Finalizado el mes de los libros y la obligación de regalarlos, de hablar sobre ellos o de consultar las listas de los más leídos, me ... pregunto si es congruente fomentar la pasión por leer con las muchas y distintas lecturas públicas del Quijote, cuando es bien sabido que leer y escribir son tareas solitarias. No es espíritu de contradicción, porque cualquier mes es bueno para traer libros a mi Zona, mayo, junio o agosto.
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Yo, que presumo de ser lectora desde niña, he tardado demasiado tiempo en leer a Cormac McCarthy, ¡necia de mí!, y para desquitarme de este imperdonable retraso involuntario he devorado de golpe dos novelas suyas.
Durante la primera parte de 'En la frontera' confieso que sufrí; sabe el lector de mi amor por los animales, y la lucha que narra McCarthy entre el protagonista y una loba preñada es tan inhumana como desigual. Entre el asombro y la congoja leía el relato de una singular hazaña, arrastrar a una loba fuera del territorio manteniéndola viva y sin causarle daño. Avanzado el libro y sus páginas las cosas se colocan en su lugar, todo adquiere sentido, incluso las acciones del personaje, encaminadas a expulsar de su región a un animal demasiado inteligente; no hay abuso ni maltrato ni exhibición de poder. He descubierto a través de sus personajes que a McCarthy le gustan los animales, perros, caballos, terneros o lobos, les habla con palabras que nadie más entiende; les da su lugar exacto, ni más alto ni más bajo; los respeta.
Me sucede algo contradictorio con los libros que me gustan mucho, estoy impaciente por llegar a un desenlace que me resisto a leer; cerca del final cerré el libro para disfrutar unas horas más del prodigio de vivir otra vida gracias a la literatura, prolongar ese estado de felicidad que sólo algunos libros provocan.
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El autor describe una región hostil que nadie querría habitar, excepto el lector, atrapado para siempre en aquella tierra de nadie, que por momentos recuerda a al Llano estéril de Juan Rulfo, en el que no crecía una brizna de hierba. Quise quedarme más tiempo en la frontera de McCarthy, por eso leí a continuación otro libro suyo, 'Unos caballos muy lindos'. Hay autores que inventan su propio territorio, el de McCarthy existe y es real: la franja de tierra fronteriza entre México y los Estados Unidos en la que malviven pinches y güeros. Como he leído las dos novelas seguidas he tenido la impresión de que el territorio descrito en ambas es un inmenso set de rodaje donde el escritor actúa como un director de cine, o mago, colocando delante de la cámara a personajes de un libro o de otro indistintamente; como si los protagonistas de las dos novelas hubieran rodado en la misma superficie en distintos días, entrando y saliendo del campo visual del lector espectador.
Terminó abril y aún faltan muchos meses para otro día del libro. Leamos, si es posible en la quietud de la casa, porque el espectáculo de la lectura es más intenso en silencio y sin público.
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