas utilizando las ramas secas que se encontraban por el camino que se hacían con un arbusto llamado escobera… de ahí el nombre de 'escobazos', y la tradición de la fiesta de «Los Escobazos».

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Tradición a pie de calle

Al llegar al pueblo, familiares y vecinos los recibían con mucha alegría, que demostrabandándose 'escobazos amistosos' entre ellos. Una vez en la plaza del pueblo, los pastores esperaban la llegada de un personaje llamado El Mayordomo, que irrumpía (e irrumpe aún hoy en día) montado a caballo portando el estandarte con la imagen de la Virgen de la Inmaculada Concepción, momento en el que da comienzo un desfile, iluminado por los llameantes escobazos, por las calles del pueblo. Al cortejo procesional se van uniendo algunos lugareños a pie y a caballo, creando un espectáculo de encendida devoción impresionante.

Naturalmente, como en toda tradición antigua que se precie, en la fiesta se entremezclan los actos religiosos con el jolgorio lúdico, porque la fiesta continua durante toda la madrugada entre hogueras y alegres grupos de jarandillanos entonando coplas e himnos en loor a la Virgen -«Toda la noche venimos rodando como un troncón / solo por venir a verte / Virgen de la Concepción»-, acompañados por el sonido de instrumentos caseros, como sartenes, calderos, tapaderas de cazuelas, botellas de anís y otros elementos domésticos, además de tambores, y donde ¡no puede faltar! el vino de pitarra para mantener el ánimo 'calentito'.

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Aunque la fiesta decayó a mediados del siglo XX a causa de la despoblación por la emigración del campo a la ciudad, en los últimos años ha vuelto a tomar visos de importancia.

…y mucho más

La villa cuenta también con un patrimonio interesante. El casco antiguo es un exponente clásico de una población extremeña de montaña, con casas de piedra y enramados de madera; y de entre sus monumentos arquitectónicos destaca la iglesia de Nuestra Señora de la Torre, del siglo XII; la ermita de Nuestra Señora del Sopetrán, cuya interesante decoración interior se debe a los maestros retableros Hermanos Inzera Velasco; la ermita del Santo Cristo del Humilladero (siglo XVI); y dos puentes de piedra: el Puente Parral, de origen romano y el pintoresco Puente de Palo, sobre la garganta del rio Jaranda.

Pero su principal monumento civil es el castillo de los Condes de Oropesa (siglo XV), que fue la residencia del rey Carlos I hasta que se acabó de construir su casa palaciega junto al Monasterio de Yuste, en 1557, y donde pasó sus últimos días. El castillo hoy transformado en Parador Nacional es un alojamiento muy recomendable, porque es uno de los más atractivos hoteles de la red de Paradores. Cuenta con una piscina rodeada de olivos y naranjos y, en el interior, encontramos varios patios, jardines, y salones con chimenea con peculiar decoración ornamental.

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Si dormir en este hotel constituye un auténtico viaje a la Edad Media, comer en el parador será un viaje al mismísimo presente: jamón ibérico, patatas meneás, cochifrito, caldereta de cabrito, solomillo de ternera, Torta del Casar, repápalos de anisete…

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